Marchas a favor y en contra de la caravana centroamericana en la frontera de México con Estados Unidos
18 de noviembre de 2018
Marchas a favor y en contra de la caravana centroamericana en la frontera de México con Estados Unidos
Crece el sentimiento antimigrante en Tijuana
Han
tenido que pasar más de 30 días de viaje y 4000 kilómetros de travesía,
desde la frontera sur de México, para que los migrantes experimentaran
el racismo, la discriminación y la xenofobia que ha aflorado en Tijuana.
Integrantes de la caravana en el campamento temporal del deportivo Benito Juárez, Tijuana.
Imagen: EFE
Imagen: EFE
La
creciente hostilidad que enfrentan desde su llegada a la frontera norte
de México apremia hoy a los miembros de la caravana migrante
centroamericana a pedir asilo en Estados Unidos o decidir volver a su
país. “No nos quieren aquí, han sido muchos insultos y nos dolió porque
pensamos que iba ser igual que en Chiapas, Veracruz y Ciudad de México, y
no fue así, aquí nos trataron mal y eso nos desanima”, dijo Alexander,
un migrante hondureño de 18 años de edad.
Han tenido que pasar más de 30 días de viaje y 4000 kilómetros de travesía, desde la frontera sur de México, para que los migrantes experimentaran el racismo, la discriminación y la xenofobia que ha aflorado con su presencia en Tijuana. Los mensajes contra su estancia en Tijuana, frontera de México con San Diego (California, EE.UU.), han pasado del anonimato en redes sociales, a manifestaciones en su contra que llegaron al punto de confrontación física.
“¡Perros! ¡Muertos de hambre! ¡Regresen a su país!”, son expresiones que ha tenido que escuchar tanto Alexander como los casi 4000 miembros de la primera caravana que llegó a la frontera mexicana con Estados Unidos.
Otras tres caravanas de migrantes se encuentran en diversos puntos del territorio mexicano en trayecto a la frontera con Estados Unidos, principalmente de nacionalidad hondureña y salvadoreña.
Alexander dijo que ante esta creciente hostilidad solo le quedan ganas de volver a Honduras aunque ahora tiene miedo porque el presidente de su país, Juan Orlando Hernández, “ha amenazado que todo aquel que salió del país en la caravana lo meterá a la cárcel tres años”. Contó que su objetivo era ir a trabajar a Estados Unidos para salir adelante, “pero no se pudo y me regreso a Honduras”, por lo que ha dicho que se entregará al Instituto Nacional de Migración de México para ser deportado.
Karla, una hondureña de 25 años, cree que su mejor opción es entregarse a las autoridades estadounidenses de migración para que su mamá, quien vive en Miami (Florida) hace 24 años pueda defender su caso en la corte. “No quiero regresar a mi país porque están muy feas las cosas, vine a averiguar mi caso y quedarme en México no es mi opción, hay mucha discriminación, muchas personas en la calle nos dicen que regresemos a nuestro país, aquí no nos quieren”, apostilla. Karla afirma que puede trabajar y destaca que tiene un talento especial para cocinar: “me gusta mucho aprender y en cualquier cosa podría trabajar, pero me gusta mucho la cocina y creo que podría trabajar en un restaurante”.
La presión sobre los migrantes que llegaron a Tijuana alcanzó su mayor nivel durante esta semana con las protestas de centenares de residentes que consideran que su presencia les afectará en su vida cotidiana. A media semana, unos 150 vecinos del área residencial de Playas de Tijuana, donde la valla fronteriza se adentra en el mar, protestaron contra su presencia y amenazaron con bloquear los accesos a ese lugar. Mediante gritos e insultos racistas, los vecinos reclamaron a las autoridades la presencia de los centroamericanos, quienes estuvieron a punto de caer en la provocación, aunque al final solo hubo empujones por ambos lados.
Una parte de los migrantes aceptaron ser llevados a un albergue temporal instalado en un deportivo Benito Juárez en tanto que el alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), rechazó su presencia y dejó firme su intención de que sean deportados. “Tijuana es una ciudad de migrantes, pero no los queremos de esta manera”, declaró el alcalde a televisión Milenio.
“Habrá cero tolerancia para quien o quienes infrinjan las leyes y reglamentos vigentes en nuestro país,” dijo a su vez el gobernador de Baja California, Francisco Vega. Hoy hubo dos marchas en esta ciudad, una en favor y contra la discriminación y el racismo, y otra de quienes están en contra de la llegada de los centroamericanos y de su estancia en la ciudad.
