El adoctrinamiento en las escuelas de Fasta
01 de junio de 2020,pag.12
Un manual salido del Medioevo
El
libro “Nueva Evangelización y Cultura”, del autor Juan Carlos Bilyk, es
uno de los manuales que están obligados a leer alumnas y alumnos en
secundarias de los colegios Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de
Aquino. Bilyk es profesor de Formación Religiosa en el Colegio Fasta San
Vicente de Paúl, de Villa Devoto, y responsable de los contenidos y la
bibliografía de la dirección de Fasta. Es profesor de las cátedras de
Humanidades, de Filosofía, de Teología y de Ética en la Universidad del
Salvador y además, y también dicta las cátedras de Antropología
Teológica y de Nuevo Testamento en la Universidad Fasta, según figura en
su currículum en la web. Como otros libros que usan en sus aulas, ese
manual fue publicado por MDA, la editorial de Fasta.
Algunas de las definiciones que trae el manual de Bilyk:
“El lesbianismo es un despropósito, una depravación de la misma naturaleza humana”.
“El feminismo radical busca que la mujer pueda librarse de todo límite moral, de cualquier compromiso u obligación y --si apareciera-- de ese molesto intruso que se alojó en sus entrañas”.
Se habla del aborto como “la matanza de los inocentes”.
Enseña como anticonceptivo “la castidad y los métodos de planificación natural”.
Dice que usar el preservativo para protegerse del sida “es jugar a la ruleta rusa: se multiplicaran más las experiencias sexuales, persuadidos de la protección ofrecida por el profiláctico y aumentará la probabilidad de contagio”.
Divorcio: “La ruina de la familia y del matrimonio por medio de la promulgación de leyes con tal fin (la familia como institución natural, no estamos hablando del sacramento) fue uno de los primeros objetivos de los enemigos de la cultura católica”.
Asegura que “no hace falta mostrar las estadísticas que indiquen en cual situación anímica y espiritual quedan los hijos de padres divorciados”.
Matrimonio igualitario y la adopción de hijos: “La acción de grupos homosexuales y transexuales (o “tránsgenero”, como gustan denominarse a sí mismos) llega hasta el tuétano de la cuestión, siendo las uniones entre ellos reconocidas por el estado laicista como matrimonios legítimos, sin importar que eso pueda significar la aniquilación del concepto de familia y del matrimonio naturalmente entendido. Por medio de agresivas campañas y constante presencia en los medios buscaron imponer un modelo de uniones que fuera socialmente aceptado bajo riesgo, para quien se oponga, de ser tachado de discriminador, homofóbico, y cavernícola (como mínimo). Y ciertamente lo lograron”.
Se refiere a la “ideología de género” como una “verdadera extravagancia de los pansexualistas.
“Para la ideología del género ser varón, mujer o lo que se quiera, es fruto de la autopercepción que cada uno tenga de sí mismo”.
Cuestiona al “feminismo radicalizado o extremista” que “lucha por romper con las principales cadenas que --según los laicistas-- oprimen a las mujeres: la biológica de la maternidad y la sociológica de esposa (ambas cadenas sería fruto de una sociedad machista y patriarcal)”.
Se refiere a las feministas radicalizadas como “sumamente agresivas, prepotentes y gritonas” y las señala como “enemigas de la maternidad”.
“En realidad, la mujer les importa muy poco. El odio --al varón, al orden natural, a la iglesia, y en definitiva, a Dios-- las ciega irracionalmente. Solo pretenden imponer mediante falacias y violencia (ideológica, ya sea verbal o física), un modelo de sociedad donde la dignidad de la persona humana se trastoque por el más grotesco permisivismo”.
Dice además que los movimientos feministas pretenden “que la mujer sea otro hombre y por venganza o revanchismo, cambie la sociedad de machista a feminista, es decir, de un extremo al opuesto”.
Algunas de las definiciones que trae el manual de Bilyk:
“El lesbianismo es un despropósito, una depravación de la misma naturaleza humana”.
“El feminismo radical busca que la mujer pueda librarse de todo límite moral, de cualquier compromiso u obligación y --si apareciera-- de ese molesto intruso que se alojó en sus entrañas”.
Se habla del aborto como “la matanza de los inocentes”.
Enseña como anticonceptivo “la castidad y los métodos de planificación natural”.
Dice que usar el preservativo para protegerse del sida “es jugar a la ruleta rusa: se multiplicaran más las experiencias sexuales, persuadidos de la protección ofrecida por el profiláctico y aumentará la probabilidad de contagio”.
Divorcio: “La ruina de la familia y del matrimonio por medio de la promulgación de leyes con tal fin (la familia como institución natural, no estamos hablando del sacramento) fue uno de los primeros objetivos de los enemigos de la cultura católica”.
Asegura que “no hace falta mostrar las estadísticas que indiquen en cual situación anímica y espiritual quedan los hijos de padres divorciados”.
Matrimonio igualitario y la adopción de hijos: “La acción de grupos homosexuales y transexuales (o “tránsgenero”, como gustan denominarse a sí mismos) llega hasta el tuétano de la cuestión, siendo las uniones entre ellos reconocidas por el estado laicista como matrimonios legítimos, sin importar que eso pueda significar la aniquilación del concepto de familia y del matrimonio naturalmente entendido. Por medio de agresivas campañas y constante presencia en los medios buscaron imponer un modelo de uniones que fuera socialmente aceptado bajo riesgo, para quien se oponga, de ser tachado de discriminador, homofóbico, y cavernícola (como mínimo). Y ciertamente lo lograron”.
Se refiere a la “ideología de género” como una “verdadera extravagancia de los pansexualistas.
“Para la ideología del género ser varón, mujer o lo que se quiera, es fruto de la autopercepción que cada uno tenga de sí mismo”.
Cuestiona al “feminismo radicalizado o extremista” que “lucha por romper con las principales cadenas que --según los laicistas-- oprimen a las mujeres: la biológica de la maternidad y la sociológica de esposa (ambas cadenas sería fruto de una sociedad machista y patriarcal)”.
Se refiere a las feministas radicalizadas como “sumamente agresivas, prepotentes y gritonas” y las señala como “enemigas de la maternidad”.
“En realidad, la mujer les importa muy poco. El odio --al varón, al orden natural, a la iglesia, y en definitiva, a Dios-- las ciega irracionalmente. Solo pretenden imponer mediante falacias y violencia (ideológica, ya sea verbal o física), un modelo de sociedad donde la dignidad de la persona humana se trastoque por el más grotesco permisivismo”.
Dice además que los movimientos feministas pretenden “que la mujer sea otro hombre y por venganza o revanchismo, cambie la sociedad de machista a feminista, es decir, de un extremo al opuesto”.
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