Rosa Montero, la quinta mujer en obtener el Premio Nacional de las Letras en España
“Es hora de perder el prejuicio sexista”
La
escritora y periodista madrileña fue distinguida “por sus brillantes
actitudes literarias y por la creación de un universo personal”. Ayer
señaló que “la novela para mí no es un trabajo, es mi manera de ser y
estar en el mundo, es estructural”.
En abril, Montero fue propuesta para ocupar una silla en la RAE.
Imagen: Pablo Piovano
Imagen: Pablo Piovano
“Soy narradora, ensayista y periodista, por este orden”, aclara. “La novela para mí no es un trabajo, es mi manera de ser y estar en el mundo, es estructural. Mientras el periodismo es una profesión, la narrativa es un esqueleto exógeno que me mantiene en pie, es mi manera de vivir”. Montero (Madrid, 1951) es la quinta mujer que obtiene el Premio Nacional de las Letras, después de las narradoras Rosa Chacel, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute y Carme Riera. “Ya va siendo hora de que perdamos el prejuicio sexista con el que miramos el mundo, también nosotras. El problema es la mirada, también la nuestra”, cuestiona la escritora. Los reconocimientos literarios le han costado “mucho más” que los periodísticos. Tenía 29 años cuando en 1980 recibió el Premio Nacional de Periodismo. Entonces ya trabajaba en el diario El País, en el que fue redactora jefa del suplemento dominical, medio donde sigue publicando sus artículos. Autora de quince novelas que han sido traducidas y premiadas en otros países –La loca de la casa, por ejemplo, fue distinguida con el Premio Grinzane Cavour al mejor libro extranjero publicado en Italia en 2005 y el Premio Roman Primeur en Francia–, quizá no fue profeta en la tierra de una élite cultural española que acaso la miró con suspicacia por su origen en el “barro” del periodismo. “Consideraban que lo mío no era literatura seria, sino otras cositas”, ironiza la autora de La carne, su última novela, publicada el año pasado.
En estos casi cuarenta años de escritura narrativa –su primer libro, Crónica del desamor, lo editó en 1979– descubrió que la inseguridad, el bloqueo, las ganas de tirar lo escrito a la basura o a la papelera de reciclaje –residuos contemporáneos de la virtualidad– es un estado compartido por muchos escritores. “He aprendido a borrarme, a borrar el yo consciente y a desaparecer, he aprendido a dejar que la historia me atraviese. Me he liberado de la ambición. Antes tenía la fantasía de escribir algún día una obra importante de verdad. Ahora ya no pienso así. Ahora, lo que quiero es escribir libremente”, subraya Montero, que en abril de este año había sido propuesta para ocupar la silla “M” de la Real Academia Española (RAE), un espacio que se disputaba con el historiador Carlos García Gual. Como ninguna de las candidaturas alcanzó la mayoría, la silla quedó vacía.
“La novela es un género de madurez y yo estoy en un período de plenitud. Escribo con mayor libertad, menos angustia, igual de cuidado, obsesividad y esfuerzo”, reconoce la escritora que está avanzando en la tercera novela protagonizada por Bruna Husky, la detective replicante que es un guiño y homenaje a Philip K.Dick, que apareció por primera vez en Lágrimas en la lluvia (2011) y reincidió en El peso del corazón (2015). “No la voy a matar nunca a Bruna”, confirma Montero. “Jamás escribiría un libro para matarla".
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