El silencio hacia las mujeres lesbianas y trans es violencia
Por Lirians Gordillo Piña / Foto: SEMlac

Abordar de manera amplia e inclusiva la violencia por motivos de género es un reclamo de grupos de mujeres lesbianas, bisexuales y trans en Cuba. Para la activista Mercedes García Hernández, la lesbofobia y la transfobia también son expresiones de violencia machista y la vida cotidiana da muestra de ello.
La integrante de la red Humanidad por la Diversidad (HxD), que acoge el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), cree importante romper el silencio que invisibiliza a quienes no cumplen con la norma heteropatriarcal.
¿Por qué podemos afirmar que las mujeres lesbianas, bisexuales y transgénero también sufren violencia de género?
El género es una construcción cultural que pauta rígidamente lo que “es” un hombre y una mujer; se nace mujer o varón y la sociedad te construye como uno u otro género. Desde este concepto, las personas con identidades no heteronormativas están excluidas.
La violencia que sufren mujeres homosexuales, bisexuales y trans está totalmente invisibilizada en las campañas dirigidas a eliminar la violencia contra la mujer, pensadas desde la heteronormatividad hacia la mujer de pareja heterosexual, que siempre es violentada por un hombre: su padre, el marido, un amigo, etc.
No solo el golpe es violencia. El silencio, el no ser reconocidas, son actos de una violencia real. Las mujeres trans existen muchísimo menos que las lesbianas. Lamentablemente, muchas veces son expulsadas de las escuelas desde temprana edad, no terminan una carrera universitaria como tal vez la terminamos otras mujeres.
Los casos de violencia de mujeres en parejas o uniones homoeróticas no están visibilizados ni estudiados, y mucho menos protegidos por la ley. La mujer heterosexual que denuncia la violencia puede ser protegida por la institución policial, atendida en las Casas de Orientación a la Mujer y la Familia, puede tener protección en el hospital; existe una red que, si bien es insuficiente, brinda cierta ayuda.
En nuestro caso, cuando sucede un hecho de violencia doméstica y alguna se llena de valor y hace una denuncia, no es considerado por la policía como algo que realmente merece estudio y ayuda.
Muchas veces la misma homofobia puede ser utilizada para violentar a la pareja diciéndole: ¡te voy a denunciar, voy a ir a tu trabajo, voy a decir que tienes sexo conmigo! y así obligan a las personas a permanecer en el closet o a salir violentamente de él de una forma que puede causar un trastorno físico o emocional.
Yo pienso que la violencia de género es excluyente, es cárcel en sí misma, y estaríamos cometiendo un error político imparable con la propuesta de iniciativas, legislativas o no, que dejen fuera a otros seres humanos, como por ejemplo las mujeres trans y lesbianas.

¿Cuáles son los impactos más fuertes de la violencia machista para estas personas?
Pagamos un precio altísimo por nuestra orientación sexual e identidad de género. Primero está la invisibilidad, incluso haría un llamado a la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) a que nos apoye. Las mujeres lesbianas y trans tenemos derecho a que nuestras especificidades sean tratadas, pues nos perdemos en ese mar de heterosexuales con necesidades propias a su orientación sexual y que sí son reconocidas.
No todas podemos ser madres, se nos arrebata ese derecho; no tenemos la posibilidad de la reproducción asistida o a una asistencia primaria de salud a favor de nuestras necesidades. Una va al médico y recibe violencia ginecológica, pues no se tiene en cuenta, por ejemplo, que algunas mujeres nunca han tenido relaciones sexuales con penetración y existen dispositivos ginecológicos invasivos para ellas. Muchas mujeres lesbianas no asisten a la consulta de ginecología por desconocimiento y porque lo sienten como una agresión violenta. Situación que las pone en riesgo de padecer cáncer cérvico-uterino y enfermedades relacionadas.

¿Cómo pudiera hacerse visible la violencia que sufren las mujeres lesbianas, homosexuales y trans?
Primero, reconocer que existe, aunque no se recoge estadísticamente por el enfoque actual. La violencia machista es un problema de salud, un problema social que afecta a muchas personas, no solo a mujeres heterosexuales.
Hace falta reconocer que necesitamos una ley contra la violencia por motivos de género que no olvide estas realidades latentes, ni aquellas mujeres que quedan en el silencio.

¿Qué acciones pueden fortalecer a estas mujeres para luchar contra la violencia de género y la desigualdad?
Lo primero es empoderarse con información. Tenemos el derecho humano a la información basada en el conocimiento científico. Hay que comenzar desde edades tempranas a educarse en estos temas, pues hay mucho que desaprender y desde esas nuevas posturas de emancipación podremos construir otras relaciones, imaginarios y espacios.
Lo otro es que las estructuras del Estado, más allá de que exista una ley o no, atiendan las particularidades de las personas con identidades no heteronormativas. Así la mujeres lesbianas, trans, bisexuales se sentirán protegidas, apreciarán que la denuncia es importante y no estarán aisladas, solas, sin saber qué hacer ni a dónde ir. No existen redes de ayuda en estos casos y muchas no hacen la denuncia por miedo a no ser protegidas y a ser víctimas de mucha más violencia por su pareja o el medio social.

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