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ARGENTINA y la cultura del soplonaje

En democracia enseñó lo que aprendió en dictadura

Isabelita: De infiltrada en Madres a formadora de nuevos espías

La agente de inteligencia cuya historia reveló Página/12 siguió merodeando a organismos de derechos humanos durante la democracia y organizando festejos con torturadores.

"Isabelita" estuvo infiltrada en Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura.
"Isabelita" estuvo infiltrada en Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura.

Isabelita llevaba 30 años en el Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal Argentina (PFA) cuando se cruzó con Américo Balbuena, un agente que había ingresado a esa dependencia cuando ella ya era todo un mito en la inteligencia policial. Balbuena había llegado al organismo casi por descarte, después de que lo bocharan en el ingreso a Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Con el tiempo, Balbuena había logrado abrirse camino en el Cuerpo de Informaciones y, para finales de los años 90, estaba haciendo el Curso Superior de Inteligencia. Una de las docentes que debían calificarlo era justamente Isabelita, la espía que durante la dictadura se había infiltrado en Madres de Plaza de Mayo para recabar información sobre las mujeres que buscaban saber qué había pasado con sus hijos e hijas. Las enseñanzas que cosechó en esta especialización le sirvieron al “Pelado” Balbuena para estar más de diez años infiltrado en la agencia de comunicación alternativa Rodolfo Walsh y espiar no solo a sus compañeros sino a los integrantes de partidos políticos, organizaciones sociales y organismos de derechos humanos. El cruce de las trayectorias de Isabelita y de Balbuena permite ver cómo quienes actuaron en los años del terrorismo de Estado siguieron formando a los que actuaban en la democracia.

Desde que ingresó en la División de Informaciones Policiales Antidemocráticas (DIPA) en 1969, Isabelita siempre recogió halagos de quienes la tuvieron que calificar. Sus superiores elogiaban su abnegación, su capacidad para reunir información y su alto nivel intelectual. La muchacha tenía un título de perito mercantil cuando llegó al Cuerpo de Informaciones, daba clases de inglés y había empezado a estudiar alemán. Su diario de cabecera era entonces La Nación. Con los años consiguió un diploma en Ciencias de la Educación en la UBA, que se lo entregaron en junio de 1982.

Su capacitación la llevó en 1997 a convertirse en la jefa de estudios de la Escuela de Inteligencia Federal –donde se forman los agentes de la PFA que van a dedicarse a esa especialidad–. Allí, además hacía una asesoría pedagógica: decía cómo se debían actualizar y reformular los programas de estudios o qué material debía incorporarse como bibliografía o incluso como filmografía.

En sus últimos años en la PFA, quienes la calificaban celebraban tantos los dotes que había tenido en la reunión de información como su capacidad de transmitir todo lo aprendido en las calles y en las aulas. En 2004, Isabelita pasó a retiro después de más de 35 años en el Cuerpo de Informaciones, pero no dejó las aulas. Al menos hasta 2019, siguió enseñando en el Instituto Universitario de la Policía Federal (IUPFA).

De infiltrada en Madres a formar a las nuevas generaciones de agentes de inteligencia.


La “transición”

Cuando llegó la democracia, Isabelita ya no estaba infiltrada en Madres. Un año antes, en su legajo figuraba que había sido detectada. Para diciembre de 1983, pasó a depender del Departamento de Protección del Orden Constitucional (DPOC). En esos años, el DPOC se encargaba, entre otras cosas, de custodiar a los magistrados de la democracia, recuerda el juez Juan Ramos Padilla –que tenía protección de esos agentes de la PFA mientras impulsaba investigaciones contra quienes habían secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido durante la última dictadura.

Certificación de que Isabelita estuvo infiltrada en Madres.

En marzo de 1989, el entonces procurador Andrés D’Alessio –que había sido camarista en el Juicio a las Juntas– la eligió junto con otros agentes policiales para investigar el asalto al cuartel de La Tablada de enero de ese año. Los “plumas” de la PFA tenían infiltrado al Movimiento Todos por la Patria (MTP) pero se enteraron tarde del ataque porque su “filtro” faltó a una reunión clave, según cuentan los periodistas Miriam Lewin y Horacio Lutzky en el libro “Iosi” –sobre el espía infiltrado en la comunidad judía–.

