HOLANDA : la secuela del exilio en la vida de lxo hijxs de militantxs
ENTREVISTA A LA ESCRITORA URUGUAYO-HOLANDESA CAROLINA TRUJILLO
“No descarto volver a escribir en castellano rioplatense”
La autora de El regreso de Lupe García —que vendrá a
la Feria del Libro— nació en Montevideo, acompañó a sus padres al
exilio y no pudo adaptarse al regreso a la tierra natal. Sus novelas son
sobre personajes latinoamericanos, pero están escritas en holandés.
Por Silvina Friera
Desde Amsterdam
Las palabras flotan en el aire del De Pels, un típico café holandés
ubicado en la Huidenstraat, punto de encuentro de periodistas,
escritores, artistas. La bohemia se respira al entrar; es la mejor
contraseña para medir las vibraciones del ambiente. Las voces en su
lengua madre, el neerlandés, retumban amplificadas por esa madeja de
consonantes complejas, las imponentes fricativas velares que suenan tan
extrañas en oídos poco habituados a los idiomas germánicos. Carolina
Trujillo está en su casa: escribe como una narradora holandesa, habla
como una uruguaya de pura cepa. Cómo encajan estas piezas en el
rompecabezas de su vida ahora no que le quita el sueño. A veces, dirá
soltando un suspiro de resignada costumbre, no encastran. Hay
escisiones, momentos irrecuperables, tiempos perdidos que quedan
tatuados en el imaginario. Pronto regresará a Buenos Aires –escala
intermedia en el exilio de su madre, ella y su hermana, rumbo a
Amsterdam, adonde llegaron en 1976– como integrante de la delegación de
autores holandeses que participarán de las actividades del Café
Amsterdam, la ciudad invitada de honor de la 39ª Feria Internacional del
Libro. “Me acostumbré a escribir en holandés, pero no descarto que
algún día vuelva a escribir en castellano rioplatense. Quizá cuando sea
más viejita, en unos años”, dice Trujillo en la entrevista con
Página/12.Seis años tenía cuando llegó a Holanda junto con su madre y su hermana menor. Antes había estado en Buenos Aires y Bahía Blanca, entre 1974 y 1976. Su padre, entonces militante de Tupamaros, estaba preso en el penal de Libertad. Acá, en Amsterdam, estudió toda la primaria y un año de la secundaria. En 1985, cuando su padre fue liberado, el trío de mujeres hasta entonces inseparables decidió que era hora de regresar a Montevideo. Siempre hay una escena que condensa un hondo desencuentro. “Nosotras hablábamos acá un castellano de entre casa, decíamos ‘querés milanesas’, ‘comemos moños’ –repasa la autora de El bastardo de Mal abrigo y El regreso de Lupe García la rutina doméstica todavía en el exilio–. Recuerdo mi primer día en el Liceo uruguayo. ¡Yo no sabía qué significaba esófago! En esas primeras clases, al margen de la hoja, anotaba las palabras que no entendía para luego buscarlas en el diccionario. En la clase de historia no sabía lo que era ‘siglo’. Tratar de entender de qué venía la cosa era complicado.” Trujillo repitió tercero, cuarto y quinto año del secundario; era una especialista en acopiar malas calificaciones, quizá su manera de llamar la atención, de rebelarse. Pero algo cambió su suerte y marcó las cartas de su incipiente destino. Esa adolescente que andaba de desastre en desastre, haciéndose la rabona, escribió un cuento, “Media hora y pico de una mañana”. Su madre lo envió a un concurso en Chile y ganó el segundo premio. “A partir de ese momento quedó fijado que yo tenía que ser escritora. Pero mis padres me mandaron a un curso de dactilografía; se ve que se la venían venir, que conmigo no iba a ser fácil. Aprendí a escribir a máquina con el sistema pandactilar, a ciegas. Y escribí una anécdota de mi infancia, otra anécdota más y cuando me quise dar cuenta tenía una autobiografía fantaseada, De exilios, maremotos y lechuzas, mi único libro escrito en castellano con el que gané el Primer Premio en el concurso Colihue de Novela juvenil en 1990.”
Un año después, en 1991, Trujillo se compró el pasaje a Holanda con los mil dólares que cobró por los derechos de los primeros mil ejemplares de su novela juvenil. “Antes de irme de Montevideo, me la pasaba laburando y estudiando. Y a mí me gustaba la rumba –confiesa la escritora–. Me di cuenta de que quería la aventura, ver si podía construir una vida sin que mis padres me ayudaran. Allá conseguí un trabajo en la Guía del tercer mundo porque mi mamá conocía a alguien. Por un lado te educan y te dicen que ‘eso no se hace’ y la cuña igual se usa. Cuando se hizo el referéndum en el ‘89, cuando el pueblo eligió perdonar a los militares y ganó el voto amarillo, me dije ‘basta para mí’. Pero de esto me fui dando cuenta diez años después, escribiendo sobre el tema. Lo que escribo, aunque sea en holandés, se desarrolla en América latina.” Volvió a Amsterdam para estudiar un año de antropología y otro de literatura, hasta que vio un aviso en un diario: estaba abierta la inscripción en la carrera de guionista. Se presentó, aplicó y se recibió de guionista “di-plo-ma-da”. Imposible reproducir la gracia y la saña con la que enfatiza lo de “diplomada”, como si destripara las sílabas un vocablo monstruoso. “Nunca fui muy talentosa para los guiones. Ni bien terminé, me puse a escribir narrativa. El guión es una tortura”, agrega.
–¿Por qué una “tortura”? –¡Te cambian todo lo que escribís! Tenés que consultar cada línea con el director y el productor; al final, de la idea original va quedando muy poco. Si quería que la historia se desarrollara en invierno, la filmaban en verano, entonces tenía que cambiar. O mi personaje principal era una mujer de 50, pero conseguían una actriz joven y muy linda y me pedían si la podía “rejuvenecer” un poco. En cambio, en narrativa las cosas suceden como una las escribe: hay tormenta y hay tormenta.
“En Montevideo me di cuenta de que tengo un desarraigo”, asegura la escritora.
Imagen: Gentileza Brenda van Leeuwe
Gracias Marta por compartirnos esta nota
ResponderBorrartan interesante. Con especiales resonancias
para mí, por Amsterdam, pero muy especial por
mi Montevideo natal donde vivì
casi la mitad de mi vida, porque llevo ya
más años en Buenos Aires. Aunque el mío no
fue un exilio sino una elección,para construir
una vida junto a mi inolvidable compañero de
ruta....
Abrazo fuerte, Ri