Exilio en Dumbarton , poema de Marta Zabaleta


  Reinaldo García Blanco mandó este poema que salió en la Revista Isla Negra

Marta R. Zabaeta. en su casa, con su hijo Tomás Alejo Hinrichsen Z. y su cuñado Tomás Sebastián Hinrichsen R, foto de .Yanina Hinrichsen Z. (c) 2015
Marta Zabaleta

Alcorta, Argentina- 1937 – reside en Inglaterra

Exilio en Dumbarton


Tal vez fue
porque llegué al exilio en Escocia con mi hija chilena
de pies congelados por su primera Navidad blanca
O si fue
porque mientras lloraba para adentro
le decía que esos 'crakers' con juguetes
que colgaban del árbol de Pascua
los había traído Lenin cuando llegó al río Clyde
y recorrido este mismo camino
hacia los obreros de los astilleros de Glasgow.
O si fue
porque la voz
de aquel hijo aun no nacido
me tronaba que quería ser argentino.
Ese hijo que nacería en la desolación del exilio.
¿vendría con un pan bajo el brazo?
Pero fue
en una tarde como esta
poblada de cien trinos, extraña tarde-noche
de verano, cuando ya sola,
al caminar por las calles de Londres
pensé en la arboleda de mi casa en el campo.
Y vi esos escudos rojos
parecidos a las banderas rojinegras
que avivaron mis sueños milenarios.
Y vi la sangre de Tania embarazada, 
cruzando el río,... el río de Bolivia
que jugaba las última burbujas sobre sus pieles bravas.
La vi caer atravesada por balas.
Sentí esa tarde
que debía subir al barco con mi abuela,
allá en Piamonte, como cien años atrás,
recorrer la bahía y seguir navegando,
hacia Raspallo.
Mi abuela solo sabía hablar italiano
por eso un día le vendieron
un tranvía que no vio nunca.
¿Será porque que no sabía el cuento del tío
en castellano?  Como ahora me estafan
a mí en un idioma extraño.
Puedo imaginarme su semana final,
cuando su corazón estalló al calor  
del incendio de las tres destilerías de Campana,
ciudad del Río Paraná adonde encontró otra patria.
Por eso, cuando murió mi madre en San Nicolás,
en sueños me embarqué de vuelta para Génova,
porque allí descansaría su corazón.
Vehemente flor adormecida
de locos amarillos y azulados trineos acuáticos
barrenando como martinetes la estela burbujeante de aquel barco,
dejando atrás las grúas de La Boca. Escuchando
como en las islas del Delta lloraba un urutaú,
Llora llora urutaú.
Ya no existe esa Argentina
donde nací como tú.
El exilio es ausencia.
Pero allá hay tambores, brincan las palomas que se sienten pueblo, otros Ches y muchas Tanias se levantan, Víctor Toro se monta a caballo de una estatua en el Bronx, y en Chile, cuatro hermanos mapuches están en huelga de hambre, y setecientos secundarios están presos, aunque gobierna una mujer que creían
iba a hacer herstoria.
Y como antes,
mientras Los Andes se cubren de un rojo verde oliva
se van creando una, dos, cientos, miles de fogatas,
que avivan la esperanza.

Que la paz llegue como mi abuelo vasco, 
con un pedazo de pan bajo el brazo,
que levanto en alto,
porque este verso que les canto
es contra la suerte de los mares.
Cuando llegues, si llegas, lucharás 
por ser de nuevo alguien.
Y en alguna parte te estaré esperando
para darte un abrazo.
                                                                                               Londres, 2015



Muchas gracias, a Reinaldo, por hacérmelo llegar, a Isla Negra por publicarlo, y a mi hija Yanina por ayudarme a poder abrir y leer el envío de la revista online. 

Marta R, Zabaleta

 

 




Comentarios

  1. Muy conmovido con este poema. No tengo palabras...
    solamente un nudo en la garganta...

    Ricardo Rodríguez Pereyra
    CABA

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  2. nuevamente,escribio RI, pero el 29 de julio de 2018
    Maravillosa. Testimonio de la memoria hecho poesía,


    Ricardo Rodríguez Pereyra

    Conicet, Buenos Aires


    Muchas gracias, amigo, compadre,compinche,colega.Abrazos. Hace 20 años nos conocimos en Halle,Alemania, te acuerdas? Cuando vos tenias todavia a tu pareja contigo.Un recuerdo tambien, entonmces,para tu muy querido esposo, Jose Fuster Retali.
    Marta, Inglaterra

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  3. Emocionante volver a leer tu poema y los comentarios de hace unos años. te abrazo, Ri

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