ARGENTINA: LA NOVIA, Agustina Kampfer


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Viernes, 18 de septiembre de 2015
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La novia

 Por Sonia Tessa
Era una cronista de televisión por cable, como otras, hasta que se puso de novia con el –entonces futuro– vicepresidente de la Nación y allí se convirtió en un nombre propio: Agustina Kämpfer fue, durante cinco años, la novia de Amado Boudou y se ve que el mote le gustó. Separada desde fin del año pasado, sus intervenciones en los primeros tiempos de “Intratatables” muchas veces mechaban alguna referencia a “Amado”, con la familiaridad de sus años en común. Justamente, en ese panel, donde la lógica del programa de chimentos atraviesa la discusión política, asumió la tarea de defender al gobierno nacional. Lo hace con las armas que tiene, no siempre las más informadas, o las más elaboradas. Pero con notable enjundia. A veces parece una niña diciendo “pero esto me gusta” y eso genera una cierta bronca en los propios. Habiendo tantas con más atributos y argumentos para hacerlo, allí está Agustina, con sus mohines y los clishes, para dar la frivolidad que le piden. Si está ahí, claro, es porque su participación rinde en medio del griterío permanente.
Y es ahí, en la televisión abierta, donde quiere estar y hacer valer su cara perfectamente redonda y sus ojos claros, que vela con la caída de pestañas de una mujer fatal. La cámara la busca, hable o no hable. Y ella no sólo quiere estar también se quiere quedar y sabe cómo: su romance con Jorge Rial la llevó a las tapas de las revistas y la novela promete continuar.
Cómoda como la novia de..., instalada con bombos y platillos en ese lugar ornamental que el patriarcado reservó a las mujeres desde hace siglos, ella cuenta en todos los micrófonos posibles que ahora le toca hacer de enfermera de su nuevo novio, también notorio, aunque por otros motivos. Entre risas y chistes, refuerza también aquello del cuidado como una consecuencia del amor, otra trampa machista para confinar a las mujeres al ámbito privado.
Claro que Agustina la usa a su favor, al menos a favor de lo que quiere y entonces desfila por programas y revistas, los de la mañana y la tarde, con su risa desenfadada y el desparpajo que la convierten en un personaje “divertido”, el atributo más ponderado en estos tiempos. Cultora del yoga, viajó más de una vez a la India. En la revista “Gente” contó, incluso, que empezó en el periodismo porque le gustaba escribir en una vieja Olivetti de sus padres. Esas notas la tienen como protagonista por –claro– su nuevo novio. Aunque parece que llegó para quedarse.
Ella es una mujer que sabe hacerse otros lugares, claro, pero siempre coquetea con la idea modosita de las mujeres que “son” para sus hombres. Las apariencias, sin embargo, no son del todo fieles porque ella sí que se preocupa por cimentar una carrera. Entre diciembre de 2011 y enero de este año, dirigió la revista “Minga! (Argentina y caliente)”, sobre rock y política, de distribución gratuita. Agustina asegura que su pasión es escribir, y la cultivó en la revista.
Que ella cuestione poco los estereotipos no la salvó de la difusión –el año pasado– de las fotos hot que le sacó hace una década el fotógrafo Walter Bosque, especializado en desnudos. Con eso, se hermanó con otras famosas como Kate Moss. Cuánto de aquello le permitió el volantazo en su carrera de los últimos meses, es difícil saberlo.
Que ella es mucho más que una cara bonita está claro, y tampoco quiere esta columna ensañarse con cualquier estrategia de una mujer para hacerse del lugar que desea. Pero es inevitable, para una feminista, sentir un cierto escozor cuando una periodista autodefinida como progre cuenta muy suelta de cuerpo: “Pensé que me iban a agasajar, a mimar y al final me la paso en la farmacia yendo a comprar medicamentos, con nebulizaciones, llamando al médico en vez de salir a comer afuera”, todo entre risas, claro, porque cuestionar ese lugar la aleja de ser divertida.

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