ARGENTINA-NORA CORTINAS CUMPLE 88 ANOS
Hola amigas y amigos,
Les comparto este relato de Nora Cortiñas cuando ella tenía 69 años.
Ayer
22 de marzo, cumplió 88 años y lo celebramos junto a ella en la Plaza
de Mayo, en la ronda de los jueves alrededor de la estatua de la
Libertad.
Les envío un abrazo
Claudia
Claudia Hasanbegovic Ph.D.
Abogada, Consultora, Investigadora
Oficina:
(1055) CABA
-
De madre
biológica a madre política...
"Soy Nora
Morales de Cortiñas, cofundadora e integrante del movimiento de Madres de
Plaza de Mayo- Línea Fundadora. Tengo 69 años. Nací en Buenos Aires,
Argentina. Parí dos hijos. Uno de ellos, Gustavo, está desaparecido. No hace
mucho tiempo atrás, murió mi esposo. Mi matrimonio duró 50 años. Yo fui una
mujer tradicional, una señora del hogar. Me casé muy joven. Mi marido era un
hombre patriarcal, él quería que me dedicase a la vida familiar.. En ese
entonces yo era profesora de alta costura y trabajaba sin salir de mi casa,
enseñándole a muchas jóvenes a coser. Vivía todo muy naturalmente, como me
habían educado mis padres.
Sabía de la militancia política de Gustavo y de su trabajo solidario en
barrios humildes. El no nos ocultaba nunca nada. Se casó siendo un muchacho,
cuando estudiaba Ciencias Económicas en la Universidad de Buenos Aires. Tenía
24 años, una esposa y un hijo muy pequeño. Lo desaparecieron el l5 de abril de
l977. Salió una mañana fría y no llegó más. Lo secuestraron en la estación de
tren, mientras iba camino a su trabajo. Esa noche un operativo militar y
policial allanó mi casa, en donde estaba mi nuera. Afortunadamente, a ella no
le hicieron nada. Fue un milagro teniendo en cuenta que, en la mayoría de los
casos, al no encontrar a la persona buscada se llevaban a cualquier familiar
en represalia.
A partir de
ese momento comenzó una larga peregrinación por encontrar a Gustavo. Enviamos
cartas al Papa, presentamos recursos de habeas corpus en los juzgados;
recorrimos iglesias, dependencias oficiales, cuarteles, morgues, organismos de
derechos humanos y visitamos a políticos, periodistas, intelectuales, curas y
militares. Sólo queríamos que nos dijesen la verdad. Aunque, lo que relaté es
lo único que pudimos saber de él en todo este tiempo. Hasta ahora no tengo
otra información.
Perder un hijo es siempre una tragedia pero hay que
elaborarlo para no quedar prendida en ese laberinto y poder ayudar a quienes
están en la misma situación. La soledad nunca es una buena receta si se quiere
saber la verdad. Siempre se consideró que el duelo debía hacerse
de puertas para adentro. Antes, las mujeres se encerraban en su dolor y
quedaban prisioneras de la angustia. Vivían la pérdida con resignación. Si no
me equivoco, la escritora Nicole Loreaux es la que cuenta que siempre existió
una relación estrecha entre el duelo y las mujeres(51).
Ella dice que en la antiguedad, el duelo tenía lamento femenino pero la
sociedad no la quería escuchar y el orden político no quería ser puesto a
prueba por ese grito de dolor. Por eso todo era intramuros.
Actualmente
con los grupos, las mujeres se fortalecen, se sienten útiles y descubren que
el horror es algo que no sólo le pasa a ellas sino también a muchísimas otras.
Todas tenemos puntos en común: fuimos madres y hemos perdido a un hijo. Nadie
suplanta al hijo que perdiste; pero cuando esa pérdida no fue por un
accidente, por una enfermedad y cualquier eventualidad, sino por haber sido
secuestrado, torturado y después desaparecido su cuerpo, el
dolor adquiere otra dimensión. Pero también tenemos otras diferencias: al no
estar el cuerpo es imposible hacer el duelo. Nos queda la incógnita de ese
cuerpo que nos niegan. Sin él, no podemos elaborar la muerte y darle la
sepultura que se merece. Es el ser y no ser. La angustia se transforma en
letanía. Las preguntas no cierran y la tragedia tampoco cierra. Una se
interroga permanentemente. Nuestros hijos no están muertos. Están
desaparecidos.
