“Hoy en Brasil hay una persecución personalizada”
Entrevista a María do Rosario Nunes, diputada del Partido de los Trabajadores y ex ministra de Derechos Humanos
“Hoy en Brasil hay una persecución personalizada”
La
reelecta diputada María do Rosario afirma que la estructura de
pensamiento que vive su país evidencia una fascistización en ciernes
sobre la sociedad. Militarismo y fundamentalismo religioso unidos por
Bolsonaro.
María do Rosario le ganó un juicio civil al hoy electo presidente Jair Bolsonaro.
Si
la elección de un presidente ultraderechista en Brasil representa la
institucionalización de la barbarie en un sentido público, la violencia
dialéctica de Jair Bolsonaro contra la diputada del PT María do Rosario
Nunes encuadra en el delito privado, pero con derivaciones políticas
imprevisibles. En 2003 le gritó ante las cámaras que “no la violaría
porque no lo merece”. En 2014 repitió palabras parecidas en un pleno del
Congreso. La legisladora le hizo un juicio civil que ganó –al militar
lo condenaron a indemnizarla con 10 mil reales– y otro penal que se
tramita ante el Supremo Tribunal Federal (STF). Por esa causa y siempre
que fuera condenado antes de asumir el máximo cargo del país, no podría
ejercer la presidencia. Así lo determina la constitución de 1988. Los
tiempos no dan y la agraviada lo sabe. Ahora seguirá como diputada
federal en Brasilia porque fue elegida para un nuevo mandato por su
estado, Río Grande do Sul. Sobre estos temas y el futuro de la nación
más grande de América latina conversó con PáginaI12.
–¿Hace cuánto tiempo milita en el Partido de los Trabajadores?
–Yo comencé muy temprano en la actividad política. Mi participación empezó en el PCdoB y en el movimiento sindical y estudiantil. A partir de 1993 tuve mi primer cargo como vereadora (concejal) en Porto Alegre. En 1994 me afilié al PT. Acabo de concluir mi período como diputada e iniciaré otro en febrero porque fui reelegida en el nuevo Congreso.
–¿Cuál es su balance de lo que está sucediendo en Brasil por estos días?
–Bolsonaro representa un conjunto articulado. En el campo político, de un autoritarismo de extrema derecha. En el campo económico de un ultra liberalismo. En el plano internacional un reposicionamiento subordinado de Brasil a los intereses norteamericanos conjugados con los israelíes. Por lo tanto, es contrario a toda la trayectoria democrática de Brasil. Contrario no solo a toda nuestra trayectoria de la izquierda con Lula, con Dilma; también lo es a la tradición de elecciones desde la Nueva República, aún al período de Fernando Henrique Cardoso, porque nunca antes se había representado un conjunto de amenazas tan grandes a la democracia, a la soberanía nacional y del pueblo, a la soberanía internacional de Brasil.
–¿Bolsonaro despertó fuerzas reaccionarias que estaban dormidas, como el poder militar o las iglesias neopentecostales? ¿Él no vino a poner blanco sobre negro una situación que de alguna manera amenazaba a la democracia?
–Sí, porque esta construcción política y cultural de Bolsonaro en la cual se mueve a partir del militarismo, del fundamentalismo religioso y de una divulgación del moralismo, lo muestra en una actitud contra la diversidad, que según él, ataca las costumbres de la familia. Esto lo unió con el fundamentalismo religioso y el militarismo de las armas. Esa estructura de pensamiento que vive Brasil hoy, es la fascistización que se cierne sobre la sociedad. Nosotros hemos pasado por varias experiencias desde la dictadura militar, con un tratamiento autoritario contra los activistas políticos, contra las grandes masas en general, contra las comunidades universitarias. Hoy la persecución es personalizada contra quien trabaja en la esquina o un vecino. El Estado funciona como brazo armado y en el sentido que Bolsonaro propone, hará que todos se armen contra los enemigos internos, contra aquellos que son diferentes. Contra los negros, gays y mujeres que no tengan una conducta. Él hoy lo está naturalizando, lo incentiva bajo la invocación a Dios de que las personas persigan a los diferentes.
