POEMA de Eduardo Embry
PARA MIS AMIGOS Y AMIGAS EN TODO EL MUNDO
Para terminar con tanta maravilla
Así es como voy en esto días,
como Sancho en casa del caballero del Verde Gabán,...
discutiendo muy contento
con otro Sancho en mi esqueleto,
como quien asiste a un concierto,
hablo conmigo mismo, la música
a todo volumen, advierto que los toneles de vino
no son dinosaurios; las casas se levantan,
desaparecen los caballos,
los gatos y los perros se multiplican;
nunca la televisión ha sido tan buen ejemplo
para que los ancianos
conviertan sus últimos días
en sillas con dentaduras sueltas;
las cabezas van a las rocas,
las manos de los atrevidos se secan,
los molinos de estos versos dicen
“señor, aquí no hay gigantes”;
de dos en dos, se distribuyen las mesas,
las sillas como peces, se multiplican,
los días viernes que son para la rumba,
no comen carne;
el coronel de la muerte
sigue dando palos al águila;
me abro paso, me enamoro hasta el llanto
de la muchacha que atiende en las mesas,
del piano que toca solo:
con los dedos enroscados
saca notas como arroz derramado
en repletas catedrales;
para terminar con tanta maravilla,
una ciudad entera dice adiós a sus habitantes
Para terminar con tanta maravilla
Así es como voy en esto días,
como Sancho en casa del caballero del Verde Gabán,...
discutiendo muy contento
con otro Sancho en mi esqueleto,
como quien asiste a un concierto,
hablo conmigo mismo, la música
a todo volumen, advierto que los toneles de vino
no son dinosaurios; las casas se levantan,
desaparecen los caballos,
los gatos y los perros se multiplican;
nunca la televisión ha sido tan buen ejemplo
para que los ancianos
conviertan sus últimos días
en sillas con dentaduras sueltas;
las cabezas van a las rocas,
las manos de los atrevidos se secan,
los molinos de estos versos dicen
“señor, aquí no hay gigantes”;
de dos en dos, se distribuyen las mesas,
las sillas como peces, se multiplican,
los días viernes que son para la rumba,
no comen carne;
el coronel de la muerte
sigue dando palos al águila;
me abro paso, me enamoro hasta el llanto
de la muchacha que atiende en las mesas,
del piano que toca solo:
con los dedos enroscados
saca notas como arroz derramado
en repletas catedrales;
para terminar con tanta maravilla,
una ciudad entera dice adiós a sus habitantes
[© Eduardo Embry, desde Inglaterra]
See More
He quedado mudo al verme en tu prestigioso blog; como decía Jorge Luis Borges, aquel que veo aquí estampado no parece ser quien ahora te escribe y agradece, Martita, por tanta gentileza de tu parte. Eduardo
ResponderBorrarAy, ay ay ay, cuanta modestia de tu parte.Agradezco tu recuerdo.en este dia. Abarzos, Marta
ResponderBorrar