Homenaje a un gran amigo mirista desaparecido: Dr. Eduardo González,Lalo















NOMBRE COMPLETO:
Eduardo Alberto Gonzalez Galeno
  EDAD al momento de la detención o muerte:
05 07 42, 31 años a la fecha de la detención
PROFESION U OCUPACION:
Médico
  FECHA de la detención o muerte:
14 de septiembre de 1973
  LUGAR de la detención o muerte:
Detenido en su lugar de trabajo Hospital de Cunco
ORGANISMO ElRESPONSABLE de la El ospital hoydetención o muerte:
Carabineros, Fuerza Aerea de Chile (FACH)
  TIPO CASO de violación de derechos humanos:
Detenido Desaparecido
HISTORIA PERSONAL Y POLITICA:
Casado, 2 hijos, Militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR-Chile)
FUENTE: CEME
http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-G/gon-gal.htm


"Homenaje a un gran amigo mirista desaparecido: vale la pena leer este homenaje que se le hizo en Cunco al Doctor González. Un hombre excepcional. Conozco muy bien también a los demás que eran mis camaradas con quienes trabajé", escribió Julian Bastias, Septiembre 14, 2018
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El Hospital de Cunco ahora
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Nos encontramos aquí reunidos al cumplirse 45 años del golpe militar, en un acto
de homenaje y de Reconocimiento al Equipo de Salud Rural que trabajó entre 1971 y
1973, en estas tierras, aún agitadas, que ha organizado el Colegio Médico y su
Departamento de Derechos Humanos, al cual aún espero poder reingresar,
formalmente y al que hace muchos años abandoné voluntariamente cuando en esa
época negaban la membresía de mi hermano.
Pensé que una forma de poder destacar quién fue la persona por el cual este
hospital lleva el nombre de mi hermano, sería solicitando el apoyo de algunos de los
más cercanos a él y a su esposa, para que expresen su pensamiento a través de esta
lectura.
Alex

Escribió Julián Bastías Rebolledo desde Francia.
Nos destaca con emoción y dolor: Todo lo que pueda hacerse en honor de Lalo
es poco. Me recuerdo con mucho dolor de él. Su desaparición, a menudo me genera
lágrimas que acompañan mi rabia y una profunda tristeza. Pero vuelvo al presente, y a
continuar haciendo lo que él hubiera esperado de mí: continuar con nuestros ideales
que compartimos.
Lo recuerdo siempre con una amable sonrisa, siempre atento y disponible.
Cultivaba con humildad una profunda cultura humanista. Más que la ideología, le
interesaban las condiciones de vida de nuestro pueblo.
Era observador, y tenía buena memoria.
Al acordarse de Eduardo, naturalmente llegan a nuestra memoria un cúmulo de
personajes, porque él era todos ellos a la vez, porque, cuando yo llegaba del campo a
visitarlos, fuera de ser bien recibido por él, por Natacha y la joven que organizaba el
cotidiano de la casa, me preguntaba en detalle sobre los hermanos Vergara del
sindicato Caupolicán, de Francisco Quedel, o de Alejandro Ancao, o de la familia
Chihuailaf de Quecherehue, o la familia Mora y de Luisa y Alberto de Villa García,
de nuestro amigo Mario Nahuelpan, y de su comunidad de Capuchinos. También
preguntaba por del profesor Florencio Curipan de la comunidad de Los Lingues, que
yo solía visitar.
Todo de la gente le interesaba a Lalo. Pero además de preocuparse por personas y
familias bien concretas y localizadas, entendía muy bien la interacción entre la salud,
lo social y la necesidad de que los campesinos participaran en lograr autonomía para
resolver sus problemas. Creía en la capacidad e inteligencia de los trabajadores.
El periodo de los médicos de Cunco, el de Natacha y Lalo, fueron momentos de
corazones abiertos, de alegría y amistad. Sin embargo no fue una utopía, fue algo real
que corresponde a nuestra auténtica chilenidad fraterna y solidaria. Como la
comunidad de Arturo Hillerns de Puerto Saavedra, hubo centenas de jóvenes doctores
que se sintieron llamados a convivir directamente con campesinos y pobladores para
hacer más eficaz su profesión.
Estimado Alejandro, te escrito con dificultad estos vagos recuerdos, debido a mi
salud deteriorada. Saludos fraternos y felicitaciones por lo que están haciendo en
honor de Eduardo.

