FINAL DEL MUNDIAL DE TANGO
UN TUCUMANO Y UNA URUGUAYA, CAMPEONES EN “TANGO DE PISTA”
El piso quedó lleno de viruta
Sebastián Acosta y Lorena González, los ganadores del Mundial de Tango en la categoría que reproduce el baile de las milongas, representaron a Buenos Aires, la ciudad donde están radicados. Al cierre de esta edición se premiaba la variedad de “Escenario”.
Por Karina Micheletto
Una nueva edición del Mundial de Tango definió el lunes pasado, en la primera final que tuvo lugar en el Luna Park, a los nuevos campeones de la categoría “Tango de pista”: la pareja conformada por el tucumano Sebastián Acosta y la uruguaya Lorena González, ambos radicados en Buenos Aires y que, por lo tanto, compitieron representando a esta ciudad. Al cierre de esta edición, la categoría “Tango escenario” –la que, a diferencia de la primera, no reproduce el baile que se da en las milongas, sino que se centra en el despliegue coreográfico de las parejas– definía en el mismo escenario a sus campeones.
Las cuarenta y un parejas que llegaron a la final se dividieron en cuatro rondas, que fueron girando a la vista del jurado, en el estricto sentido inverso a las agujas del reloj. Julio Balmaceda, Eduardo “El Nene” Masci, Jorge Firpo, Olga Besio, Javier Rodríguez, Vilma Vega y Clod Murga fueron los integrantes de este jurado tanguero que, a diferencia de años atrás, estuvieron ubicados de cara al público, a la vista de cada gesto y cada mirada para la puntuación ronda a ronda. Dos parejas colombianas se quedaron con el segundo y tercer puesto: Alexandra Yepes y Edwin Espinosa, de Bogotá, y Alejandra Sánchez y John Alexander Moncada Rojas, de Cali, quienes no ocultaron su emoción al momento de la premiación.
La efervescencia del público milonguero pudo sentirse desde que empezó a llenar las gradas temprano, en forma de hinchada, grito de aliento o ese aaaaahhh aprobatorio después de que se anunciaba cada tema a bailar, tres por ronda, conocidos en el momento por las parejas, guardados en estricto secreto por el musicalizador tanguero, Marcelo Rojas, otra figura importante de la noche. Desde los tangos de cadencia más lenta hasta aquellos que comprometían a los bailarines en figuras más arriesgadas (y que arrancaban inmediatos aplausos), cada tema iba despertando un juicio en sí mismo por parte de la tribuna avezada: podía ser la orquesta de Di Sarli, con “Cuidado con los 50”; la de Troilo, con “Te aconsejo que me olvides”; la de Gobbi, marcando el ritmo de “Si sos brujo”; la del siempre bailable D’Arienzo, invitando con “El nene del Abasto”. Cada estilo, con sólo sonar, arrastraba detrás una historia, una adhesión, podría decirse una fe.
Antes, la noticia había sido que las entradas –entregadas de manera gratuita– se habían agotado en poco rato, tras largas colas para obtenerlas. Algo habrá que ajustar en próximas ediciones para evitar la cantidad de butacas vacías que se vieron, quizás aumentadas por el frío. El calor del Luna Park, de todos modos, alcanzó para aliviar el invierno que afuera había llegado de sopetón, en forma de una llovizna helada y persistente. Adentro, el templo del boxeo fue puro fervor milonguero, y en ese movimiento apasionado –que visto de afuera suscita la admiración y hasta la envidia que genera hoy por hoy cualquier bandera que se pueda izar con convicción– radica gran parte del éxito de esta convocatoria, bien trabajada además desde el punto de vista organizativo.
En medio de esta férrea y expresiva convicción tanguera, la intervención musical a cargo de Sandra Mihanovich –un homenaje a Eladia Blázquez, que tuvo la virtud de haber sido especialmente trabajado para la ocasión– pareció desentonar un tanto con el clima general del evento. Versiones de “El corazón al sur”, “Siempre se vuelve a Buenos Aires”, “Somos como somos” o “A un semejante” privilegiaron en los arreglos un camino melódico que las alejó de todo ese fervor tanguero, situándolas en otra escena. El final, con “Honrar la vida”, sirvió de todos modos a modo de corolario emotivo.
Otro momento para la emoción tanguera se vivió de forma casi espontánea. La gran diferencia de esta final con las anteriores fue que en esta ocasión no llegó ninguna pareja mayor de 60 años: viejos milongueros de esos que gastan la pista a fuerza de haberla pisado largo, portadores de estilos y famas barriales. Para saldar esta cuestión, la organización decidió dar una mención especial a la pareja “mayor” que más puntaje obtuvo en las rondas eliminatorias, la conformada por Olga Albacete y Franciso Aló. Casi de prepo y fuera de programa, la hinchada tanguera los llevó a demostrar sus dotes ahí mismo “Al compás del corazón”, delineando así una de las postales de la noche.
