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ARGENTINA HOY: los debates feministas contras las injusticias sociales.

03 de junio de 2018
Ofelia Fernández, dirigente estudiantil y militante feminista
“Una manera hermosa de combatir la angustia”
En el plenario de comisiones de Diputados, la joven defendió la despenalización y la legalización del aborto y llevó la voz de las adolescentes al debate. Las marchas de Ni Una Menos y su descubrimiento del feminismo.
Ofelia Fernández encabezó la primera toma de un colegio, el Pellegrini, contra la violencia machista.
Ofelia Fernández encabezó la primera toma de un colegio, el Pellegrini, contra la violencia machista. 
Cae la tarde y el frío es intenso en el hall de la estación terminal del ferrocarril Mitre, de Retiro. Ofelia Fernández camina apurando el paso, enfundada en una campera verde, con la capucha puesta. Es bajita. Apenas un metro y medio. Parece Caperucita. Caperucita Verde. El martes, en la plenaria de comisiones de Diputados, donde defendió la despenalización y legalización del aborto, la dirigente estudiantil, de 18 años, se comió a los lobos antiderechos, y llevó la voz de las adolescentes al histórico debate. Al feminismo, cuenta, lo empezó a descubrir –y le caló hondo– a partir de la primera marcha de Ni Una Menos, como tantas pibas que hoy llevan el pañuelo verde atado a su mochila. “El feminismo es el movimiento más capaz de interpelar a la sociedad en la actualidad. Esto es algo que se gestó acá y está creciendo como nunca. Y el Ni Una Menos fue su propulsor más claro”, dice Ofelia, y se prepara para marchar, una vez, más, mañana, por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, contra las violencias machistas, y el ajuste del gobierno de Mauricio Macri, y, sobre todo, por la implementación de la educación sexual integral en los secundarios.En una entrevista con PáginaI12, esta joven que se enfrenta, sin dudar ni amilanarse, a periodistas reaccionarios que pretenden callarla o descalificarla por su edad, habla de sus batallas y sus sueños. Y advierte, con preocupación, sobre “una especie de guerra interna” que se está dando en los secundarios, como coletazo de la marea feminista, con una catarata de denuncias de chicas por abuso o acoso sexual contra compañeros, que están siendo escrachados, sin que las autoridades ni las instituciones educativas se hagan cargo del problema. “Si el país fuera la población estudiantil de la Ciudad de Buenos Aires, ya no se necesitaría el feminismo porque la realidad ya lo sería. O estamos cerca de eso. La ambición es generar un feriado nacional o una página de los libros de historia”, se entusiasma.
Ofelia es hija de una empleada administrativa y un músico, que están separados. Ella vive con su mamá. Pero a su papá lo ve seguido, aunque ahora está de gira en Rusia. Empezó a militar en 2013, cuando entró a la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Y desde entonces, Ofelia no se calla. Milita en una agrupación de la Izquierda Popular, pero aclara que no sueña con ser diputada, a pesar de que en las redes sociales la alientan a seguir una carrera política, y la apodan “Cristinita”, en alusión a la ex presidenta. También le dicen “Minion”, “Jefecita”, o “Chiquita”, como le espetó un periodista en un programa de tele, el año pasado, para chicanearla, y ahora la llaman así cariñosamente sus amigos. “Siempre en diminutivo”, se ríe ella. Claro, por su altura, aunque el periodista, cuando se lo dijo, no sabía ese detalle, recuerda y se vuelve a reír.

Ofelia estudia teatro desde los 9 años y se ilusiona con poder vivir de la actuación, su pasión cuando no está reclamando por algún derecho vulnerado. “Eso me encantaría”, dice y se prepara para protagonizar su segunda película, del director Jerónimo Quevedo, donde encarnará a una dirigente estudiantil. “Pero no es un documental”, aclara. También aportará su mirada al guión. Mientras, está en sexto año del Pelle, haciendo el CBC para ingresar a Sociología, en la UBA, y sigue arengando a estudiantes “para construir una educación diferente, que forme sujetos críticos”. Ese, dice, es su gran desafío.
Llega a la entrevista, en un café de la terminal de trenes, desde una reunión con estudiantes secundarios y se va luego, a otra, con terciarios. Así es su viernes por la tarde. Después de su exposición en Diputados, recibió un aluvión de mensajes de otras chicas, que le agradecieron por poner en palabras, en ese ámbito, lo que ellas piensan y sienten. “Ser vocera de otras. Eso era todo lo que quería hacer y lo logré”, dice.
El feminismo la marcó tanto, a partir de 2015, que un año después encabezó la primera toma de una escuela contra la violencia machista: en ese caso se oponían a la designación de un jefe de preceptores que maltrataba a mujeres en el Pelle, donde fue presidenta por dos años del Centro de Estudiantes, hasta 2017. Ofelia integró la primera fórmula conformada por dos chicas. Hoy asume el feminismo como una forma de vida, al punto que cuando se dio cuenta de que escuchaba todas bandas masculinas, empezó a hacerse sus “playlists” solo con voces femeninas, y entre otras, elige a cantantes como Amy Winehouse y a ErykahBadu.

