MURIEL DOCKENDORFF


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Tenía 23 años cuando la detuvieron, el 6 de agosto del 74. Era mirista, y al igual que su marido, había sido dirigente estudiantil en la escuela de Economía de la U de Concepción, aunque venía de Temuco. En los años previos había participado en trabajos voluntarios en comunidades mapuche, alfabetizando y conversando sobre el derecho a organizarse y recuperar la tierra usurpada. Sus amigas de la época de universidad la recuerdan como una militante rigurosa, pero también saben de sus poemas y su cercanía al arte.
A Muriel le gustaba bordar y daba toques muy personales a la casa en que vivía en Laguna Redonda, en Concepción. En prisión, cantaba canciones de amor y quería saber de Juan su marido, preso como ella. La entregó Marcia Merino. Como María Angélica Andreoli, pertenecía al equipo de apoyo a la Comisión Política del MIR y a su secretario general, Miguel Enríquez. Gloria Laso, sobreviviente, cuenta que Muriel soñaba con reencontrarse con Juan cuando la pesadilla acabara, e irse a vivir al sur, donde “viviría en una casita de madera en medio de un bosque de mañíos y araucarias, y le pondría a sus niños nombres de héroes y de quienes habían caído luchando en pos de sus sueños” (Texto por Lucía Sepúlveda).
JUGUEMOS A JUGAR QUE SOMOS MADRES*

Nací hija única. Como víbora que se atraganta con su cola,
me convertí en mujer, otra Melpómene, diosa de la tragedia,
como mi padre le decía a mi madre.

‘Eres una mujer hermosa’. Lo siento, Capitán - nos hemos conocido
un poco tarde. Erguido, bigotudo, pintoso, armado, como mi padre.
Soy la Libertad, os lo repito, una bandera. Soy senos.Fui marsellesa.
Y soy quimera, un hecho y mil palabras. Aturdida, histérica, un ser cambiante.

Hundidos ya los dientes a patadas, soplados al viento los quijares,
bebida ya la sangre coagulada, rodeada de fieras amaestradas.
Con su orina, su sémen, su ignorancia, sus cigarros…

La vagina que muerdes, perro-man que penetras
como un buitre, cabalgas como a tu madre y violas
como a tu hermana, asesino, no sabes que tú eres también
sos parte del pueblo, gendarme, camarada.

Un número y violada: duerme, no llores, no te mates, mira volar las golondrinas
rojo y negro, y en el campo, recuerda, serás el humor reverberante.
En el lecho colina sin bastiones. Tu juventud nos daba la esperanza.
No la llores, madre. Ella es estrella ahora..

Muriel : en el despeñadero mapuche pusiste tu fusil en alto,
cual llamarada. Fuiste alumna, hija, tía,hermana, amiga, novia, esposa,
compañera amenazada entregada golpeada sucumbida calumniada,
Muriel acribillada.

Regaron los baños con tu sangre, te entramparon, desnudaron, enlazaron,
penetraron, cinco, diez, quince, veinte, cien veces. Muerta, asesinos
todos hombres, todos blancos, vomitabas
y aun profanada, no delatabas, no llorabas, nada nos cambiaba.

Gritaba el golpeador, el gran dios de los genuinos zánganos,
de los colegas sin sustancia, de los desarropados con miedo,
el dueño feroz de esa luz incesante con que trataron de desnudarme el alma.

No nos fusiles, no nos golpees, ya basta, mataron tu inocencia,
deja que alguien escupa a quien te mate; el amante te abraza,
los padres te suplican, el centinela tiembla, y cuenta: uno, dos, tres
y vuelas: eres otra vez una paloma rojinegra vestida de mil soles.

No la embarace, no la roce, no la hiera, mejor mátela, Coronel,
y la embaraza, la roza, la hiere, es una niña,
gime, sangra, se abomina, y la hiena la mata...

Subiremos otra vez las escaleras
adonde el sol calienta, la primavera va desnuda,
crecen las sierras y los volcanes rugen, hablaremos de los partos,
mientras el torturador nos espera, para desorientrlo.

Juntaremos las manos, y fingiendo
jugaremos a que todas somos Madres.
Nacimos hembras, pero nos queremos personas..

* Dedicado a la Memoria de mi ex alumna de la Escuela de Economía de la Universidad de Concepción,
Muriel Dockendorff, desaparecida en Chile en 1974, a los 23 años, Escrito a pedido de Nela Rio.


Marta Zabaleta © 2002 Londres

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