Miembros de la caravana de migrantes centroamericanos avizoran una difícil o hasta imposible entrada en Estados Unidos y ya analizan opciones mientras esperan la llegada de miles de compatriotas a la ciudad mexicana de Tijuana.
Mientras tanto los migrantes alojados en el deportivo Benito Juárez descartaron la opción de volver a su país o quedarse en México y esperan que las puertas de Estados Unidos les se abran.
“Tenemos que esperar a ver que solución hay. Ver que país se compadece de nosotros y nos da una visa de trabajo porque no nos podemos quedar en México”, declaró Carlos Antonio, un hondureño que animado tiene a Canadá y a España entre su lista de países donde puede trabajar. “No venimos acá (la frontera México-EE.UU.) para quedarnos en México venimos a ganar dólares porque somos pobres en nuestro país”, añadió.
Con varios días de estancia en Tijuana, los centroamericanos cargan con la presión de la falta de dinero y la incertidumbre sobre su futuro. Muchos creen que el Gobierno mexicano no quiere ayudarlos y en cambio agradecen la ayuda humanitaria ofrecida por el pueblo mexicano durante su travesía por este país de más de un mes desde que cruzaron la frontera con Guatemala
“México no es opción, es como estar en nuestro país, pero peor porque estamos sin familia”, aseguró Josué Ayala, un excombatiente de la guerra de El Salvador, quien aseguró que salió de su país desde hace más de 15 años.
“Queremos ir a Estados Unidos a trabajar, superarnos y sacar adelante a nuestra familia, pero así como vemos la situación vemos que está muy difícil”, agregó.
Hace dos días, en Playas de Tijuana, la valla fronteriza fue reforzada por la patrulla fronteriza y los militares estadounidenses con rollos metálicos de material afilado en la parte alta para evitar que los migrantes puedan trepar. “Yo fui a Playas y creo que no va haber manera de cruzar”, dijo el hondureño Luis Antonio.
Josue explicó que una vez que llegue el resto de los miembros de la caravana de migrantes “veremos que podemos hacer con la ONU y con Derechos Humanos, porque por nosotros mismos no pudimos hacer nada”. Este viernes, en la garita de El Chaparral, que se ubica a unos metros de la entrada peatonal hacia Estados Unidos, integrantes de la comunidad LGBTI iniciaron su proceso para pedir asilo al anotarse en una lista de espera de más de 1300 personas.
Al menos 9000 migrantes centroamericanos, principalmente hondureños y salvadoreños, se mueven en diversas caravanas por el territorio mexicano con dirección a Tijuana. Este viernes, la denominada segunda caravana de migrantes dejó la capital mexicana para viajar a Tijuana, lo que supone un recorrido de unos 2200 kilómetros al noroeste que incluye escalas en varias ciudades, entre ellas las de Querétaro y de Guadalajara.
Han tenido que pasar más de 30 días de viaje y 4000 kilómetros de travesía, desde la frontera sur de México, para que los migrantes experimentaran el racismo, la discriminación y la xenofobia que ha aflorado con su presencia en Tijuana. Los mensajes contra su estancia en Tijuana, frontera de México con San Diego (California, EE.UU.), han pasado del anonimato en redes sociales, a manifestaciones en su contra que llegaron al punto de confrontación física.
“¡Perros! ¡Muertos de hambre! ¡Regresen a su país!”, son expresiones que ha tenido que escuchar tanto Alexander como los casi 4000 miembros de la primera caravana que llegó a la frontera mexicana con Estados Unidos.
Otras tres caravanas de migrantes se encuentran en diversos puntos del territorio mexicano en trayecto a la frontera con Estados Unidos, principalmente de nacionalidad hondureña y salvadoreña.
Alexander dijo que ante esta creciente hostilidad solo le quedan ganas de volver a Honduras aunque ahora tiene miedo porque el presidente de su país, Juan Orlando Hernández, “ha amenazado que todo aquel que salió del país en la caravana lo meterá a la cárcel tres años”. Contó que su objetivo era ir a trabajar a Estados Unidos para salir adelante, “pero no se pudo y me regreso a Honduras”, por lo que ha dicho que se entregará al Instituto Nacional de Migración de México para ser deportado.
