LAS JORNADAS PIZARNIK
LITERATURA › LAS JORNADAS PIZARNIK, EN EL MALBA Y LA ASOCIACION AMIGOS DEL MUSEO DE BELLAS ARTES
“Escritura siempre viva, provocativa”
Así define la obra de la poeta Roberto Ferro,
coordinador general de estas jornadas. “Queremos provocar lecturas
abiertas a la especulación y el debate”, sostiene.
Por Silvina Friera
El juego de
la paronomasia –semejanza fonética entre dos o más palabras– desgarra
el sentido sustantivo del poema: “La verdad de esta vieja pared/ que es
frío que es verde que también se mueve/ llama jadea grazna es halo es
hielo/ hilos/ es verde estoy muriendo/ es muro es mero muro es mudo mira
muere”. La obra de Alejandra Pizarnik (1936-1972) es una de las
propuestas más rupturistas e influyentes en la literatura contemporánea
en lengua castellana. Las Jornadas Pizarnik, que se inaugurarán hoy a
las 14.30 en la Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes (Figueroa
Alcorta 2280) y mañana terminarán en el Malba (F. Alcorta 3415),
reunirán a narradores, ensayistas, poetas y críticos literarios como
Daniel Link, Roberto Ferro, María Negroni, Cristina Piña, Silvia
Jurovietzky, Andrea Ostrov, Laura Estrin, Ivonne Bordelois, Federica
Rocco, Ludmila Barbero y Silvana López. “Pensamos las jornadas con la
idea de reunir un conjunto de críticos y escritores que abordaron su
obra con el objetivo de provocar lecturas abiertas a la especulación y
el debate en torno de una escritura siempre viva y provocativa”, subraya
Ferro, coordinador general del encuentro organizado por el Instituto de
Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA. “Lo que distingue a Pizarnik y la recorta en el campo literario
argentino es que su proyecto poético busca alcanzar una transfiguración
inédita: hacer de su yo poético el personaje de un absoluto verbal,
imaginar el cuerpo del poema con mi cuerpo. Desde hace años su obra
circula con una intensidad inigualable en los ámbitos de la poesía
argentina; es leída y analizada en espacios académicos, la crítica
cultural y los innumerables agrupamientos de escritores que producen
textos poéticos. Esa amplitud de legibilidad y esa presencia tan
relevante la distingue y la sitúa en un plano diferente”.
La poeta y docente Silvia Jurovietzky, autora de Giribone 850, cuenta
que el poema “La verdad de esta vieja pared”, incluido en Los trabajos y
las noches (1965), la acompaña y la desafía de manera insistente hace
años. “El título avanza a paso firme sobre una aserción indubitable, la
verdad. Una palabra compleja, incómoda para el mundo poético tan cercano
a los tanteos y los desconocimientos, al ‘yo no sé’ vallejiano. La
poesía, la literatura siempre del costado de una búsqueda, se escribe
para que durante el trayecto surja algo que roce una verdad, algo que
pueda ser percibido en el instante perceptivo del poema como una verdad.
Pero en este caso la verdad antecede al poema. Este poema busca
comunicar ese momento incomunicable –la entrada en la muerte–, o solo
comunicable por las tentativas de la literatura y especialmente la
poesía. En ese sentido hay un triunfo del poema, el de comunicar
reteniendo las palabras en un combate con una representación
estereotipada por la cultura, la religión, la filosofía; los regímenes
de saber que se adjudican la verdad en esta materia tan cara a los seres
humanos”, plantea Jurovietzky a Página/12. “La pared que en otros
poemas remite al cuarto se abre a la noche, al trabajo con las
palabras”, interpreta. “El espacio pierde el referente de la casa e
imagina un universo sin límites precisos, de donde emerge el muro como
un monolito. El poema es como una construcción artística realizada en un
solo bloque. O quizá siguiendo este encadenamiento semántico, una
estela funeraria, ese monumento con inscripciones en forma de lápida o
pedestal que se erige sobre el suelo y que la escritura de Pizarnik
levanta siguiendo la tradición en una primera lectura obvia y sobre ella
levanta una nueva función: dejar testimonio de lo que puede el poema,
de su verdad inscripta mediante pequeños símbolos negros sobre la piedra
blanca. Por eso este poema se atreve a decir verdad en el título,
verdad de la escribiente, inscripción de la escriba que va a perdurar en
su potencia cuando los rastros biográficos se hayan volado con el
tiempo”.“Cajitas, criptas, casas de muñecas: los poemas como miniaturas” es la conferencia que dará María Negroni mañana a las 16.30 en el Malba. “El castillo pizarnikiano remite a las casas de muñecas: casas adentro de la casa, completas y herméticas, donde se materializa un secreto, una interioridad infinita y profunda. Trincheras contra la carencia. También son monumentos contra la inestabilidad y el desorden: suponen la realización del sujeto como propiedad, dentro de un sistema donde rigen la manipulación y un control absoluto de fronteras de espacio y tiempo”, explica Negroni. “Como todos los mundos imaginarios, el de Pizarnik tiene una precisión que lo hace más lírico que narrativo, más muerto que vivo. Volvemos a encontrar el motivo de la mecanización –las autómatas, la Virgen de Hierro, la dama absorta– como un gesto contra la imprecisión de la experiencia. También el poema circula entre las palabras y las cosas de ese modo. Trabaja para ir del movimiento a la estasis, para reemplazar la relación conjetural del cuerpo con el mundo fenomenológico por un mito de contacto y presencia. El poema abre y clausura a la vez, como el castillo. En él, los escasos objetos memorables, como souvenirs en las repisas del pasado, logran dar con una temporalidad privada, detenida, trascendente, experimentada con algo de catástrofe y de goce”.
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