CUBA: la violencia de género y medidas esperables

Necesitamos propuestas de intervención

Por Sara Más
/ Foto: SEMlac
Desde que en Cuba se iniciaron las primeras investigaciones sobre la violencia de género hacia las mujeres y las niñas, en la pasada década del noventa, ha crecido el número de personas, entidades y grupos enfrascados en el estudio de este problema social.
Al decir de la doctora en Sociología Clotilde Proveyer Cervantes, precursora de estas investigaciones en el país, “el más importante aporte ha sido visibilizar el problema de la violencia de género como un problema social en Cuba”.
Sin embargo, entre aportes y carencias, la profesora de Sociología de la Universidad de La Habana aboga por seguir avanzando en varios ámbitos en los que se ha investigado y también en los que siguen vírgenes, en espera de novedosas indagaciones.
¿Podría caracterizar las investigaciones de la violencia de género en Cuba, qué las distingue?
En general hemos avanzado muchísimo en materia de investigación porque, cuando empezamos nosotras, no solo no había ninguna investigación, sino que no se reconocía la violencia de género como un problema social que atender.
El aporte de la investigación ha sido sustantivo para el reconocimiento de esa violencia por parte de las instituciones del Estado encargadas de la atención de este problema, para entender que les compete y hay que dedicarle atención.
Personalmente siento gran satisfacción cuando veo que ya hay una creciente conciencia y sensibilización, aunque todavía no a nivel de toda la población. Pero ya apareció el proceso de deslegitimización en la cultura de la violencia y eso es muy importante.
En la medida en que se llegue a más personas, será más efectivo el trabajo de prevención y la búsqueda de ayuda por parte de las mujeres que son víctimas; mayor será la intransigencia ciudadana ante ese problema y su compromiso por una vida sin violencia.
Se han hecho, sobre todo, caracterizaciones que han dado cuenta de cuáles son la principales manifestaciones en las diferentes regiones, el tipo de violencia que ocurre, cuáles no se reconocen todavía por la personas, cómo lo vivencian y cómo se sienten las víctimas, el papel de las instituciones, las carencias y fortalezas como país para atenderlo y hasta peculiaridades de Cuba respecto a otras regiones del mundo.
Pero no tenemos estudios de prevalencia, sino estudios parciales, fragmentados, de casos, con universos muy reducidos. Algo que no es exclusivo de la sociedad cubana, porque no solo hace falta preparación, voluntad política, sino también recursos para hacerlos.
La mayoría de los estudios caracterizan el fenómeno y hay una cantidad exigua referida a las experiencias de atención.

¿Cuáles han sido los principales ámbitos de investigación de la violencia de género en Cuba?
Se ha investigado más en las áreas de sociología, psicología y ciencias de la salud, con un trabajo más antiguo y diverso. Luego se han ido incorporando otros ámbitos como la comunicación y el jurídico.
Ya las investigaciones van adquiriendo la necesaria perspectiva de género, porque al principio había muy buenas intenciones, pero poco conocimiento; todavía pasa y por ello a veces los resultados son sesgados, inadecuados. No se puede estudiar la violencia de género sin que haya apropiación de la perspectiva de género al analizar esa realidad social
En el campo de las estadísticas también se van dando pasos, pero los estudios se han hecho sobre todo en las ciencias sociales, fundamentalmente en universidades, centros de investigaciones y algunas instituciones.
Las universidades han sido el motor para la investigación y también para la formación de formadores mediante cursos de capacitación, postgrado, maestrías y diplomados. Son saberes que se van multiplicando, porque hace falta determinado saber para hacer una adecuada interpretación
Hay zonas de silencio todavía. Cuando hace dos años hicimos una sistematización de las investigaciones, identificamos territorios sin publicaciones al respecto en revistas y redes sociales, como Ciego de Ávila, Camagüey, Isla de la Juventud y Manzanillo.

¿Cuáles son sus principales aportes? ¿Cuáles sus carencias?
El más importante aporte ha sido visibilizar el problema de la violencia de género como un problema social en Cuba.
Las investigaciones han permitido que tomemos conciencia de la necesidad no solo de investigar, sino de atender el problema de la violencia.
Todavía los resultados son incipientes. Está demostrado que sobre este asunto, cuando se investiga, lo que se conoce es la punta del iceberg.
Nos hace falta un estudio de prevalencia. También incorporar la investigación de violencia en los programas de la Academia de Ciencias y de las instituciones que rigen la investigación científica en el país, para que deje de ser solo una iniciativa y se convierta en mandato expreso para la actividad científica. Sería la manera de eliminar zonas de silencio, mediante una investigación abarcadora, que dé cuenta de los mismos aspectos a nivel nacional.
Además, hace falta introducir el tema en los currículos de todas las carreras que tienen que ver con la atención y prevención de este problema, porque necesitamos profesionales preparados en comunicación, medicina, magisterio, juristas, psicólogos. En Sociología ya lo tenemos incorporado.
Igualmente se necesita de una institución del Estado rectora del trabajo en todas las áreas relacionadas con la violencia, dígase formación, prevención, atención. El Grupo Nacional que durante años coordinó la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) jugó un papel extraordinario, colocó el problema en la agenda de las instituciones, les hizo recomendaciones. Es cierto que unas las tomaron más en serio que otras porque el grupo no tenía carácter vinculante, pero se necesita de acción desde el Estado.
Nos hacen falta centros de atención integral, donde la mujer reciba apoyo, atención, sea derivada a otros servicios, encuentre ayuda económica y otras facilidades ante su drama. Las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia hacen un trabajo loable, pero carecen de personal y recursos para cubrir esa labor, no está en su perfil. Están supliendo en este momento las carencias de las instituciones responsables.
Hace falta tener protocolos de actuación en las entidades correspondientes: la policía, los hospitales, los tribunales y otras. También se necesita visibilizar en las leyes la problemática de la violencia de género
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¿Hacia dónde recomendaría orientar la brújula de esas investigaciones en el contexto actual?
Necesitamos hacer propuestas de intervención, lo mismo de atención que de prevención, pero consolidadas, bien estructuradas y aplicadas; es poco lo que se ha hecho al respecto.
Es necesario también el trabajo directo con las víctimas, porque no conocen sus derechos, no saben de las instituciones que las pueden ayudar, no se conoce el drama que viven.
Hay que estudiar más a los victimarios y mirar integralmente hacia las implicaciones que tiene este problema no solo en el área de la salud, sino también en las vidas cotidianas de esas mujeres, sus relaciones personales y familiares, el impacto en sus hijos y proyectos de vida.
Está virgen el terreno de la investigación, por eso insisto en la necesidad de contar con una institución rectora frente a lo que se investiga, para que no haya duplicidades y poder cubrir los vacíos que todavía tenemos.


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