Karla, una hondureña de 25 años, cree que su mejor opción es entregarse a las autoridades estadounidenses de migración para que su mamá, quien vive en Miami (Florida) hace 24 años pueda defender su caso en la corte. “No quiero regresar a mi país porque están muy feas las cosas, vine a averiguar mi caso y quedarme en México no es mi opción, hay mucha discriminación, muchas personas en la calle nos dicen que regresemos a nuestro país, aquí no nos quieren”, apostilla. Karla afirma que puede trabajar y destaca que tiene un talento especial para cocinar: “me gusta mucho aprender y en cualquier cosa podría trabajar, pero me gusta mucho la cocina y creo que podría trabajar en un restaurante”.
La presión sobre los migrantes que llegaron a Tijuana alcanzó su mayor nivel durante esta semana con las protestas de centenares de residentes que consideran que su presencia les afectará en su vida cotidiana. A media semana, unos 150 vecinos del área residencial de Playas de Tijuana, donde la valla fronteriza se adentra en el mar, protestaron contra su presencia y amenazaron con bloquear los accesos a ese lugar. Mediante gritos e insultos racistas, los vecinos reclamaron a las autoridades la presencia de los centroamericanos, quienes estuvieron a punto de caer en la provocación, aunque al final solo hubo empujones por ambos lados.
Una parte de los migrantes aceptaron ser llevados a un albergue temporal instalado en un deportivo Benito Juárez en tanto que el alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), rechazó su presencia y dejó firme su intención de que sean deportados. “Tijuana es una ciudad de migrantes, pero no los queremos de esta manera”, declaró el alcalde a televisión Milenio.
“Habrá cero tolerancia para quien o quienes infrinjan las leyes y reglamentos vigentes en nuestro país,” dijo a su vez el gobernador de Baja California, Francisco Vega. Hoy hubo dos marchas en esta ciudad, una en favor y contra la discriminación y el racismo, y otra de quienes están en contra de la llegada de los centroamericanos y de su estancia en la ciudad.
Miembros de la caravana de migrantes centroamericanos avizoran una difícil o hasta imposible entrada en Estados Unidos y ya analizan opciones mientras esperan la llegada de miles de compatriotas a la ciudad mexicana de Tijuana.
Mientras tanto los migrantes alojados en el deportivo Benito Juárez descartaron la opción de volver a su país o quedarse en México y esperan que las puertas de Estados Unidos les se abran.
“Tenemos que esperar a ver que solución hay. Ver que país se compadece de nosotros y nos da una visa de trabajo porque no nos podemos quedar en México”, declaró Carlos Antonio, un hondureño que animado tiene a Canadá y a España entre su lista de países donde puede trabajar. “No venimos acá (la frontera México-EE.UU.) para quedarnos en México venimos a ganar dólares porque somos pobres en nuestro país”, añadió.
Con varios días de estancia en Tijuana, los centroamericanos cargan con la presión de la falta de dinero y la incertidumbre sobre su futuro. Muchos creen que el Gobierno mexicano no quiere ayudarlos y en cambio agradecen la ayuda humanitaria ofrecida por el pueblo mexicano durante su travesía por este país de más de un mes desde que cruzaron la frontera con Guatemala
“México no es opción, es como estar en nuestro país, pero peor porque estamos sin familia”, aseguró Josué Ayala, un excombatiente de la guerra de El Salvador, quien aseguró que salió de su país desde hace más de 15 años.
“Queremos ir a Estados Unidos a trabajar, superarnos y sacar adelante a nuestra familia, pero así como vemos la situación vemos que está muy difícil”, agregó.
Hace dos días, en Playas de Tijuana, la valla fronteriza fue reforzada por la patrulla fronteriza y los militares estadounidenses con rollos metálicos de material afilado en la parte alta para evitar que los migrantes puedan trepar. “Yo fui a Playas y creo que no va haber manera de cruzar”, dijo el hondureño Luis Antonio.
Josue explicó que una vez que llegue el resto de los miembros de la caravana de migrantes “veremos que podemos hacer con la ONU y con Derechos Humanos, porque por nosotros mismos no pudimos hacer nada”. Este viernes, en la garita de El Chaparral, que se ubica a unos metros de la entrada peatonal hacia Estados Unidos, integrantes de la comunidad LGBTI iniciaron su proceso para pedir asilo al anotarse en una lista de espera de más de 1300 personas.
Al menos 9000 migrantes centroamericanos, principalmente hondureños y salvadoreños, se mueven en diversas caravanas por el territorio mexicano con dirección a Tijuana. Este viernes, la denominada segunda caravana de migrantes dejó la capital mexicana para viajar a Tijuana, lo que supone un recorrido de unos 2200 kilómetros al noroeste que incluye escalas en varias ciudades, entre ellas las de Querétaro y de Guadalajara.
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