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ARGENTINA: las tripas sucias de la dictadura de los 70-80

Un testimonio que invita a romper el pacto de silencio 

Que los oficiales del Ejército "que saben más que yo" hablen del genocidio

Omar Barbieri es oficial retirado y habló por primera vez en un juicio de lesa humanidad. Contó lo que vió a hacer a colegas ya condenados, juzgados o prófugos. Y repitió confesiones que le hicieron amigos de la patota.
El memorial a las víctimas del campo de torturas Vesubio.
El memorial a las víctimas del campo de torturas Vesubio. 

Después de cuatro décadas de silencio, el militar retirado Omar Barbieri testimonió por primera vez en un juicio de lesa humanidad. En poco más de dos horas, contó su hallazgo de archivos secretos vinculados a Vesubio en la enfermería del Regimiento de Infantería 3, donde era teniente al filo del cierre de la última dictadura cívico militar. Además, reprodujo la confesión que un teniente le realizó en 1977 sobre su participación en operativos de secuestros clandestinos y su visita a Vesubio, donde vio “un montón de gente atada con cadenas y grilletes a una pared” y dijo que había “olor a muerte”, y aportó una nómina de oficiales, suboficiales y tenientes del Regimiento de Infantería 6, de Mercedes, que “salían de noche, de civil y con armas largas”. El ex coronel David Cabrera Rojo, acusado en el juicio, y el ex teniente Serepio Eduardo del Río, apartado del juicio por cuestiones de salud, figuran en la lista. Cuando la Fiscalía le preguntó por qué había tardado tanto tiempo en compartir esta información, Barbieri se escudó en el “miedo” que “todavía” siente y en la certeza de que “esto debe terminar con los genocidas responsables presos. Esto es un llamado a que otros oficiales del Ejército que saben mucho más que yo, seguramente, hablen y digan”, concluyó.

Semanas después de haberlo contado a Página/12, Barbieri declaró como testigo ante el Tribunal Oral Federal número 4 de la Capital Federal, que conduce desde noviembre de 2019 el tercer tramo del juicio por los crímenes de Vesubio. Fue su primera vez ante un tribunal y su segundo aporte al proceso de justicia sobre los crímenes del terrorismo de Estado que tuvieron lugar en el país entre las décadas del 70 y 80, ya que días atrás testimonió en el marco de la investigación sobre las violaciones a los derechos humanos sucedidas bajo la órbita del Primer Cuerpo de Ejército.

El viernes al mediodía y durante poco más de dos horas, Barbieri reiteró cómo encontró, en septiembre de 1983, fichas de personas detenidas desaparecidas en Vesubio en la enfermería del RI3, donde revistaba como teniente primero. Tal como lo hizo a este diario, Barbieri detalló ante los jueces, la fiscalía, las querellas y las defensas de ese juicio cómo dio con ese archivo, que constaba de “dos escritorios grandes antiguos” en donde había papeles. En uno de ellos, “seis pilones y tres para atrás” de hojas tamaño oficio “todas tenían un sello bastante grande recuadrado que decía ‘final’”, aclaró en su testimonio. Contó también que quiso llevarse varias de esas hojas, pero que fue “emboscado” por otros oficiales del regimiento antes de poder escapar del lugar. Que fue secuestrado, torturado y amenazado de muerte para que no contara nada de lo que había visto.

Pero el aporte de Barbieri no se quedó ahí, en el archivo que pudo haber rescatado y no pudo. Ante el pedido de la Fiscalía de que repasara los destinos militares que había recorrido hasta llegar a La Tablada, en 1983, y la historia que lo vinculaba con David Cabrera Rojo, uno de los represores imputados en el juicio, el exteniente fue generoso con la información que recordó de su paso por el Regimiento de Infantería 6 de Mercedes.

Barbieri admitió que conoció a Cabrera Rojo, uno de los ocho acusados en el debate en donde aportó testimonio, en el regimiento de Infantería del Monte 29, de Formosa, su primer destino militar. Allí, destacó, compartieron “la defensa del cuartel el 5 de octubre” de 1975, cuando Montoneros quiso tomarlo. Entre las bajas de ese enfrentamiento se contó la de Ricardo Massaferro, amigo de Barbieri. Lo volvió a encontrar en el regimiento de Infantería 6 de Mercedes, donde “extrañamente” fue trasladado a fines de 1976. Allí, Cabrera Rojo era “ayudante del Jefe”, Justo Rojas Alcorta.

