ARPILLERAS CILENAS COMO ARTEFACTO POLITICO
Arpilleras: Patrimonio cultural de nuestra tierra
El jueves 16 de mayo entregamos a Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de CEPAL la arpillera que realizamos con el compañero Mono González. A principios de año Cepal hizo su calendario con fotografías de Carlos Candia de piezas bordadas y diseñadas por un maravilloso equipo de trabajo compuesto por artistas de pueblos originarios, migrantes, representates de la diversidad sexual, jóvenes, viejos/as, de regiones, de Santiago, mujeres , hombres, ilustradores, artistas visuales, empresaria, educadores, cartógrafa, bailarinas, entre otros. Memorarte tuvo el honor de coordinar ese trabajo.
El bordado de arpilleras tiene su origen en la aguja de Violeta Parra. Indomable la Viola Chilensis se escapa del bordado decorativo y borda “Contra la Guerra”, una de las piezas claves del bordado político. Ella trabajaba con arpillera, que era la tela del saco de las papas, es por eso que la técnica lleva su nombre aunque cambie la materialidad sobre la cual se trabaja.
Después del golpe militar, las mujeres víctimas de la represión comenzaron a bordar lo que pasaba en Chile y sus bordados se esparcieron por el mundo. Crearon así un lenguaje propio, un lenguaje identitario. Sobre ropa vieja y sobras de tela se levantaba un relato sencillo, casi naive de lo despiadado, de la muerte, de exiliados, de desaparecidos, del hambre en el barrio pobre, del desempleo, de la vida inmerecida.
Enrolladas las piezas viajaban en maletas que cruzaban océanos hablando del Chile sin voz de los ochenta.
Su propuesta estética y el fácil acceso a los materiales alentó a muchas otras mujeres del mundo que padecían dolores compartidos producidos por los estados, a usar el lenguaje creado en Chile, como si la voz propia fuera. Bordan ellas entonces el daño que provocan las represas en Brasil, la violencia en Colombia, la tristeza de la migración, los azotes del patriarcado, el negacionismo, la deseperanza. Usan aguja e hilo como un conjuro de lucha en la catarsis del encuentro, en la dicha de bordar juntas aunque el mundo se caiga a pedazos.
El bordado de arpilleras no solo produce piezas de valor patrimonial, sino que pone en valor la acción de crear juntas, de crea con sentido.
Enarbola el arte colectivo como una acción épica y ética a la vez, que se hilvana y entrama en el nosotros, en particular en el “nosotras” como acción predominantemente realizada por mujeres.
Memorarte ha retomado el hilo de nuestras maestras y obstinadas hemos desplegado metros de tela bordada en las calles donde el Pueblo le recuerda a la democracia lo que aun le debe.
Hemos esparcido las puntadas y nuestros hilos entrelazan con nuestras compañeras de Perú, que bordan sus bellos paisajes, con Roberta Bacic en Irlanda que cura y preserva las arpilleras del mundo, con Jimena Pardo en Londres que borda para no olvidar y poner en valor la memoria, con Karen Rosentroter en Barcelona que hace talleres para migrantes, con Esther Vital de Brasil que borda con las compañeras dañadas por las represas, con Bélgica Castro que en Suecia hace talleres para niños y comunidades, con Susana Alegría enseñando el oficio en las favelas de Rio de Janeiro, con Franziska Bloder de Escocia, que investiga sobre arte político, con Zeynep Gunay de Turquia que investiga sobre arte, mujeres en contexto de violencia, con Iván Quezada que nos llevó de un ala a exponer en Francia, con Mayia Karachaliou que nos llevó a su casa en Grecia a hacer un taller para su comunidad, con Cecilia Nowell de Estados Unidos que nos hizo una nota para la revista Bitch, con tantas y tantos otros.
Nada seríamos sin recordar el hilo que nos conecta con el origen, sin las manos cariñosas de mis maestras Tesoros Humanos Vivos, Patricia Hidaldo y María Madariaga, sin la dulzura de Victoria Díaz compañera de los hilos de la justicia y de la verdad.
El bordado de arpilleras se caracteriza por ensamblar tela, unir retazos. Además de unir retazos unimos mujeres en nuestros talleres, en Chile, en el mundo y eso es mucho más importante.
Bordar es un ejercicio de vida, es la expresión posible del buen vivir, es el espacio en donde todos podemos ser importantes, bellos, buenos y necesarios.
El bordado de arpilleras es un lenguaje de Chile, es verbo y sustantivo habitando el espacio humano, es la posibilidad de hacer tupida la tan disgregada trama de Pueblo.
Como el diseño que nos regaló el compañero Mono de la arpillera de la foto: es la invitación a unirnos para crear aquello que si no la hacemos nosotros, nadia más lo hará.
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