–Una diputada estadual de Santa Catarina por el PSL de Bolsonaro propuso denunciar a los profesores que “adoctrinen” estudiantes. ¿Qué piensa de la Escuela sin Política que levanta como bandera el presidente electo?
–Eso es un gran fraude. El proyecto de Escuela sin Política o sin Partido es la creación de un partido único, del propio Bolsonaro. Un pensamiento único para ellos, del preconcepto, de la reducción de garantías individuales en los derechos humanos. En este momento del Congreso Nacional, han intentado que sea tratada una ley. La propuesta es que alcance desde la educación infantil hasta los estudios universitarios superiores. Quieren poner un cartel atrás de los profesores donde esté escrito que no podrán hablar sobre manifestaciones de la sociedad, sobre participación ciudadanía, sobre acciones solidarias, sobre cuestiones históricas. Este lanzamiento contra los profesores y la educación en general, ya está produciendo violencia en las aulas, como en Porto Alegre. Hemos tomado nota de tres profesoras que fueron agredidas por padres y por un alumno. Se las acusó de adoctrinadoras.
–¿Cómo harán para enfrentar este tipo de políticas y actitudes medievales de Bolsonaro y lo que él representa, las fuerzas democráticas de Brasil de todo el arco opositor?
–Nosotros tenemos que hacer la resistencia en todos los sentidos, la resistencia en cada acción. Hay que unificar a la oposición en Brasil a través de un frente amplio que no sea apenas de la izquierda, que la izquierda participe y que de alguna manera aquellos que son demócratas, liberales comprometidos con la democracia, se unan contra estas políticas que van contra la constitución brasilera.
–¿Puede interpretarse lo que pasa como las consecuencias que dejó la larga dictadura militar que Bolsonaro reivindica y que no fueron juzgadas?
–No está hecho un análisis histórico de Brasil sobre el período de la dictadura. Entonces el sometimiento a la etapa dictatorial, es la principal causa de que acontezca este proyecto autoritario en la actualidad. Hay también una responsabilidad nuestra, ya que debemos aprender un aspecto sobre todo. Cuando se conquista la democracia, no se trata solo de que no se puede torturar o matar. Los crímenes contra la humanidad precisan que sean juzgados en los tiempos en que la democracia reaparece, porque lo contrario sería colocarlos debajo de una alfombra, controlados y rebajados como hoy acontece en Brasil.
–Usted fue ministra de Derechos Humanos durante la presidencia de Dilma. ¿Qué pasó con la Comisión de la Verdad?
–La Comisión de la Verdad de Brasil fue la última en ser creada en los países que tuvieron dictaduras en nuestro continente y prácticamente en todos los lugares del mundo. Esto significa que el período que nos distancia de 1985, con el final del régimen militar, fue utilizado por los sectores de la dictadura para construir la impunidad de los torturadores, esconder la verdad de lo que pasó y objetivamente se negaron a reconocer a los presidentes electos en la democracia cuando Fernando Henrique, Lula y Dilma solicitaron la apertura de los archivos que nunca aconteció en Brasil. La doctrina militarista sigue viva.
–¿Qué piensa de la situación de Lula, de su detención y de su futuro político?
–Lo importante es decir que la prisión de Lula es política, una grave violación a los derechos humanos y que se haya prohibido su candidatura pese a las indicaciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, fue también una violación al derecho internacional, inclusive porque Naciones Unidas escribió en sus determinaciones que el juicio y captura de Lula tendría consecuencias irreversibles y por eso tomó medidas que debían ser cumplidas por Brasil. Nosotros estamos trabajando ahora en el próximo 10 de diciembre, el día de los derechos humanos, para hacer una gran asamblea internacional en el estado de San Pablo y en solidaridad con Lula, relanzando una campaña por la libertad de Lula y de derechos para Brasil.
–¿Qué va a hacer con el dinero que le ganó en el juicio civil a Bolsonaro?