Al año siguiente, el DPOC consiguió información de que integrantes de la llamada “Brigada Che Guevara” iban a asaltar una escuela municipal del barrio de Barracas en el día de pago de sueldos. Cuando los miembros de la “Brigada Che Guevara” iban a emprender la fuga a bordo de un Renault 12 se toparon con los coches Falcon del DPOC. En la huida, las balas policiales mataron a una nena de seis años que jugaba en la calle con su perrito. El entonces ministro del Interior Julio Mera Figueroa reconoció ante los padres de la chica que los espías de la PFA habían sido responsables de la muerte.

Desde entonces, la PFA se dedicó a infiltrarse en las manifestaciones en las que se pedía justicia por Vanesa Perinetti, especialmente si eran convocadas por activistas de derechos humanos. En abril de 1993, Isabelita recibió una felicitación por la caída de un grupo de militantes, entre los que se encontraba Oscar Kuperman –a quien le hicieron seguimientos por más de dos años hasta lograr identificarlo y acusarlo de poseer explosivos–. Según el informe que figura en el legajo de Isabelita, esos seguimientos fueron incluso en marchas de Madres de Plaza de Mayo.

De lo que se desprende de su legajo, Isabelita fue parte, al menos, un tiempo de los seguimientos a la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP), que después reivindicó el atentado al médico policial Jorge Bergés, quien atendía partos en los centros clandestinos del Gran Buenos Aires. Que la ORP estuvo infiltrada no es novedad y mucho menos que el DPOC estaba detrás de esos menesteres.

Comisión de notables

El Cuerpo de Informaciones de la PFA –o de Inteligencia, como se empezó a llamar durante la democracia– es quizá uno de los organismos que más en penumbra permanece. Son pocos los “plumas” cuyas historias se hicieron conocidas. Uno de ellos es José Pérez –”Iosi”--; otro es Balbuena, el alumno de Isabelita.

“Tienen que poner fecha para el juicio a Balbuena, a quien denunciamos en 2013. También se debe investigar lo de Isabelita porque demuestra que siguieron todo el tiempo haciendo lo mismo”, dice la diputada Myriam Bregman –que reclama la disolución del organismo y que sus archivos sean enviados al Congreso–. Pese a un pedido de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para que se investigue si Isabelita estuvo involucrada en los secuestros de las Madres y de las monjas francesas en la Iglesia de la Santa Cruz, el fiscal Eduardo Taiano aún no le respondió al juez Ariel Lijo si impulsará esa pesquisa.

Son pocos los integrantes del Cuerpo de Informaciones que fueron investigados por delitos de lesa humanidad, aunque algunos de ellos eran conocidos de Isabelita.

En enero de 2002, el Cuerpo de Inteligencia creó una comisión de festejos, que estaría encargada del "evento conmemorativo de creación". Posiblemente, la idea sería tirar el Cuerpo por la ventana cuando, al año siguiente, se cumplieran los 45 años desde que se sancionó el decreto secreto que ordenaba su conformación. 

Como parte de esa selección de notables fue elegida Isabelita como primera vocal. La presidencia de la comisión estaba en manos de Carlos Francisco Villanova. Su nombre quizá no diga mucho, pero su apodo aún causa escalofríos entre los sobrevivientes de Campo de Mayo. Era “Gordo 1”, uno de los interrogadores más feroces de ese campo de concentración. Un represor que costó mucho tiempo identificar y que murió a principios de este año sin llegar a escuchar la sentencia en su contra. Es mejor no preguntar qué anécdotas habrán recordado en la celebración del aniversario del organismo de inteligencia que los vio crecer.

Un torturador y una infiltrada en Madres de Plaza de Mayo, encargados de los festejos del Cuerpo de Informaciones.


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