–¿Cuáles son tus razones para marchar mañana?
–Estamos en un contexto muy agitado en los colegios secundarios. Todas las tomas que se hicieron desde 2013 hasta acá tuvieron como consigna principal la implementación de la educación sexual integral y hoy seguimos sin verla aplicada ni en lo más mínimo, ni siquiera en relación al uso de métodos anticonceptivos. Esa es nuestra principal bandera. Otra problemática es que hoy en las escuelas se están armando espacios desde los centros de estudiantes que se llaman No es No, que básicamente lo que hacen es recibir denuncias de abuso y acoso sexual, para realizar escraches a los acusados y también brindar contención a las víctimas y resolver situaciones con el victimario. Y no lo digo celebrándolo sino hablando de algo que me parece muy peligroso y delicado, que es necesario por la urgencia de preservar a la víctima cuando está conviviendo con su victimario. Pero es urgente que haya políticas públicas y que esos casos los tomen personas capacitadas. Hay pibas que se están encargando de contener a las víctimas, cuando quizá las van a abusar a ellas al día siguiente de la misma forma. Y es una situación muy complicada tener que cargar con esa tarea. También genera que pibes de 16 años terminen marginándose, a tal  punto que cargan con más resentimiento y terminan ejerciendo más violencia, cuando se los escracha.

–¿Qué tipo de situaciones se están denunciando?
–La mayoría de los acosos se dan en ámbitos de fiestas, situaciones de insistencia. También se denuncian relaciones violentas, generalmente ya terminadas. Pero claramente entre nosotras y nosotros no podemos resolver este tipo de casos. Y, además, hay una cuestión de imparcialidad, que no podemos tener. Denuncian a nuestro amigo o denuncia nuestra prima. Lo que me parece valorable es que está la voluntad de resolver esta problemática pero el reclamo, en realidad, es que los colegios tengan protocolos contra la violencia de género y además se atrevan a contemplar los casos entre alumnos. Estas denuncias terminan generando una especie de guerra interna, en la que el enemigo real –que son las autoridades y las personas que tienen poder en las instituciones educativas– supo esconderse. Y esos enemigos no están visibles.

–¿Qué recordás de la primera marcha de Ni Una Menos?
–Me marcó bastante porque yo empiezo a militar en 2013, en primer año, y en 2014 le pongo gran intensidad porque soy una persona muy irritable de cara a las injusticias. Las cosas que no enfrento me generan vacíos que no puedo manejar. El feminismo en mi vida militante fue una ruptura. Venía militando problemas internos del colegio. Pero por primera vez sentí que hablaba de algo que sentía mucho más fuerte que todo lo que había conocido. Fue como un desahogo, encontrar ese espacio para pensar cosas que me venían haciendo ruido hacía tiempo. Ni Una Menos terminó de organizar y desatomizar muchas cosas que nos dolían, nos asustaban y nos enojaban. Poder, de repente, encontrarnos en esa movilización del 2015 fue muy hermoso. El año anterior habían asesinado a Lola Chomnalez, que tenía mi misma edad, era amiga de amigas. Me pasó de estar pasando por las divisiones del Pelle, para convocar a la marcha y hablar al borde del llanto y un poco quebrarme, y las mujeres que me escuchaban, también. Y que toda esa sensación no sea una razón para que yo después llegue a mi casa y me tire con la almohada ahogándome la cara a llorar sino que me generaba ganas de hablar con mis compañeras y escribir textos para convocar. Fue una manera muy hermosa de combatir la angustia y convertirla en organización. Sin dudas marcó a mi generación y marcó un momento histórico que hoy estamos viviendo, donde el feminismo es el movimiento más capaz de interpelar a la sociedad que existe. Ningún otro conflicto logra poner a tanta gente en la calle como éste. Es algo que se gestó acá y ahora está creciendo más que nunca y Ni Una Menos fue el propulsor más claro.