–El fue condenado por daños morales y está obligado a pagar una suma irrisoria. Yo pretendo distribuirla entre las mujeres que luchan contra la violencia. También debería retractarse en todas las redes que utilizó por el daño moral que me causó y del que no tengo posibilidad de recuperación. Sigo con todos los procesos criminales contra él. Gané el civil y ahora quedan dos juicios penales. Uno mío y otro del Ministerio Público.
–El presidente electo de Brasil ha sido invitado por el actual, Michel Temer, a la reunión del G-20 en Buenos Aires a fines de noviembre. ¿Qué piensa si viniera a ese encuentro?
–Que preocúpense en Argentina y en todo nuestro continente porque el discurso de nuestro presidente electo es un discurso contra el Mercosur y es muy posible que, por su acercamiento a Estados Unidos, si él fuera lo haría para ponerle fin simbólicamente.
–¿Hace cuánto tiempo milita en el Partido de los Trabajadores?
–Yo comencé muy temprano en la actividad política. Mi participación empezó en el PCdoB y en el movimiento sindical y estudiantil. A partir de 1993 tuve mi primer cargo como vereadora (concejal) en Porto Alegre. En 1994 me afilié al PT. Acabo de concluir mi período como diputada e iniciaré otro en febrero porque fui reelegida en el nuevo Congreso.
–¿Cuál es su balance de lo que está sucediendo en Brasil por estos días?
–Bolsonaro representa un conjunto articulado. En el campo político, de un autoritarismo de extrema derecha. En el campo económico de un ultra liberalismo. En el plano internacional un reposicionamiento subordinado de Brasil a los intereses norteamericanos conjugados con los israelíes. Por lo tanto, es contrario a toda la trayectoria democrática de Brasil. Contrario no solo a toda nuestra trayectoria de la izquierda con Lula, con Dilma; también lo es a la tradición de elecciones desde la Nueva República, aún al período de Fernando Henrique Cardoso, porque nunca antes se había representado un conjunto de amenazas tan grandes a la democracia, a la soberanía nacional y del pueblo, a la soberanía internacional de Brasil.
–¿Bolsonaro despertó fuerzas reaccionarias que estaban dormidas, como el poder militar o las iglesias neopentecostales? ¿Él no vino a poner blanco sobre negro una situación que de alguna manera amenazaba a la democracia?
–Sí, porque esta construcción política y cultural de Bolsonaro en la cual se mueve a partir del militarismo, del fundamentalismo religioso y de una divulgación del moralismo, lo muestra en una actitud contra la diversidad, que según él, ataca las costumbres de la familia. Esto lo unió con el fundamentalismo religioso y el militarismo de las armas. Esa estructura de pensamiento que vive Brasil hoy, es la fascistización que se cierne sobre la sociedad. Nosotros hemos pasado por varias experiencias desde la dictadura militar, con un tratamiento autoritario contra los activistas políticos, contra las grandes masas en general, contra las comunidades universitarias. Hoy la persecución es personalizada contra quien trabaja en la esquina o un vecino. El Estado funciona como brazo armado y en el sentido que Bolsonaro propone, hará que todos se armen contra los enemigos internos, contra aquellos que son diferentes. Contra los negros, gays y mujeres que no tengan una conducta. Él hoy lo está naturalizando, lo incentiva bajo la invocación a Dios de que las personas persigan a los diferentes.
–Una diputada estadual de Santa Catarina por el PSL de Bolsonaro propuso denunciar a los profesores que “adoctrinen” estudiantes. ¿Qué piensa de la Escuela sin Política que levanta como bandera el presidente electo?
–Eso es un gran fraude. El proyecto de Escuela sin Política o sin Partido es la creación de un partido único, del propio Bolsonaro. Un pensamiento único para ellos, del preconcepto, de la reducción de garantías individuales en los derechos humanos. En este momento del Congreso Nacional, han intentado que sea tratada una ley. La propuesta es que alcance desde la educación infantil hasta los estudios universitarios superiores. Quieren poner un cartel atrás de los profesores donde esté escrito que no podrán hablar sobre manifestaciones de la sociedad, sobre participación ciudadanía, sobre acciones solidarias, sobre cuestiones históricas. Este lanzamiento contra los profesores y la educación en general, ya está produciendo violencia en las aulas, como en Porto Alegre. Hemos tomado nota de tres profesoras que fueron agredidas por padres y por un alumno. Se las acusó de adoctrinadoras.