También respondió Luis Alberto Chihuailaf desde Francia.
Nos expresa con profundo conocimiento de ellos: Conocí al Dr. González en
una campaña realizada por los estudiantes de los últimos cursos universitarios de
medicina de Concepción, con el objeto de dar atención médica gratuita a los
campesinos en el sector de Quechurehue.
Por primera vez Cunco contaba con dos doctores, Eduardo y Natacha, caso único
en la historia de Cunco. Me impactó la cordialidad del Dr. González, principalmente
su sencillez y su llegada a las personas, inspirando confianza. Era una persona de
contacto y diálogo fácil. Para él, todos eran iguales, no había rico ni pobre. Era un
humanista comprometido con la vida de las personas. Para él y su esposa no había ni
día ni noche, ni sol ni lluvia, siempre socorriendo a los enfermos de la ciudad y a
caballo a los pacientes del campo. Ni siquiera tomaban vacaciones.
El Dr. González realizó numerosas acciones en favor de la salud. Bajo sus
iniciativas se crearon postas rurales, se organizaron campañas para los tratamientos
médicos contra la tuberculosis, que en esa época hacia estragos, sobre todo en las
poblaciones vulnerables y de escasos recursos. Al mismo tiempo él y su esposa se
ocupaban de los tratamientos contra la desnutrición infantil, como la campaña del
medio litro de leche; y como también de los controles de las embarazadas y de los
recién nacidos.
También impartían charlas sobre higiene y de salud en general. Se contó con la
colaboración de los ministerios de Salud y Educación para la formación en primeros
auxilios de profesores rurales, quienes recibieron el grado de líderes de enfermería,
lo que favoreció muchísimo en la aplicación de los tratamientos que los doctores
González y Carrión prescribían a los pacientes con tuberculosis. Eran tratamientos
largos, que duraban entre 12 y 18 meses, la mayoría de los enfermos quedaron con sus
tratamientos truncos luego de la desaparición del Dr. González y la encarcelación de
su esposa. Los pacientes también, uno a uno fueron desapareciendo por falta de
cuidados.
En el plano social, fue un médico que se vinculó con las organizaciones sociales de
la población, tales como las juntas de vecinos, las juntas de abastecimiento, los
sindicatos como la CUT y el comando comunal de trabajadores.
Uno de los hechos que más me impactó fue cuando en una noche de invierno, con
su manta castilla y sus botas de agua, fue a buscar un paciente que adolecía de una
neumonía grave. Por el barro no podía llegar hasta el domicilio del enfermo, lo que
solo pudo hacer con la oportuna colaboración de un tractor para hacer los 6
kilómetros hasta la calle pública, donde esperaba la ambulancia. Gracias al doctor, el
paciente, y dirigente campesino Alejandro Ancao Paine se recuperó, ya que fue
atendido a tiempo, primero en Cunco y luego en Temuco.
Ese gesto me impactó profundamente, desgraciadamente Alejandro Ancao hoy
también forma parte de los detenidos desaparecidos.
También la citroneta que tenían era más ambulancia que vehículo particular.
En realidad el doctor Eduardo González y su esposa fueron verdaderamente
médicos del pueblo.

No podía dejar de estar presente también su amigo y compañero de curso del liceo
Juan Gustavo León Ramos y compadres de correrías de juventud, quien aparece en
algunas de las fotos que observamos.
Pone su acento como amigo: Era el mateo del curso. Me fascinaba su personaje
de revista de su autoría;la gotita, que dibujaba con pluma y tinta china, y que le fuera
plagiado por no inscribirlo con derecho de autor.
Recuerdo que los investigadores que no podían tomar fotos a sus observaciones
microscópicas le pedían a él que las dibujara. Teníamos muchos intereses en común,
sobre todo el dibujo.
En un par de clásicos de football, llamados clásicos universitarios, entre la U y la
UC Eduardo me invitó a pintar con él las gigantografías que adornaban el Estadio
Nacional para esos eventos.
Lo más dramático. De regreso a Chile en 1989 fui a visitar a vuestra madre. Me vio
y me reconoció de inmediato. Tras abrazarnos me preguntó ¿Y encontraron a
Eduardo? No pude evitar que me corrieran las lágrimas. Me ayudó a entender que el
tiempo no pasa para aquellos que han perdido un ser querido y no tuvieron la
posibilidad de enterrarlo. Este incidente refleja la maldad de los militares golpistas al
hacer desaparecer el cuerpo de sus víctimas y negar la información de sus últimos
paraderos hasta el día de hoy.