–Hoy en Chile se multiplican las tomas feministas de las universidades contra el acoso sexual. Vos encabezaste la primera en una escuela contra la violencia de género hace dos años. ¿Cómo analizás ese proceso?
–En su momento fue una apuesta para nosotras enmarcarlo así. Teníamos un conflicto desde 2015 con ese tipo, Mastrogiovanni, que acababa de asumir como jefe de preceptores. Con mi compañera de fórmula analizábamos el caso, todas sus actitudes, y de pronto nos dimos cuenta de que siempre estaban involucradas mujeres, ya sea con violencia física, psicológica, o las hostigaba o amenazaba. Siempre hablábamos de la actitud y nunca habíamos terminado de percibir hacia dónde la dirigía. De repente lo vimos en un mapa conceptual que habíamos hecho en una hoja: “Son todas mujeres”. “Por eso está pasando. Por eso él siente que puede ejercer esa violencia tan impunemente, porque esa violencia la ejercía hacia mujeres”. Fue una apuesta encontrar eso y contarlo por primera vez en asambleas, después de que la gente hubiera escuchado hablar mil veces de ese tipo. Dijimos: esta toma también se trata de Ni Una Menos en el Pellegrini. Fue una sorpresa, pero a todo el mundo le pasó que algo se le agitó en la cabeza y que todo cuadró. No me sorprende que en Chile, al calor del crecimiento del movimiento feminista, se hayan podido encauzar las tomas en ese sentido. Y lo celebro. Es bueno pensar que mundialmente hay otro aval hoy en 2018, que les va a permitir tener otras herramientas para desarrollar ese conflicto con mucha masividad y apoyo. Por algo estamos hablando de Chile en esta mesa: estamos acompañadas aunque no nos veamos los ojos.

–Es la cuarta marcha de Ni Una Menos. ¿Qué pasó en estos tres años en los secundarios con esta fecha?
–En la primera y la segunda movilización, tal vez la marcha de NUM representaba el momento feminista del año. Tenemos 364 días para ocuparnos de otros problemas y el 3 de junio para hablar de los derechos de las mujeres. Ya desde el año pasado, pero hoy más que nunca, podemos enmarcar el NUM en una lucha de todos los días. El NUM significa la aparición del reclamo masivo, que venía gestándose en los Encuentros Nacionales de Mujeres. Favoreció que el feminismo sea transversal, que se discuta en todos los planos. Puedo discutir reforma educativa pero recibo catarata de insultos y descalificaciones por mi condición de mujer. Ahí el feminismo se vuelve transversal. Si el país fuera la población estudiantil de la Ciudad de Buenos Aires, ya no se necesitaría el feminismo porque la realidad ya lo sería. O estamos cerca de eso. La ambición es generar un feriado nacional o una página de los libros de historia.

–El martes en la audiencia por el debate sobre el aborto en Diputados dijiste: “No le tenemos miedo al aborto. Les tenemos miedo a otras cosas”. ¿A qué?
–El miedo, en el sentido más honesto del término, esa sensación constante de nervios, las pibas del secundario lo tenemos quizás adentro de la propia casa, por un problema con el novio la noche anterior, con el padrastro o el padre. Cuando cruza la puerta, en la calle también siente miedo. Empieza el verano y no podés hacer una cuadra sin que te griten cosas, desde que te quieren “romper el orto” hasta muchas amenazas explícitas, como: “Ey, vení que te voy a llevar a mi casa”. Llegan a la escuela y se encuentran con un montón de situaciones hostiles. Las instituciones adeudan una política de género por la ausencia de ESI. Si quieren hacer un plan a la noche, los boliches son sumamente peligrosos. Me fui a Gesell un verano con amigas y era terrible, si no salíamos con nuestros amigos varones, volvíamos tristes a nuestro hotel. También funciona así para los viajes de egresados. En los boliches las mujeres pasan gratis, los varones tienen que pagar. Para entrar gratis, a las chicas las agrupan, les dicen que tienen que estar a tal hora en una esquina y las hacen desfilar dos cuadras hasta que entran al boliche. Entran todas juntas y después les abren a los varones para que vayan al ataque. Las mujeres tenemos consumiciones gratis de alcohol, porque hay que poner a las chicas en la situación de mayor inconsciencia posible para permitirles a los varones cumplir con el objetivo de estar con la mayor cantidad posible de pibas.

–¿Para qué militás?
–En el plano estudiantil podría decir que para construir una educación diferente, que forme sujetos críticos, que puedan cuestionar la realidad. Sé que no se logra en cinco años, porque no depende de mí cambiar los planes de estudio. Por eso creo que el Centro de Estudiantes tiene que generar un espacio para cuestionar la educación, para que la gente participe.

–¿Qué te dicen en las redes sociales?
–Las redes son muy intensas. Ahora me meten mucha presión, que tengo que ser presidenta.
Ella se ríe. Dice que prefiere la actuación

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