Cuando una
madre encuentra el cuerpo de su hijo, lo deposita donde corresponde y, de
alguna manera se conforma. Es un hecho privado. En cambio,
lo nuestro es querer hacer un duelo sin cuerpo. No nos conformamos y por eso
es un hecho político.
No quisiera
competir en quien sufrió más, pero lo vivido por las Madres fueron violaciones
a los principios más fundamentales de los derechos humanos cometidos por el
Estado, en manos de un gobierno militar terrorista.
Azucena
Villaflor fue la que lanzó nuestra proclama inicial: "Todas por todas y todos
son nuestros hijos" ¿ Qué queremos decir con ésto? Es una
promesa implícita de las Madres: nuestra lucha no es individual, es colectiva.
A lo largo de estos años, si no fuera por esta filosofía hubiese sido muy
difícil afrontar tantas adversidades: varias madres murieron, otras debieron
criar a sus nietos por la desaparición de los padres. A algunas compañeras les
desaparecieron todos sus hijos, a otras les quitaron la posibilidad de criar a
sus nietos, porque esos niños también fueron secuestrados junto con sus padres
y mantenidos en cautiverio, hasta que los asesinos de sus familiares se los
apropiaron y después los registraron con una identidad falsa. Sólo la fuerza
que te da el conjunto permite seguir la búsqueda.
Nosotras ya no
somos madres de un solo hijo, somos madres de todos los desaparecidos. Nuestro
hijo biológico se transformó en 30.000 hijos. Y por ellos parimos una vida
totalmente política y en la calle. Los seguimos acompañando, pero no de la
misma manera como cuando estaban con nosotras:
revalorizamos la maternidad desde un lugar público. Somos Madres a las
que se nos sumó un nuevo rol y en muchos de los casos no estábamos preparadas
para ello. Transmitimos algo más de lo que antes le transmitíamos a nuestros
hijos: el espíritu de la lucha y el compartir otras luchas. En fin, aprendimos
a dar y a tomar. Esa necesidad por entender la historia de nuestros hijos fue
la que nos mantuvo enteras, la que nos llevó a ocupar espacios hasta ese
momento desconocidos por nosotras .
También nuestro entorno familiar se alteró. Por
ejemplo, mi marido me celaba y discutíamos bastante porque mi independencia se
iba fortaleciendo a lo largo de nuestro accionar. A veces, por miedo, él se
ponía obsecado. Mi familia estaba muy temerosa por mi suerte. Era frecuente
que después de la ronda, terminásemos presas.
Yo
tengo otro hijo quien después de la tragedia, creyó ser único. Sin embargo,
con mi activismo pasó a ser invadido por todos los otros hijos que buscamos.
Yo viví durante muchos años la tensión de ser dos madres a la vez: la
biológica y la política. Al principio no me daba cuenta que tenía otro hijo,
hasta que sus planteos cotidianos fueron un llamado de atención. Ahora, él me
ayuda, colabora conmigo, sin ser un activista. Pero no fue el único en la
familia que sintió abandono. Mi nieto, el hijo de Gustavo, me veía como una
abuela "rara". La situación se fue revirtiendo a partir de los comentarios
elogiosos que hacían sus amigos sobre nuestras luchas. Al crecer él comprendió
que, si yo no me ocupaba de la manera que me pedía, era porque buscaba a su
padre .
El 30 de Abril de 1977, nuestro primer día, éramos muy
poquitas y todas estábamos atravesadas por el miedo y la
angustia. Mientras averiguábamos por el paradero de nuestros hijos nos íbamos
encontrando con mujeres y hombres en la misma situación. Entonces comenzamos a
juntarnos para descubrir las causas, para consolarnos. No nos unían opiniones
políticas ni religiosas sino la tragedia, la búsqueda incansable. Ahora bien,
desde el inicio en vez de estar quietas decidimos rondar. No obstante, durante
los cuatro primeros meses de reuniones lo que hacíamos era estar
paradas.