–¿Cómo harán para enfrentar este tipo de políticas y actitudes medievales de Bolsonaro y lo que él representa, las fuerzas democráticas de Brasil de todo el arco opositor?
–Nosotros tenemos que hacer la resistencia en todos los sentidos, la resistencia en cada acción. Hay que unificar a la oposición en Brasil a través de un frente amplio que no sea apenas de la izquierda, que la izquierda participe y que de alguna manera aquellos que son demócratas, liberales comprometidos con la democracia, se unan contra estas políticas que van contra la constitución brasilera.
–¿Puede interpretarse lo que pasa como las consecuencias que dejó la larga dictadura militar que Bolsonaro reivindica y que no fueron juzgadas?
–No está hecho un análisis histórico de Brasil sobre el período de la dictadura. Entonces el sometimiento a la etapa dictatorial, es la principal causa de que acontezca este proyecto autoritario en la actualidad. Hay también una responsabilidad nuestra, ya que debemos aprender un aspecto sobre todo. Cuando se conquista la democracia, no se trata solo de que no se puede torturar o matar. Los crímenes contra la humanidad precisan que sean juzgados en los tiempos en que la democracia reaparece, porque lo contrario sería colocarlos debajo de una alfombra, controlados y rebajados como hoy acontece en Brasil.
–Usted fue ministra de Derechos Humanos durante la presidencia de Dilma. ¿Qué pasó con la Comisión de la Verdad?
–La Comisión de la Verdad de Brasil fue la última en ser creada en los países que tuvieron dictaduras en nuestro continente y prácticamente en todos los lugares del mundo. Esto significa que el período que nos distancia de 1985, con el final del régimen militar, fue utilizado por los sectores de la dictadura para construir la impunidad de los torturadores, esconder la verdad de lo que pasó y objetivamente se negaron a reconocer a los presidentes electos en la democracia cuando Fernando Henrique, Lula y Dilma solicitaron la apertura de los archivos que nunca aconteció en Brasil. La doctrina militarista sigue viva.
–¿Qué piensa de la situación de Lula, de su detención y de su futuro político?
–Lo importante es decir que la prisión de Lula es política, una grave violación a los derechos humanos y que se haya prohibido su candidatura pese a las indicaciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, fue también una violación al derecho internacional, inclusive porque Naciones Unidas escribió en sus determinaciones que el juicio y captura de Lula tendría consecuencias irreversibles y por eso tomó medidas que debían ser cumplidas por Brasil. Nosotros estamos trabajando ahora en el próximo 10 de diciembre, el día de los derechos humanos, para hacer una gran asamblea internacional en el estado de San Pablo y en solidaridad con Lula, relanzando una campaña por la libertad de Lula y de derechos para Brasil.
–¿Qué va a hacer con el dinero que le ganó en el juicio civil a Bolsonaro?
–El fue condenado por daños morales y está obligado a pagar una suma irrisoria. Yo pretendo distribuirla entre las mujeres que luchan contra la violencia. También debería retractarse en todas las redes que utilizó por el daño moral que me causó y del que no tengo posibilidad de recuperación. Sigo con todos los procesos criminales contra él. Gané el civil y ahora quedan dos juicios penales. Uno mío y otro del Ministerio Público.
–El presidente electo de Brasil ha sido invitado por el actual, Michel Temer, a la reunión del G-20 en Buenos Aires a fines de noviembre. ¿Qué piensa si viniera a ese encuentro?
–Que preocúpense en Argentina y en todo nuestro continente porque el discurso de nuestro presidente electo es un discurso contra el Mercosur y es muy posible que, por su acercamiento a Estados Unidos, si él fuera lo haría para ponerle fin simbólicamente.
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