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Una joya de la historia del cine queer nunca antes mostrada

Recomendados del Festival Asterisco: Fortune and Men's Eyes


Sal Mineo y Don Johnson en Fortune and Men’s Eyes (1967)
Sal Mineo y Don Johnson en Fortune and Men’s Eyes (1967)   
 
Directo al corazón de la rebeldía queer, la programación de Asterisco este año incluye una gema histórica perdida durante 50 años, un registro de una obra de Sal Mineo que, antes de Stonewall, tuvo el espíritu incendiario de una revuelta escénica.
 
En medio de los recuerdos que dispara la pantalla dorada de Hollywood, la relación entre James Dean y Sal Mineo ya se puede decir que adquirió carácter mítico, no mucho menos que la relación homo-heróica entre Aquiles y Patroclo en la Ilíada. Y la comparación con los mitos griegos no es una exageración, porque el personaje que Sal Mineo interpreta en Rebelde sin causa (1955) se llama Platón, justamente para remitir a esa exploración de la homosexualidad en la filosofía y cultura griega. Con 15 años, Mineo fue elegido para ser el niño enamorado de James Dean en la película que convertiría a ambos en estrellas trágicas de la fábrica del glamour mortuorio del cine.

El amor de los muchachos

Una escena juntos de Rebelde sin causa, a mitad de la década del 50, es uno de los máximos desafíos a la censura rígida que dominaba esos tiempos: Platón abre su locker en el colegio y debajo del espejo donde se mira para peinarse tiene pegada una foto de Alan Ladd, el actor de western, film noir y género bélico, toda una summa de virilidad del cine. Si esa foto ya no fuese suficiente para revelar su intimidad de niño marica, usa el espejo donde se peina como retrovisor y aparece reflejado el rostro de James Dean, su compañero de colegio, su adonis: aquella imagen especular del Narciso se transforma para enamorarlo. La escena confirma que en toda película mítica se refleja un amor mítico: según declaró varias veces Sal Mineo no sabía lo que le pasaba con James Dean en ese momento de su adolescencia cuando filmaba Rebelde sin causa, era un sentimiento profundo que no podía nombrarse pero que las imágenes igual dejaban al descubierto. Y era un amor correspondido, basta con ver las pruebas de cámara que sobrevivieron donde se filmaron ensayos de la película de ambos actores junto a Natalie Wood, para admirar como James Dean abraza a Sal Mineo y amaga con darle un beso, imágenes que son usadas en cámara lenta en montajes sobre ese metejón entre los muchachos. “El verdadero rebelde parece ser el personaje de Sal Mineo. Tiene algo por lo que ser rebelde, porque es gay en una sociedad homofóbica. Y, por supuesto, hay que matarlo, eso es lo que les pasa a los verdaderos rebeldes en nuestra sociedad”, dice Richard Dyer en The Celulloid Closet, documental que analiza la diversidad sexual en el cine. Una bala policial alcanza a Sal Mineo en Rebelde sin causa, es una de las tantas maricas muertas en las pantallas de Hollywood, pero él al menos tiene la suerte de que James Dean se arrastre a su lado llorando desgarrado por perder su amor fuera de la ley. También tuvo otra suerte, Sal Mineo obtuvo una nominación al Oscar por su papel en la película, siendo en ese momento el actor más joven nominado para ese premio.

En 2017, el actor Brian Rhodes subió un video a Youtube donde cuenta con pelos y señales un encuentro en los 70 con Mineo en un pub gay de Toronto donde le confirmó la frase romántica que se rumoreaba que Dean le dijo al adolescente durante el rodaje: “Mirame a mí como yo miro a Natalie Wood”. Aunque ambos actores se convirtieron en íconos de la cultura gay, James Dean, como también pareciera que Mineo, fueron en realidad bisexuales, identidad que muchas veces se invisibiliza. Pero, por supuesto, su personaje de Platón en Rebelde sin causa no fue lo único que Mineo hizo para ser considerado como icónico por desafiar la moral represiva y por romper tabúes, y el año pasado apareció un documento histórico que prueba nuevamente su valentía cultural y sexual.