Las vueltas
comenzaron casi por orden de la policía que nos hacía circular. La razón fue
muy simple: como el estado de sitio no permitía que las personas se juntasen
en las calles se nos ocurrió caminar alrededor de la plaza. Fue Azucena
Villaflor la que propuso esa idea. Allí podíamos expresar nuestro dolor,
nuestra angustia y la gente al vernos se iba enterando de
lo que estaba sucediendo.
Desde el principio siempre fuimos mujeres. Quizás, el horario elegido
no permitió que los hombres nos acompañasen por sus obligaciones laborales
¿Por qué elegimos jueves? Fue una decisión azarosa. Una madre contó que en la
tradición popular los días que se escriben con R traían mala suerte: entonces
quedaba sólo lunes y jueves. El primero era imposible ya
que nosotras teníamos tareas pendientes del fin de semana por ser amas de casa
. Por ejemplo, lavar la ropa. Entonces decidimos por el jueves. Y en cuanto a
la hora, se eligió el momento de mayor concentración de
gente justo a la salida de sus oficinas. Así fue nuestro
comienzo: rondar los jueves a las 15,30.
Recién en
1980, empezamos a usar el pañuelo blanco en la cabeza con el nombre y apellido
del familiar desaparecido, bordado. Fue en la peregrinación
hacia la Basílica de Luján, convocada anualmente por la juventud católica. Era
nuestra oportunidad: la Basílica estaba repleta y, en
especial, de jóvenes. Llevábamos folletos para repartir y
frente a tanta multitud debíamos identificarnos. Surge en su momento, como una
forma de reconocernos entre nosotras. En realidad, cuando comenzamos a
utilizarlo no era un pañuelo sino un pañal de bebé; todas teníamos alguno en
las casas por nuestros nietos. Así, sin quererlo, fundamos el símbolo de las
madres. La identificación del nombre del desaparecido posibilitó que se
acercaran aquellas personas que disponían de información sobre el paradero de
nuestros hijos.
Tuvimos que
acostumbrarnos a la vida pública, a las nuevas relaciones, a que nuestra
intimidad ya no fuese la misma, a viajar mucho, a tener otro lenguaje, a
prepararnos para la discusión con gente del poder, a hablar en los medios de
comunicación y a ser reconocidas por la calle. Yo diría que nos hicimos
mujeres públicas. Mi caso lo ejemplifica: de ser una ama de casa, fui
creciendo y capacitándome hasta lograr el título de psicóloga social. Ahora
soy titular de la "Cátedra Libre Poder Económico y Derechos Humanos", de la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.
Al principio muchísima gente nos miraba con cierto recelo. En los
primeros años estábamos muy solas. Nadie rondaba con nosotras. Teníamos
inconvenientes con los otros organismos de derechos humanos, algunos de ellos
estaban integrados por gente de partidos políticos y tenían otras formas
organizativas y otros compromisos... Incluso nos costó mucho compartir ese
espacio de resistencia con las feministas. Ellas comenzaron a venir a la Plaza
de Mayo a principio de los ochenta. A las Madres, estas nuevas ideas sobre el
ser mujer nos producía confusión y temor y no siempre fueron bien
interpretadas. A muchas nos resultaba muy difícil descubrir el carácter
patriarcal de la maternidad. Hay que comprender que nuestra identidad como
movimiento fue configurada a partir de ese rol tradicional.
De nosotras se
desprendió un grupo de Madres que buscaban a sus nietos nacidos en cautiverio
y así surgió la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo, nucleadas bajo el lema
" Identidad, Familia, Libertad ".
Nuestra causa
ya no es sólo la búsqueda de nuestros familiares sino también la conquista por
la liberación de las mujeres, el respeto a la libre determinación del cuerpo,
a las minorías de opción sexual, religiosas y culturales. Es doloroso decir
que el desprendimiento de la vida doméstica y privada y el salto a la vida
pública se llevó a cabo porque tu hijo/a está desaparecido/a. Pero ya no se
vuelve atrás".
( Testimonio
extraído del ensayo “El Movimiento de Madres de Plaza de Mayo” de Mabel
Bellucci en Fernanda Gil Lozano y otras
(compiladoras) Historia de las Mujeres en la Argentina. Tomo II. Editorial Siglo XX, 2000)
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