CUBA: violencia de génreo y salud colectiva.

La violencia es un problema de salud colectiva
Por Sara Más / Foto: SEMlac

En 1994, la Organización Panamericana de la Salud consideró la violencia como un creciente problema de salud pública. Entre otros argumentos, sustentan esa afirmación los alarmantes aumentos de las tasas de mortalidad, morbilidad y discapacidad por esa causa, además de los años de vida potencialmente perdidos y sus efectos psicosociales en las poblaciones.
Desde su experiencia en el sector de la salud y la investigación de la violencia de género en Cuba, la psiquiatra Ada Alfonso asegura que se trata de u problema de salud colectiva, que requiere por tanto de un enfoque de salud pública para su atención.

¿Por qué se afirma que la violencia de género es también un problema de salud?
Se afirma, porque existe conciencia sobre cuáles son los problemas de salud y, a partir de ahí, se toman las medidas que permiten su tratamiento. La aseveración busca llamar la atención sobre un problema viejo, sobre el que aún no existe esta conciencia o quizás existe conciencia de que es un problema de salud por las consecuencias que tiene en la vida de quienes la sufren, pero no porque se entienda que el problema no es de la víctima, no afecta solo la salud de esta, no es individual sino que sus raíces se encuentran en cómo se comprende, se expresa y se viven los mandatos de género inscritos en las normas sociales y culturales de relaciones en los ámbitos de pareja, la familia, los comunitarios e institucionales, en los diferentes espacios de interacción social. Esto convierte a la violencia de género en un problema de salud colectiva, que requiere de un enfoque de salud pública para su atención, en su sentido más amplio. 


¿Qué se ha hecho y qué vacíos quedan en el sector de la salud en Cuba para atender esta violencia?
Creo que se ha hecho y que queda mucho por hacer. Lo primero que me gustaría decir es que la atención a la violencia de género, si la entendemos como un problema de salud colectiva, no es un problema que atañe exclusivamente al sector de la salud, aunque sobre este recae el mandato social y gubernamental de la atención a las cuestiones relacionadas con la salud de la población cubana. Lo segundo es que el sector de la salud lo integran todas las instituciones que hacen parte del sistema y las personas que nos hemos formado y que trabajamos para el logro de la mejor salud alcanzable en el país.
Los vacíos que quedan en el sector, desde mi consideración, se concentran en:
• la existencia de un vacío conceptual, qué entendemos por violencia de género o qué vamos a entender por esta, pues —aunque pareciera una situación menor por el consenso internacional acerca de la definición— es el punto de partida para la identificación y detección del problema y para la planificación estratégica de su atención, de esto se desprende su registro;
• la cuantificación del problema. Sin un registro continuo y confiable no es posible la planificación en materia de servicios ni un plan sectorial ni intersectorial. O es posible, pero se corren riesgos en materia de recursos de todo orden;
• la investigación del problema y la socialización de la información. La información disponible en las revistas científicas de salud permite analizar que sus autores, en sus contextos, han identificado diferentes formas de violencia y han descrito lo encontrado. Sin embargo, por ejemplo, existe limitada información acerca de la violencia de género y sus consecuencias para la salud, el contexto en que se desarrollan, la permisividad o no sobre las diferentes formas de violencia y sobre esta en particular;
• la atención al problema: a quienes sufren la violencia de género y la que debe dirigirse a quienes la ejercen. El sector cuenta, en todos los municipios del país, con profesionales de alta calificación para abordar los problemas de salud, pero ¿están formados para la identificación, detección y atención a la violencia de género?, ¿sus programas de formación incluyeron la violencia de género como problema de salud?, ¿cuentan con las competencias para su abordaje?, ¿cuentan con un programa nacional que norme metodológicamente su atención?, ¿cuentan con una herramienta normativa–jurídica que regule el accionar del problema?, ¿la conocen?
Desde hace años, direcciones, instituciones y personas que integran el sector vienen articulando esfuerzos y trabajando en materia de visibilizar la violencia de género, formar y capacitar recursos humanos de la salud y de otros sectores, investigar el problema en diferentes ámbitos y brindar servicios a las víctimas, pero aún siguen siendo referentes; se pueden mencionar por sus nombres y, mientras que esto ocurra, estaremos frente a un problema de atención en salud a la violencia y a la violencia de género en particular. 


¿Qué pasos recomendaría dar para avanzar en esta materia?
La respuesta a esta pregunta es difícil, pues corro el riesgo de no considerar el problema en toda su magnitud. No obstante, desde la experiencia de 38 años de trabajo en el sector de la salud —de lo que me siento orgullosa—, diría que:
El primer paso radica en brindar una atención de calidad a las personas afectadas por la violencia de género, para lo cual se requiere de un personal de salud debidamente formado. Es una responsabilidad nuestra.
El segundo paso, a mi juicio, consiste en el diseño e implementación de una política intrasectorial para su tratamiento, que incluya como ejes clave:
• Revisión curricular de la formación técnica y profesional de pregrado con la consiguiente propuesta curricular basada en competencias.
• Revisión de los programas de formación de especialidades y la propuesta de programa para las especialidades médicas y de otras especialidades de la salud basada en competencias.
• Formación escalonada de docentes de carreras y asignaturas técnicas y profesionales.
• Formación posgraduada escalonada de profesionales que se desempeñan en el sector.
• Revisión de los Programas Nacionales y la inclusión en estos de los recursos normativos y metodológicos para su tratamiento.
• Construcción de los indicadores, su validación e inclusión en los registros de información de la salud.
• Investigación con metodologías mixtas y muestras de calidad que posibiliten estudios de casos que provean la información para la atención diferenciada en contextos particulares, cuando se requiera.
• Organización de servicios que provean la atención que requiera el problema, según curso de vida, con protocolos flexibles que faciliten la participación en la solución del problema y la intersectorialidad como pilares básicos.
• La vigilancia y evaluación de la implementación.
• Comunicación en salud que promueva la equidad de género, los derechos humanos y la gestión en salud.
Y por último—y no menos importante— la planificación de un presupuesto que garantice la implementación de la política.
El problema no es solo del sector de la salud, pero este podría contribuir a desatar los nudos que aúnan patriarcado, heteronormatividad y violencia de género.





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