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El aborto no es un asesinato
La actriz Muriel Santa Ana habló de aborto. De uno que se hizo ella a los 24 años, y estallaron las redes sociales. Hasta la tildaron de asesina por “abortar por no querer ‘ser’ madre”. En la Argentina, la interrupción voluntaria de embarazo no se considera un homicidio. El Código Penal no lo define así: incluso, prevé una pena significativamente menor porque se entiende que no se está matando a una persona.

Cada año, en el país, alrededor de medio millón de mujeres recurren a esa práctica, de acuerdo con estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación. Lo hacen en la clandestinidad, con los riesgos que ese contexto implica. Las tasas de mortalidad por aborto siguen altas. Se mueren las más pobres. La difusión del aborto con pastillas favoreció el acceso a interrupciones seguras de embarazo a menor costo. Hoy cientos de mujeres, de distintos sectores sociales, gestionan su propio aborto, con el acompañamiento de una socorrista.

Muchas de las mujeres que abortan ya tienen hijos y consideran que ese embarazo que acaban de confirmar, no encaja con su proyecto de vida. Abortan mujeres católicas, sin religión, con pareja, sin ella, casadas, o solteras. Algunas en clínicas clandestinas. Otras, en sus casas.  No son asesinas.

En casi todo el Primer Mundo, el aborto es una intervención legal: no hay que dar explicaciones, simplemente pedirlo. Y hasta la cubre la seguridad social. Es decir, se trata de un derecho. Las mujeres tendríamos que tener también ese derecho en el país. Desde 1921, está permitido cuando corre riesgo la vida o la salud de la mujer o si el embarazo es producto de una violación o un abuso sexual. Está escrito en el artículo 86 del Código Penal y lo ratificó la Corte Suprema en un fallo histórico –conocido como FAL—en marzo de 2012.

Que a una mujer le cueste convertirse en madre y lo logre a edad avanzada, con mucho esfuerzo, no le da derecho a descalificar a quienes optan, eligen, por interrumpir una gestación, y no tener hijos.
Las mujeres, en general, no van alegremente a abortar. Pero la posibilidad de interrumpir ese embarazo que no quieren continuar es un alivio, es lo que más quieren en ese momento. Las niñas abusadas suelen decir: que me saquen “eso”. “Eso” que no buscamos, que no deseamos, que no pedimos. El aborto es el último recurso al que apelamos cuando no queremos seguir con una gestación forzada. A veces un método anticonceptivo falla. ¿Cuántas veces te pasó? A veces tuviste una relación sin protección. ¿A cuántas personas les sucedió en la última semana? A veces, planificaste un embarazo en un contexto amoroso, y cuando la gestación se concreta, la relación se rompe y consideras que no es el mejor momento para tener una criatura. Seguramente conocés alguna mujer que vivió esas circunstancias. ¿Pensás que esa amiga o tu hermana o vos misma, que alguna vez abortó, es una asesina? Seguramente, no.

La maternidad debe ser una elección. No una imposición. Para algunas mujeres puede ser una forma de “realización” personal, su máximo objetivo en la vida. Pero no lo es para todas. Hay mujeres –y varones también—que eligen no tener hijos. Esa elección no los hace peores personas.
Muchas mujeres tenemos la posibilidad de elegir cuando tener a nuestros hijos, sin haber tenido que recurrir a un aborto. Pero la interrupción voluntaria de un embarazo –como marcan las estadísticas—no es una situación excepcional en las vidas femeninas.

En los países en los que está despenalizado –Estados Unidos, Canadá, Rusia, la mayoría de los países de Europa, Sudáfrica, Cuba, entre tantos—el aborto está permitido a demanda de la mujer durante cierto período de gestación. ¿Son asesinas las mujeres que abortan en España, Italia, Alemania, Dinamarca, Francia…? No. El Estado les da la posibilidad de decidir sobre sus cuerpos. Ni más ni menos. Además, donde está despenalizado, las tasas de aborto disminuyen porque tienen acceso a educación sexual integral durante su escolaridad, y a métodos anticonceptivos cuando los necesitan. El aborto, de todas formas, no es solo una cuestión de mujeres. Nosotras ponemos el cuerpo. Siempre. Pero para que haya embarazo tienen que haber esperma (todavía): in situ o in vitro.

La demora en discutir la despenalización y legalización del aborto en Argentina nos coloca a las mujeres como ciudadanas de segunda categoría. Ni siquiera está garantizada la educación sexual integral en todas las escuelas. El lema de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto es simple y claro: “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”. ¿Tanto cuesta que lo entiendan?

Si los hombres se embarazaran el aborto estaría permitido. ¿Quién tiene dudas?

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