Amelia Arellano poema LA MUJER QUE ME HABITA
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LA MUJER QUE ME HABITA
La mujer que me habita lleva soledad de cipreses en sus criptas.
Un rumor de parpados anuncia el presagio del agua.
El mundo huye o fagocita los retazos de su piel.
Está hecha de retazos esa mujer tan mía.
La mujer que me habita sabe el placer de la espesura.
No ignora que es solo vida la vida. Ha construido casa sobre la ruinas.
Ay, como duelen los arneses en el alma.
Solo quería amanecer contigo. Una vez sola.
Alas de arcilla y greda. Una tormenta dentro de una fosa.
He muerto tan despacio que solo el frío certifica mi adiós.
En el lomo del mar se duermen los albatros del sueño.
Ay, este aguijón de escarcha y miel
Beso despacio y cuidadosamente nuestros nombres.
Sè, ya no volverán los almendros ni la niña cándida.
No pude descifrar la caligrafía de la arena.
Miro tus ojos extraviados .Pongo a secar mi corazón.
No soy culpable que haya pobres en los mausoleos.
No soy culpable de esta paradoja me alejo, para siempre quizás.
Ay, este esqueleto de cristal mohoso.
La mujer que me habita lleva un campo santo de dudas.
Y una descomunal certeza:
Profanar la soledad de los féretros. Ultrajar su memoria.
Amanece, solo mi útero late.
amelia arellano. Otoño /16
La mujer que me habita lleva soledad de cipreses en sus criptas.
Un rumor de parpados anuncia el presagio del agua.
El mundo huye o fagocita los retazos de su piel.
Está hecha de retazos esa mujer tan mía.
La mujer que me habita sabe el placer de la espesura.
No ignora que es solo vida la vida. Ha construido casa sobre la ruinas.
Ay, como duelen los arneses en el alma.
Solo quería amanecer contigo. Una vez sola.
Alas de arcilla y greda. Una tormenta dentro de una fosa.
He muerto tan despacio que solo el frío certifica mi adiós.
En el lomo del mar se duermen los albatros del sueño.
Ay, este aguijón de escarcha y miel
Beso despacio y cuidadosamente nuestros nombres.
Sè, ya no volverán los almendros ni la niña cándida.
No pude descifrar la caligrafía de la arena.
Miro tus ojos extraviados .Pongo a secar mi corazón.
No soy culpable que haya pobres en los mausoleos.
No soy culpable de esta paradoja me alejo, para siempre quizás.
Ay, este esqueleto de cristal mohoso.
La mujer que me habita lleva un campo santo de dudas.
Y una descomunal certeza:
Profanar la soledad de los féretros. Ultrajar su memoria.
Amanece, solo mi útero late.
amelia arellano. Otoño /16
La descomunal certeza" de ser mujer y encontrarse frenta a la vida como una chispa contradictoria desde la niña que lonoregunta todo y la adolescente que choca en un mundo conformista sabiéndose contestataria sabiéndose útero que late, sintiéndose universo que se agrede y sana después en los poemas. Amelia Arellano, sorprende y catequiza desde el mandato profano de La poesía hecha mujer, libre, no religiosa, lúbrica y dionisíaca, lista para ser cantada y a veces danzada, siempre Amelia Arellano.
ResponderBorrarGracias amigo!! Sorpresa y alegría!!!
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