HONDURAS: sí a la píldora del día después, dice Regina Fonseca

Hagan las leyes que quieran: son de ustedes, no son nuestras!
Y sin embargo se mueve…
Galileo Galilei


Cuando  leí los planteamientos esgrimidos por la Corte Suprema de Justicia, en la opinión esperada desde hace casi tres años, diciendo que no es inconstitucional prohibir la comercialización y el uso de la anticoncepción de emergencia me asaltaron varios sentimientos.
Por un lado lamente la enorme contradicción de este ente que dice basarse en la protección de la vida desde el momento de la concepción y por otro lado se olvida de las vidas de mujeres ya nacidas, que pudiendo evitar un embarazo que no desean, sea porque fueron violadas o porque simplemente no lo  quieren y lo evitan, están condenadas a embarazos forzados, a una muerte evitable por un embarazo de riesgo o hasta a un suicidio… todo porque el Estado no les proveyó de uno de los medios –el único posible en caso de violación – que evita un embarazo no deseado.

No estoy exagerando. Conozco muchos casos de mujeres que no quieren salir embarazadas, se embarazan y se ven orilladas a abortar. También conocí casos de mujeres –especialmente adolescentes – que prefirieron quitarse la vida antes que enfrentarse con ese destino de un embarazo que no desearon. A eso nos condena la justicia de este país. Eso, señores, podrá ser justicia para ustedes pero no para nosotras las mujeres.

Lamento mucho que a este Estado, sus gobernantes y todas las instituciones que pretenden gobernar nuestras mentes y nuestras vidas, tal gobierno y control no es porque les importamos, somos solo instrumentales a ellos y a sus necesidades: tienen quién cuide de la casa, quién cuide los y las hijas, quién tenga sexo con ellos aunque después ellos se desentiendan de las consecuencias. Lamento que el ejercicio de nuestra ciudadanía pretenda ser limitada más y más.

También sentí desprecio. Me llena de desprecio los hombres y mujeres cobardes, que frente a la evidencia científica, prefieren decir que está bien prohibirnos utilizar el método anticonceptivo que queramos, o el único que es posible utilizar después de una acto sexual no protegido –con o sin consentimiento. Solo pueden ser eso: cobardes, cuya cobardía –si existe un cielo- no los conducirá a él.

También sentí indignación. Me indigna que las iglesias, o mas bien algunos y algunas de sus miembras con directrices fundamentalistas, obedientes y sumisas a los mandatos de hombres que dirigen esas iglesias (mujeres con excelencia académica en patriarcado), continúen después de más de 500 años manoseando las conciencias ajenas, especialmente de mujeres, bajo la condena excomunión e infierno. Ellos y ellas han manipulado “opiniones científicas”, “opiniones jurídicas” y decisiones políticas. Lo han venido haciendo por años y son capaces incluso de conducir golpes de estado, terrorismo de estado, guerras y genocidios, todo en nombre de su dios.

También tuve certezas. Tengo la certeza, sé, que nosotras las mujeres hemos ido por la vida a lo largo de los siglos, vamos y seguiremos yendo con nuestra vida llena de plenitud y resistencias. Los hombres de este y de cualquier gobierno –y las mujeres que les acompañan, con excelencia académica en patriarcado- podrán escribir y hacer las leyes que quieran intentando amarrarnos, encadenarnos, expropiarnos de nuestros cuerpos y de nuestras vidas, pero muchas nos iremos resistiendo. Desde la campesina analfabeta que aprovecha el viaje al centro de salud a vacunar a sus hijos para, de paso, ponerse su inyección; la joven que a hurtadillas consigue  condones; la amiga que le dice a la otra amiga cómo se usan las pastillas anticonceptivas después de la relación sexual no protegida;  la mujer madre que frente a un marido que la obliga a tener relaciones sexuales (que en los países civilizados se llama violación en la relación de pareja) se toma las 4 pastillas anticonceptivas a la mañana siguiente y las otras 4 doce horas después; hasta aquellas que abortan – abortamos- porque creemos que los hijos e hijas debemos traerlos al mundo por amor, no por accidente o por obligación.

Siento también fuerza. Fuerza para decirles que nosotras desde nuestros espacios, con otras mujeres, con nuestras hijas, nuestras hermanas vamos a seguir transgrediendo este sistema que busca controlarnos, oprimirnos, dominarnos, castigarnos. Somos aire, somos agua entre sus manos, somos aves libres que vamos enseñando a otras a volar como volamos nosotras. No somos suyas. Somos nuestras, no nos van a detener esta apuesta libertaria, profundamente humana!

Cárcel o infierno, son sus reglas. No las nuestras. Nosotras decidimos cuáles son nuestras reglas o si queremos tenerlas.

Regina Fonseca
Centro de Derechos de Mujeres
Honduras
Tegucigalpa, 14 de febrero de 2012
 ALTAMENTE RECOMENDADO
Dra Marta R. Zabaleta 
Londres

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