Felices con el título, con el premio de 40 mil pesos, pasajes y una gira de dos meses por Japón asegurada, la pareja de Acosta y González –la número 4– levantó entre lágrimas la copa de “Tango de pista”. Atrás quedaron las 574 parejas que llegaron a la final provenientes de 42 países, las más de 900 que pasaron por las instancias preliminares en diferentes provincias argentinas y en lugares como Castel Volturno (Italia), Beijing, Moscú, Tokio, Seúl y San Francisco. Atrás también quedaron sueños de campeones. Al menos hasta la próxima edición.
Las cuarenta y un parejas que llegaron a la final se dividieron en cuatro rondas, que fueron girando a la vista del jurado, en el estricto sentido inverso a las agujas del reloj. Julio Balmaceda, Eduardo “El Nene” Masci, Jorge Firpo, Olga Besio, Javier Rodríguez, Vilma Vega y Clod Murga fueron los integrantes de este jurado tanguero que, a diferencia de años atrás, estuvieron ubicados de cara al público, a la vista de cada gesto y cada mirada para la puntuación ronda a ronda. Dos parejas colombianas se quedaron con el segundo y tercer puesto: Alexandra Yepes y Edwin Espinosa, de Bogotá, y Alejandra Sánchez y John Alexander Moncada Rojas, de Cali, quienes no ocultaron su emoción al momento de la premiación.
La efervescencia del público milonguero pudo sentirse desde que empezó a llenar las gradas temprano, en forma de hinchada, grito de aliento o ese aaaaahhh aprobatorio después de que se anunciaba cada tema a bailar, tres por ronda, conocidos en el momento por las parejas, guardados en estricto secreto por el musicalizador tanguero, Marcelo Rojas, otra figura importante de la noche. Desde los tangos de cadencia más lenta hasta aquellos que comprometían a los bailarines en figuras más arriesgadas (y que arrancaban inmediatos aplausos), cada tema iba despertando un juicio en sí mismo por parte de la tribuna avezada: podía ser la orquesta de Di Sarli, con “Cuidado con los 50”; la de Troilo, con “Te aconsejo que me olvides”; la de Gobbi, marcando el ritmo de “Si sos brujo”; la del siempre bailable D’Arienzo, invitando con “El nene del Abasto”. Cada estilo, con sólo sonar, arrastraba detrás una historia, una adhesión, podría decirse una fe.
Antes, la noticia había sido que las entradas –entregadas de manera gratuita– se habían agotado en poco rato, tras largas colas para obtenerlas. Algo habrá que ajustar en próximas ediciones para evitar la cantidad de butacas vacías que se vieron, quizás aumentadas por el frío. El calor del Luna Park, de todos modos, alcanzó para aliviar el invierno que afuera había llegado de sopetón, en forma de una llovizna helada y persistente. Adentro, el templo del boxeo fue puro fervor milonguero, y en ese movimiento apasionado –que visto de afuera suscita la admiración y hasta la envidia que genera hoy por hoy cualquier bandera que se pueda izar con convicción– radica gran parte del éxito de esta convocatoria, bien trabajada además desde el punto de vista organizativo.
En medio de esta férrea y expresiva convicción tanguera, la intervención musical a cargo de Sandra Mihanovich –un homenaje a Eladia Blázquez, que tuvo la virtud de haber sido especialmente trabajado para la ocasión– pareció desentonar un tanto con el clima general del evento. Versiones de “El corazón al sur”, “Siempre se vuelve a Buenos Aires”, “Somos como somos” o “A un semejante” privilegiaron en los arreglos un camino melódico que las alejó de todo ese fervor tanguero, situándolas en otra escena. El final, con “Honrar la vida”, sirvió de todos modos a modo de corolario emotivo.
Otro momento para la emoción tanguera se vivió de forma casi espontánea. La gran diferencia de esta final con las anteriores fue que en esta ocasión no llegó ninguna pareja mayor de 60 años: viejos milongueros de esos que gastan la pista a fuerza de haberla pisado largo, portadores de estilos y famas barriales. Para saldar esta cuestión, la organización decidió dar una mención especial a la pareja “mayor” que más puntaje obtuvo en las rondas eliminatorias, la conformada por Olga Albacete y Franciso Aló. Casi de prepo y fuera de programa, la hinchada tanguera los llevó a demostrar sus dotes ahí mismo “Al compás del corazón”, delineando así una de las postales de la noche.
Felices con el título, con el premio de 40 mil pesos, pasajes y una gira de dos meses por Japón asegurada, la pareja de Acosta y González –la número 4– levantó entre lágrimas la copa de “Tango de pista”. Atrás quedaron las 574 parejas que llegaron a la final provenientes de 42 países, las más de 900 que pasaron por las instancias preliminares en diferentes provincias argentinas y en lugares como Castel Volturno (Italia), Beijing, Moscú, Tokio, Seúl y San Francisco. Atrás también quedaron sueños de campeones. Al menos hasta la próxima edición.
Acosta y González ganaron 40 mil pesos, pasajes y una gira de dos meses por Japón asegurada.
Imagen: Jorge Larrosa
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