El padre Pascual Mario Nahuelpan, sacerdote de la ciudad de Ercilla, exiliado en
Canadá.
Nos manifiesta su reconocimiento y aprendizaje de quién era él: Sencillez,
modestia, amor y pasión por su noble profesión, amor a su familia, así como un gran
sentido visionario del rol que debía tener el Servicio Nacional de Salud, en los años de
cambios en lo social, económico, político y espiritual que vivía nuestro Chile en esos
tiempos, como en América Latina.
El Dr. González, desde el comienzo de su carrera, buscó nuevos horizontes de vida
y de trabajo. Desde la capital fue a dar sus servicios de salud al sur de la Patria, donde
siempre faltaban médicos.
Fue así como llegó a Cunco, zona de grandes latifundios y de Reducciones
Mapuches. Acompañado de su compañera Dra. Natacha Carrión Osorio.
Llegando a Cunco uno de sus primeros proyectos fue la petición al SNS de un
nuevo Hospital.
Junto a ello se reflejaba en todas sus intervenciones un mensaje que involucraba
la educación popular de la salud. Su filosofía era «mejor prevenir que curar». Además
de promover la educación de la salud con charlas y encuentros con profesores del
campo, con dirigentes de sindicatos y de centros campesinos, y esto hay que decirlo,
aún durante los fines de semanas. Su idea era tener en cada comunidad un Monitor de
la Salud, previa formación teórica y práctica, para agilizar el servicio médico, en caso
de emergencias. El monitor enviaría al Hospital solo los casos de más urgencia, y así
se descongestionaría la asistencia al Hospital.
Cabe decir, que al mismo tiempo por su trabajo y su presencia el Dr. González, era
capaz de unir los diferentes sectores y niveles de poder del Pueblo y del Campo, y así
se iba gestando paulatinamente un equipo interdisciplinario.
Quiero contar una experiencia personal que tuve con él, y que me mostró más
claramente un camino que coincidía con la naciente Teología de la Liberación, por
aquellos tiempos. Como pastor católico, yo bautizaba los domingos en las diferentes
comunidades de Cunco. Después de un tiempo yo volvía a estas comunidades, y
encontrando a los padres, yo les preguntaba cómo estaban los niños que yo había
bautizado. Mi sorpresa fue que a menudo la respuesta era: padre, «él murió». Esto me
intrigó.
De paso por el Hospital, encuentro al Dr. González y le digo «quiero hablar con usted».
Me lleva a su oficina y me pregunta qué me pasaba. Yo le digo: noto que hay muchos
niños que yo he bautizado que se mueren. Yo bautizo para la vida, no para la muerte.
Entonces con mucha calma me dice: «es normal» y luego añade: «no es normal».
Luego me dice: sabes cómo vive esa gente, sabes cómo son sus habitaciones, sabes
qué comen? Esto me llevó a ver la realidad de otra manera, y descubrir que aquí el
problema de la muerte de los niños no era pura mala suerte, sino de que había causas
sociales, como malas habitaciones, mala alimentación, trayendo como consecuencias
enfermedades y muertes. A esto habría que añadir la poca educación y la falta de trabajo.
Así me di cuenta que no bastaba con bautizar, que había también al mismo tiempo
que crear las condiciones sociales favorables para que esos niños pudieran comer,
educarse y crecer para llegar a ser hombres libres, al servicio de la Patria. Poco
después me informé que mi provincia, Cautín, tenía un alto nivel de mortalidad
infantil.
Otro de los grandes sueños del Dr. González, y que propuso como objetivo del
Servicio Nacional de Salud de Cunco, era facilitar y educar para evitar la muerte
materna de las que estaban embarazadas, debían tener control médico para así evitar
problemas al dar a luz.
Otro gesto significativo del Dr. González y su esposa, fue que su primer hijo no
nació en una clínica privada, sino que nació en el Hospital Público de Cunco. Esto
escandalizó a algunos grupos.
La última noticia que tuve del Dr. González, fue cuando me torturaron en la Base
Aérea de Maquehue, el 19 de septiembre 1973. El oficial que ordenaba mi tortura me
preguntó yo si conocía al Dr. Eduardo González de Cunco. Yo le respondí, que sí y
que es mi compadre. Él me dice: el que era su compadre y me lo repitió dos veces.
Pienso que el Dr. Eduardo González Galeno, quedará en la memoria de los que lo
conocimos como una persona muy amable, un médico ejemplar y como un mártir más
de la democracia chilena.

Mi hermana Nelly, aquí presente relata: ,
Dentro de muchas anécdotas podemos destacar que durante su estancia en Cunco,
Eduardo, Lalo para los más cercanos, viajaba con regularidad hasta la capital con la
finalidad de visitar a nuestra madre y a mí, Dentro de esta vorágine, en más de una
oportunidad lo acompañamos hasta la estación de ferrocarriles en donde a causa de
su afán en compartir y estrujar hasta el último minuto con su familia, debía correr tras del tren...

Lalo, homenaje por Alejandro González Galeano, 8 sept. 2018

Comentarios

  1. http://www.memoriaviva.com/Desaparecidos/D-G/gon-gal.htm

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  2. Esos médicos que tuvieron coraje y entregaron su vida por sus ideales de igualdad, médicos del pueblo que deberían ser ejemplo para las generaciones posteriores de médicos, humanos cercanos a sus pacientes, debieran haber centros de salud con sus nombres, lo merecen ,,

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