MISIONES: se repite el caso de criminalizxar la pobreza. Librada Figueredo-

Lunes 20 Septiembre de 2010

El caso de Librada Figueredo, como ejemplo de judicialización de la pobreza

“Mucha gente me juzga, pero yo no asesiné a mis dos hijos”

Se la recuerda por haber pasado casi dos años presa a causa del fallecimiento de dos chicos por un grave cuadro de desnutrición. No mejoró la situación de su familia
Librada Figueredo. Habitante de Puerto Iguazú. “Mucha gente me prometió cosas pero nunca recibí nada. Me tenían que indemnizar por daños y perjuicios porque me hizo muy mal estar en la cárcel”.
Puerto Iguazú. Librada Figueredo tiene siete hijos y la pelea a diario, junto a su marido, para poder mantenerlos. Pasaron ocho años desde que la condenaran por la muerte de dos de sus hijos debido a un grave estado de desnutrición que padecían los chicos en cuestión. Su caso fue conocido como el primero en Misiones de la “judicialización de la pobreza”. Pasó un año y ocho meses en prisión acusada de “abandono de persona agravado por el vínculo”. Su falta de recursos derivó en la muerte de sus dos hijos menores de edad.
Librada confesó en diálogo con El Territorio que “muchas veces me pongo a pensar, porque mucha gente me juzga, acá hay vecinos que no me quieren y otros que sí. Pero Dios es grande, en muchas oportunidades cuando me llaman de asesina eso me afecta, como diciéndome que yo maté a mis hijos, pero no los asesiné”.
Librada tenía 27 años y estaba embarazada de dos meses cuando fue condenada en 2002, su hijo que hoy tiene siete años nació en prisión y cumplió un año dos días después que su madre volvió a la libertad. Al rehacer su vida tuvo tres niños más.
Para reivindicar la decisión de condenarla por la muerte de José de dos años y de Silvia de un año, la Municipalidad de Iguazú cedió en comodato una vivienda, para Librada y sus otros cuatro hijos, en el barrio Los Trabajadores de la Ciudad de las Cataratas. 
“Los siete chicos están conmigo y estamos bien. Mucha gente me prometió cosas pero nunca recibí nada. A mí me tenían que indemnizar por daños y perjuicios porque me hizo muy mal lo que me hicieron y estar en la cárcel”, comentó Librada.

Acción tardía
“Lo que se ha hecho es judicializar la pobreza. Se trata del único caso conocido en Misiones donde una madre, que hizo todo lo posible para salvar a sus hijos, fue penalizada, judicializada y privada de su libertad”, dijo luego de conocer la respectiva sentencia, en 2002, el defensor de oficio, Benjamín Armoa.
“En algunas situaciones el Estado interviene a través de los órganos judiciales para rescatar a los niños de sus familias, catalogadas como incapaces para el cuidado y protección de su prole. La negligencia, la violencia y el incumplimiento en el logro del bienestar de los niños están puestos en la familia y, en ningún momento, se plantea la violencia y expulsión promovida por los servicios sociales sea por acción u omisión; aunque muchas veces se llega muy tarde, cuando nada hay por hacer”, señaló en un reciente artículo la investigadora Irene Konterllnik, autora del libro “Adolescencia, pobreza, educación y trabajo: el desafío es hoy”. Allí se analiza la situación de los adolescentes pobres en Argentina, “aquellos que no acceden o que abandonan la escuela media antes de haber adquirido habilidades básicas para el trabajo y la participación social”.

Familia destrozada
La tragedia de Librada comenzaría prácticamente al nacer. Cuando apenas tenía quince días de vida, falleció su padre y desde entonces el sostén económico estuvo a cargo de su madre Felicitas. Quien comenzó a trabajar de vendedora ambulantes. Ya desde entonces Librada conoció la dura realidad de estar en la calle. Esto mismo impidió a sus hermanos mayores concurrir a la escuela, en tanto, ella y su hermana Catalina, no pudieron completar sus estudios primarios.
A los 17 años, Librada cruzó hasta Ciudad del Este, Paraguay, buscando una mejor perspectiva de vida. Allí formó pareja con Barsilicio López de 45 años de edad. Un contratista, con quien convivió durante seis años en ese país y del cual nacieron tres hijos. Por reiterados hechos de violencia doméstica se separó, y se juntó con Ramón González de nacionalidad paraguaya y empezaron a convivir. De esta nueva unión nacieron otros dos hijos, pero persistieron los maltratos por los efectos del alcohol.
La mujer hoy tiene 34 años y asegura que su vida cambió y que se encuentra fuerte en el aspecto espiritual.
Comentó que “en muchas veces con anterioridad me eché la culpa porque era muy ignorante y además porque no tenía recursos. Pero ahora no soy igual y por más que a veces estoy mal, yo salgo adelante con mi familia”.
Sus hijos más grandes de 15, 13 y 11 años tienen el mal recuerdo de cuando quedaron a cuidado de su abuela Felicitas, porque su madre tuvo que ir a prisión por la muerte de sus dos hermanitos.
“Cuando me acuerdo de ellos me pongo muy triste. Los más grandes tienen ese recuerdo siempre, en realidad nunca se nos va a borrar y nos hace mucho daño”, comentó de su lado Librada.
No es muy diferente su situación económica en la actualidad, ella es ama de casa. “Me dedico a los chicos y estoy bien, recibo el salario universal”, contó. Su marido no tiene trabajo estable y en algunas ocasiones asisten a comedores comunitarios.
En la actualidad los siete niños están bien de salud y el único inconveniente que se padece en el entorno familiar se centra en la nena de cuatro años que no habla. El mayor de los varones de 13 años hace changas para ayudar a la familia y también asiste a la escuela.
Pero la situación de desamparo, abandono y pobreza no desapareció para estos habitantes de Iguazú.




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