Carta del poeta Eduardo Embry
CON MOTIVO DE LA CELEBRACIÓN DEL SEXTO FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA Y ARTE. sede Chile – Valparaíso.
Carta a Mónica Tapia, sobre mi arribo al aeropuerto internacional de Londres
Querida amiga:
cuando llegué al aeropuerto Internacional de Londres,
un oficial de la inmigración
me pidió el pasaporte,
y enseguida comenzó a revisar
una por una, las dos maletas que llevaba;
no era gran cosa lo que tenía:
libros y libros en cantidades industriales;
no se preocupe, señor – en Inglaterra
no quemamos los libros –
entre los libros que tomó en sus manos,
estaba La Araucana de don Alonso de Ercilla;
el oficial revisaba inútilmente
tratando de comprender algo –
le digo, mi señor: este es un libro
de heroicos versos que narra
las hazañas de la defensa
del patrimonio nacional
contra la invasión de los españoles;
en el capítulo tal y cual, de la famosa aventura
de don Quijote de la Mancha,
se cuenta de un cura y un barbero
que echaban al fuego
todos los libros culpables
que hicieron creer al ilustre hidalgo,
entre ceja y ceja,
en la existencia de una quimera en este mundo;
libro de caballería que encontraban
lo lanzaban a las llamas.
- y aquí vienen tres todos juntos:
la Araucana de don Alonso de Ercilla;
la Austríada de don Juan Rufo, juez de Córdoba
y el Montserrat del poeta valenciano Cristóbal de Virues;
Todos estos tres libros, dijo el cura,
son los mejores
que en verso heroico,
en lengua castellana están escritos,
y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense
como las más ricas prendas de poesía que tiene España.
Cansóse el cura de ver más libros,
y así a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen;
no se preocupe, señor, que en Inglaterra
no se queman los libros;
menos mal, querida amiga Mónica Tapia, que el oficial
de la inmigración inglesa
no me revisó la otra maleta, que era de color azul
para distinguirla de todos los demás equipajes;
porque si la hubiese abierto, ay mi señora,
qué gran susto, el Océano Pacífico que llevaba oculto en esa maleta habría inundado toda Inglaterra;
pero eso no es todo – cuando llegué al aeropuerto internacional de Londres,
doblado en varios pliegues,
junto al mar que tranquilo nos baña,
llevaba también escondida en mi maleta
la Cordillera de los Andes;
imagínese usted, señora, qué explicación hubiese dado,
a ese pobre oficial de la inmigración inglesa.
EDUARDO EMBRY, desde Inglaterra.
Querida amiga:
cuando llegué al aeropuerto Internacional de Londres,
un oficial de la inmigración
me pidió el pasaporte,
y enseguida comenzó a revisar
una por una, las dos maletas que llevaba;
no era gran cosa lo que tenía:
libros y libros en cantidades industriales;
no se preocupe, señor – en Inglaterra
no quemamos los libros –
entre los libros que tomó en sus manos,
estaba La Araucana de don Alonso de Ercilla;
el oficial revisaba inútilmente
tratando de comprender algo –
le digo, mi señor: este es un libro
de heroicos versos que narra
las hazañas de la defensa
del patrimonio nacional
contra la invasión de los españoles;
en el capítulo tal y cual, de la famosa aventura
de don Quijote de la Mancha,
se cuenta de un cura y un barbero
que echaban al fuego
todos los libros culpables
que hicieron creer al ilustre hidalgo,
entre ceja y ceja,
en la existencia de una quimera en este mundo;
libro de caballería que encontraban
lo lanzaban a las llamas.
- y aquí vienen tres todos juntos:
la Araucana de don Alonso de Ercilla;
la Austríada de don Juan Rufo, juez de Córdoba
y el Montserrat del poeta valenciano Cristóbal de Virues;
Todos estos tres libros, dijo el cura,
son los mejores
que en verso heroico,
en lengua castellana están escritos,
y pueden competir con los más famosos de Italia: guárdense
como las más ricas prendas de poesía que tiene España.
Cansóse el cura de ver más libros,
y así a carga cerrada, quiso que todos los demás se quemasen;
no se preocupe, señor, que en Inglaterra
no se queman los libros;
menos mal, querida amiga Mónica Tapia, que el oficial
de la inmigración inglesa
no me revisó la otra maleta, que era de color azul
para distinguirla de todos los demás equipajes;
porque si la hubiese abierto, ay mi señora,
qué gran susto, el Océano Pacífico que llevaba oculto en esa maleta habría inundado toda Inglaterra;
pero eso no es todo – cuando llegué al aeropuerto internacional de Londres,
doblado en varios pliegues,
junto al mar que tranquilo nos baña,
llevaba también escondida en mi maleta
la Cordillera de los Andes;
imagínese usted, señora, qué explicación hubiese dado,
a ese pobre oficial de la inmigración inglesa.
EDUARDO EMBRY, desde Inglaterra.
hermoso !
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