CUBA:paz en el hogar-paz en el mundo

Por Lirians Gordillo Piña / Foto: SEMlac -SEMIAC

Ania Terrero Trinquete estudia licenciatura en Periodismo en la Facultad de Comunicación (Fcom) de la Universidad de La Habana. A punto de graduarse, ella reconoce manifestaciones de la violencia machista que hacen diana en sus formas de vestir, en su libertad de escoger y expresarse. Para ella el reto mayor está en la idea de que “en Cuba, aparentemente, no hay problemas”.
“Aparentemente no hay violencia de género, aparentemente no hay maltrato físico, aparentemente las mujeres somos iguales a los hombres y tenemos los mismos derechos. Pero la cultura machista heredada de generación en generación mantiene estereotipos que marcan todo el tiempo la manera en que te ven o no te ven, en la que te evalúan o no”, reflexiona la joven universitaria.Como joven estudiante ¿cuáles expresiones de la violencia de género crees son más frecuentes?
Aunque en Cuba están creados los espacios legales y formales para la igualdad de género, todavía subyacen expresiones de la discriminación. A pesar de ello, creemos que lo tenemos todo resuelto y que no nos tenemos que preocupar.
Puedes preguntarles a hombres y muchachos y te van a decir que somos iguales, pero a la hora de referirse a nosotras, a cómo conciben a las muchachas y las mujeres, te das cuenta de que no es tan así.
A veces no quieres caminar por la calle sola porque te sientes acosada y no es que una no disfrute un buen piropo, un día, pero es más que eso.
Los roles aún están muy marcados sexualmente. Tú puedes trabajar, dirigir una empresa o una organización, pero sigues siendo la mujer que cuida a los hijos, que debe vestirse de una manera determinada, de buena reputación y moral.
Por ejemplo, no puedes tener más de una pareja cuando estás en la universidad porque automáticamente eres mal vista en los pasillos.
Es como las fotos de los 15 años: te presentan en sociedad y tienes que cumplir determinados parámetros y roles para que tus padres estén orgullosos de ti, para que puedas encontrar una buena pareja y para que esa pareja, además, tengas la suerte de que te mantenga, cuide a los niños, te dé el dinero y seas feliz.
Según la norma patriarcal, una joven estudiante universitaria tiene que ser o “la mala de las canciones de reguetón” o la santa que cumple con todo.

¿Cuánto pueden afectar a las jóvenes esas presiones sociales?
Puede pasar que las propias muchachas se cuestionen y miren con recelo, las unas a las otras. Si optas por usar ropa corta, si te sabes dueña de ti y asumes tus decisiones libremente, si eres bisexual o tienes más de un novio en toda la carrera, se pone en jaque tu reputación y puede afectar en cierta medida tu vida escolar y hasta tu vida laboral. No se trata de una influencia directa que afecte las notas o la ubicación laboral. Pero, en determinados espacios, se convierte en un freno.
En mi caso, yo fui presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en Fcom durante dos años y como tal participé en el Consejo Nacional de la FEU, pues la facultad es invitada permanente. Puedo decirte que en la capital hay muchas presidentas de la FEU mujeres, muchachas empoderadas, de los distintos centros universitarios, pero cuando sales de La Habana son cada vez menos las líderes estudiantiles y más los muchachos.
Como presidenta una podía chocar con preguntas que, de manera directa o indirectamente, me cuestionaban. Me decían ¿y tú siendo mujer cómo puedes controlar tu facultad? O asumían que quien realmente decidía y pensaba era un miembro varón del secretariado.
Todo esto sí afecta, porque la percepción social que se construye de ti, ya sea estudiantil o política, está muy mediada por el estereotipo de género que te está marcando todo el tiempo y te pone entre la espada y la pared, diciéndote: “¡Escoge, o cumples todas las normas a rajatabla (te pintas las uñas, te sacas las cejas, tienes un novio estable durante los cinco años de la carrera, vas de la casa a la escuela o de la escuela a la casa), o eres la que se queda para la fiesta, la que se cuestiona por su forma de vestir, la que cambia de novio!”.
No obstante, existen espacios para el cambio. Aunque los prejuicios estén rondando los lindes, comienzan a establecerse espacios de apertura porque la gente se lo empieza a creer. Esta es una facultad que tiene un historial de campañas a favor de la igualdad, protagonizadas por muchachas y muchachos, y es un espacio bastante abierto.

¿Qué recomendaciones darías para el trabajo con las juventudes sobre estos temas?
Yo creo que la principal manera de resolver el problema de género, en Cuba hoy, es hacerlo público y visibilizarlo.
En alianza con la Campaña Únete de las Naciones Unidas, en la Facultad hemos ido avanzando y ceo que hemos logrado que el activismo trascienda el acto formal del día 25 de cada mes y se convierta en un tema de conversación, desde los estudiantes y los profesores.
Lo mismo en temas de género que en cualquier otro tema, lo importante es lograr que los jóvenes se impliquen y sean efectivos en cualquier propósito social, es posible si ellos y ellas se identifican con el tema.
Hay que convencerlos de que esta es una lucha importante y no vencerlos. No se resuelve el problema citando en este salón de conferencias a cuatro expertos con estudiantes de periodismo y ponerlos a hablar de diferentes problemas. Se resuelve haciendo fórum y que ellas y ellos aporten sus visiones sobre el problema para, entre todos, construir algo común y que el estudiante termine cuestionándose lo que ya sabe.


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