Exhibicionismo drag

Rebelde sin causa pertenece al subgénero de películas de delincuencia juvenil y gran parte de la carrera de Sal Mineo estuvo ligada a convertirse también en un actor que repetidamente encarnaba personajes marginales, criminales. Y él no necesariamente huía de ese estereotipo, que muchas veces, en la versión racista de la cultura anglo, se lo imponían por su ascendencia latina. De hecho, cuando Mineo decide debutar como director teatral, lo hizo encarnando ese rol delictivo y yendo a fondo con el homoerotismo. Su elección fue la obra Fortune and Men's Eyes, escrita por el canadiense John Herbert, basada en experiencias autobiográficas carcelarias. Hebert era drag queen, sufrió un ataque en la calle y fue condenado igual por indecencia a causa de los testimonios de quienes lo atacaron. Su obra se basa en la relación de cuatro presos en una celda, uno de ellos es Queenie, su alter ego, una drag que nunca abandona su teatralidad queer en ese contexto hostil. La obra comienza con el ingreso de Smitty, un joven que, frente a sus compañeros maricas de celda, aclara que no es “queer”. Y para evitar ser víctima de la violación colectiva, un ritual iniciático carcelario, Smitty acepta la protección de Rocky, su compañero de celda más violento, quien de todas maneras lo termina violando en la ducha. Además de dirigir, Sal Mineo encarnó al personaje de Rocky pero hizo una reescritura de la obra muy polémica, porque agregó algunas escenas nuevas, incluyendo la de la violación, que originalmente sucedía fuera de escena. El estreno de la obra fue escandaloso, y hoy se redimensiona porque quien interpretaba a Smitty era Don Johnson a los 18 años, en su primer papel importante. Sí, la estrella de División Miami se hizo célebre siendo violada por Mineo en el teatro Coronet de Los Angeles. Johnson declaró que la gente volvía a ver la obra muchas veces hasta la escena de la violación y luego abandonaba el teatro, que por esa razón la obra llegó a ser un éxito y permanecer un año en cartel. El morbo de ver desnudo a Johnson también debe haber vendido muchas entradas. Cuando le preguntaron sobre si tuvo algún problema para aceptar desnudarse en la obra, Johnson respondió: “Soy exhibicionista en cierto nivel. Estoy muy orgulloso de mi cuerpo. Me place la manera en que lo llevo, y siento que está todo ahí para ser usado”. Uso y abuso del cuerpo en escena, la puesta de Mineo fue célebre y además convirtió en estrella a Michael Greer, quien interpreta a Queenie, y que fue el único actor del elenco que también participó con ese mismo personaje en una película homónima que tres años después adaptó la obra de teatro de Herbert al cine. Por supuesto, la violación en la película está fuera de campo pero hay otras escenas arriesgadas y escandalosas para 1971, como la performance drag de Greer donde termina con su desnudo frontal.

Semillas queer

Toda la violencia homoerótica y disruptiva de la obra de Mineo había quedado solo guardada en la memoria de quienes participaron o vieron esa adaptación. Pero hubo un giro en la historia: el año pasado alguien encontró una filmación en 16mm de parte de esa puesta de Mineo en 1969, un registro que estuvo perdido durante 50 años, y que nadie sabía que existía. Supuestamente, la filmación se había hecho para difundir la obra. Allí se puede ver la potencia: cómo la escenografía incluye la ducha donde sucede la violación, las actuaciones extraordinarias de Michael Greer, de Sal Mineo y de Don Johnson, quien no sale completamente desnudo pero sí con un calzoncillo blanco que revela un bulto turgente. Esos quince minutos son un documento histórico único porque también tiene mucho espíritu de época, de ese año queer revolucionario, porque unos meses más tarde sucedería la revuelta de Stonewall. Hay algo libertario en la obra de Herbert que se redimensiona en la visión más explícita y violenta de Mineo: una fusión de lo viril y lo marica, una convivencia y complicidad de la marginalidad y el glamour. Si bien los retratos criminalizados de la diversidad sexual, especialmente en cárceles, tenían un perfil reaccionario, la perspectiva de la obra era más bien opuesta. Y si antes Jean Genet con su película Un chant d'amour (1950) había retratado un homoerotismo libertario carcelario en el cine, acá hay algo distinto que prefigura más la arquitectura política de El beso de la mujer araña de Manuel Puig en cualquiera de sus versiones: novela, obra de teatro, película o musical. Hay algo de lo pop criminal, del erotismo glam de los desterrados, de la exaltación de la teatralidad del género, de lo camp y lo crudo que implosionan con la vitalidad de la puesta de Mineo: una vibración con onda expansiva que parecería tener el mismo ímpetu que las trans latinas que dijeron basta a una razzia policial seis meses después y enfrentaron a la policía en Stonewall. Ese registro de Mineo es una de las tantas semillas olvidadas de la revuelta frente a la represión contra la disidencia sexual. Y si incluimos ese registro en la programación de Asterisco, por primera vez subtitulado al español, es porque esa misma vibración revolucionaria es la que también encontramos en la mayoría de las películas del festival. Incluso, la chilena El Príncipe, que participa en la Competencia Latinoamericana de Largos, es casi una remake de Fortune and Men's Eyes en el contexto del Chile de Salvador Allende. O Violencia Love, dirigida por Sol Zurita, Cabri Lynch y Iña-ki, que forma parte de la Competencia Argentina de Cortos, es una reescritura poética de las películas de delincuencia juvenil como manifiesto rebelde de unas chicas pandilleras que adoran las peleas. El cine todavía puede seguir sembrando revueltas.

Fortune and Men's Eyes se proyecta el 12 de noviembre, a las 20, en el sala de Filmoteca Online. Programación completa en festivalasterisco.com.ar

 

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