CHILE mural con fragmentos de la memoria
Fragmentos de la memoria individual quedaron plasmados en mural colectivo de usuarios del PRAIS |
Derechos Humanos | |
escrito por M.Eliana Vega |
En 2014, un grupo de usuario del Programa de Reparación Integral en Salud Mental, PRAIS de Concepción, dio inicio a un inédito proyecto de creación colectiva de un mural que reflejara parte de su memoria personal de lo vivido en dictadura. Luego de tres años de intenso y comprometido trabajo, el viernes 28 fue inaugurado.
Un clavel rojo, unas aves negras volando, un espacio vacío y la pregunta ¿Dónde estás, papá? Fueron las imágenes con las que Loreto Heredia plasmó parte de su historia desde el momento en que su padre, Juan, fuera sacado violentamente de su hogar por un grupo de carabineros armados con metralletas, el 16 de septiembre de 1973 sin que hasta hoy hayan sabido de su destino. Ese doloroso fragmento de su memoria personal forma parte del Mural Mosaico elaborado por un grupo de usuarios del Programa de Reparación Integral de Salud Mental, PRAIS de Concepción, en calle Maipú, frente a la Plaza Acevedo.
Fueron tres años de trabajo colectivo y participativo que la Brigada Muralista “Salvador Allende”, integrada por 14 personas, que culminó el viernes, con la entrega pública de este mural, que finalmente se convirtió en un proceso terapéutico para quienes participaron de la iniciativa.
Por eso, la ceremonia realizada ese día en las dependencias el PRAIS en Concepción, tuvo ribetes muy emotivos y evocadores, donde también asomaron las sonrisas y las anécdotas.
Amor, esperanza, solidaridad, pero también dolor, impotencia, exigencia de verdad y justicia… eso y mucho más fue quedando plasmado en cada trozo de cerámica, de loza, de vidrio, de carbón y en cada color con que se fueron tiñendo las flores, las aves, los rostros, el río, el paisaje, las palabras… que Marcela, Silvia, César, Lucy, Sara, Francisca, Trinidad, Loreto, José Miguel, Mariela, Florencia, Millaray, Carlos y Juan fueron dejando en la muralla que los acogió y les permitió reflejar y compartir sus sentires.
“Este no es solo un paisaje bonito, sino que es paisaje con significado, con símbolo y recuerdos.
.Muchas fueron las personas a lo largo de estos tres años nos manifestaron su admiración y respeto mientras trabajábamos, lo que nos emocionaba y animaba”, contó Francisca Miranda, una de las brigadistas.
Con la mirada fija en su madre Nancy, que la observaba emocionada, Loreto Heredia habló de su participación en el mural. “Cuando empezamos este mural escogí una parte y Carmen me preguntó qué quería plasmar en este muro y yo pensé en mi mamá, en su eterna búsqueda, en la agrupación a la que pertenece hace tantos años. Este clavel rojo que intenté hacer, porque no tenía idea cómo hacerlo, es el que tanto las caracteriza y la pancarta donde preguntan donde están. Le agregué este espacio físico vacío que representa ese mismo vacío que hay en el alma. Mientras avanzábamos empezaron a aflorar con mucha fuerza todas las emociones, los recuerdos que compartía con mi vecinas de muro y la impotencia no haber podido hacer más cuando llegaron a mi casa a llevarse a mi papá y el dolor que no pasa que está aquí, inamovible…Por eso, por todo el respeto que me merecen y la admiración que les tengo, este humilde homenaje es para la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y para mi madre…”. Sus palabras conmovieron a quienes la escucharon, mientras Loreto abrazaba a su madre.
El efecto terapéutico
Previa a la entrega pública del mural, en la sala de reuniones del PRAIS se desarrolló la ceremonia en que se entregaron diplomas a los integrantes de la Brigada Muralista y se entregaron detalles del proceso de confección colectiva desarrollado.
Acogiendo una idea de Marcela Espinoza, la antropóloga Carmen Durán –que había estado el frente de los murales realizados en el Memorial de los Estudiantes Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de la Universidad de Concepción y otro hecho en el cementerio de Laja- se dio a la tarea de impulsar esta nueva iniciativa.
Esta vez había un elemento distinto: se utilizaría un espacio abierto y público. Era un desafío. También recoger los relatos personales e incorporarlos a una mirada más colectiva.
Emotivo, conmovedor y sorprendente fue para Carmen ver cómo iban emergiendo las memorias, pero más aún “ver como en el camino esto le hacía tan bien a las personas. No fue la idea inicial hacer un taller terapéutico pero en el camino las mismas persona fueron diciendo “esto nos hace bien” , para mí fue un descubrimiento…”
Pero también la creación colectiva que se logró, con un grupo que se mantuvo desde el comienzo y que a medida que avanzaba el trabajo, fueron mostrando sus vetas creativas. “Yo fui un apoyo, un incentivo, y el resultado ha sido precioso”, dice con entusiasmo.
Cuando partieron, trabajaban toda la semana, pero después se fueron fijando días. Todo se hacía en grupo. Se conversaba la idea general y después cada persona elegía un motivo que le tocara directamente y luego se veía cómo se relacionaba con el conjunto para mantener una unidad en el mural. “Había mucha libertad de expresión y todos nos ayudábamos, también se iba creando sobre la marcha”.
A Carmen la capacidad y el coraje de cada persona para buscar y encontrar sus recuerdos más dolorosos, nunca dejó de impresionarla. “ Muchas veces las chiquillas decían yo lloro trabajando pero a la vez eso me permite ir limpiando mi alma, sintiéndome mejor, ir superando el trauma, el dolor, todo eso para mí fue una sorpresa porque yo no creí que eso podía pasar … Aquí, fragmento por fragmento se fue reconstruyendo algo y eso significó un efecto emocional en las personas que nunca pensé que pudiera ocurrir y por eso creo que cada cual llegó hasta el final porque estaba cien por ciento comprometido con lo que estaban haciendo. Esto no es un arte figurativo ni decorativo, sino que nace desde lo más profundo de cada persona y eso es muy bonito”.
Se entusiasma hablando de los distintos fragmentos que constituyen la unidad del mural donde en su inicio se destaca la figura de Salvador Allende… Y pese a que las historias son dolorosas y en algunas casos, traumáticas, el resultado es colorido, luminoso, esperanzador.
“Cada pedacito tiene un significado, el río, la araucaria, el carbón… Creo esto necesita una guía que vaya explicando cómo se fueron haciendo cada uno de los símbolos. Por ejemplo, esos pájaros que salen de la tumba vacía representaban a los familiares de Loreto… Cada imagen que se hacía tenía una búsqueda y una expresión muy genuina y el resultado es admirable”.
Juan Sandoval, que también fue parte de la Brigada en sus inicios, aunque el último año no pudo seguir por la enfermedad de su madre, reconoce que el taller fue un espacio de sanación, donde los participantes se empezaban a sentir mejor, a tener una actitud distinta. Destaca el trabajo colectivo que se realizó y el camino recorrido para lograr el objetivo final. Considera, asimismo, que experiencias como ésta podrían replicarse en Talcahuano, Penco o Tomé, en espacios públicos como aporte a la memoria colectiva.
Por M.Eliana Vega
31 de octubre de 2016.-
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