El ex teniente testimonió que a Cabrera Rojo lo vio “una vez en marzo de 1977 y dejó de concurrir al Regimiento”. Recién lo encontrará exactamente un año después, una noche en el Casino de Oficiales del Regimiento. “Lo encuentro totalmente cambiado en su fisonomía”, reconstruyó. Según su recuerdo, el represor estaba con el cabello largo “hasta por debajo de las orejas”, de civil y armado. “Me resultó extraño, le pregunté si estaba con parte de enfermo, se rió y me respondió que estaba a comisión en la Brigada. Y entonces me preguntó si todavía seguía con la idea de no poder vengar a mi amigo Massaferro”. Quien le había realizado esa propuesta era Rojas Alcorta, ya fallecido, al recibirlo en el Regimiento. Como a aquel, a Cabrera Rojo le dijo que no. “Me respondió que qué lástima, porque eso más adelante me traería problemas”, completó. 

Tras ese diálogo “ingresaron sus amigos Emilio Morello y Martín Sánchez Zinny”, investigados e imputados por crímenes de lesa humanidad en el marco de la megacausa Primer Cuerpo de Ejército, a cargo del juez federal Daniel Rafecas. Ambos fueron considerados partícipes del ataque a la imprenta de San Andrés, ubicada en San Martín, en 1976. Sánchez Zinny, además, está imputado en el expediente que investiga la masacre de la Quinta de Moreno, donde cayeron la hermana del cantante Víctor Heredia y la mamá de los periodistas Bárbara y Camilo García.

“Doy fe de haber visto oficiales de civil portando armas largas que salían de noche, no sé adonde iban”, aseguró Barbieri, bien sumergido en lo que vio y oyó entre 1977 y 1978 en Mercedes y calló durante décadas. Cuando le pidieron que diera nombres, empezó a enumerar con nombre, apellido y cargo: “Al teniente coronel Justo Rojas Alcorta, al mayor (Luis) Fernández Bustos, al mayor Aurelio Santos Muñoz, al capitán Antonio Sampieri, al teniente primero odontólogo Darío Sostaric, al teniente primero Serapio del Río, al teniente primero Alberto Bustos, al teniente Durán alias ‘Tipi’, no me acuerdo el nombre, al teniente Luis López, al teniente David Cabrera Rojo, al teniente Sebastián Orizabala, al teniente Emilio Morello y al subteniente Martín Sánchez Zinny”. 

Rojas Alcorta, Santos Muñoz y Durán están muertos. Fernández Bustos, al igual que Sánchez Zinny y Cabrera Rojo, imputado y a la espera de juicio oral. Lo mismo ocurriría con Serapio del Río, que además es uno de los acusados en el juicio Vesubio III, pero permanece apartado por problemas de salud. De Sostaric, Sampieri y Orizabala no se sabe nada. Alberto Bustos fue quien intentó suicidarse cuando supo que la Justicia iba por él, involucrado en las causas del resto de la patota.

Barbieri testimonió haberlos visto en más de una oportunidad preparándose para “salir”. “Yo vivía en el Casino. El teniente primero odontólogo Sostaric también. Mayormente lo venían a buscar a él o hacían un alto en el bar de casino y ahí se reunían”, comentó. Y reconstruyó una de esas tantas veces en las que “alrededor de las 11 de la noche” vio entrar al Casino “de civil, con armas largas” a López, Orizabala y Sánchez Zinny, que en “un sillón dejaron armas”, que López tenía un fusil que no era proveído por el Ejército, no sé de dónde lo habrá sacado” y lucía “un bigote” que “a la mañana (de ese día), en la formación, no tenía”. Que entonces “vino Sostaric con una peluca con rulitos amarilla y se fueron los cuatro sin mediar palabra”, detalló. “Esa gente no es que volvía a la noche, al otro día no volvían, a veces tardaban dos o tres días en volver” al regimiento, aclaró.

Otro de los puntos sobresalientes de la declaración de Barbieri tuvo que ver con la reproducción que realizó de la confesión que Alberto Francisco Bustos le hizo durante una cena que compartieron. Barbieri dijo que Bustos “quería saber cómo había sido el ataque al Regimiento 29”, que “el hombre” estaba “acongojado”, y que en un momento empezó a hablar. “Me dijo ‘acá están pasando cosas muy raras’ --en relación al RI6--, ‘si lo llegan a invitar a que se meta en cosas raras no se meta, yo me metí y estoy muy mal’”, reconstruyó y amplió lo que brevemente había deslizado en el diálogo con este diario.

Ante el TOF 4, el ex militar sostuvo que Bustos le relató “dos hechos” de los que habría participado. Uno ocurrió en junio y otro en julio de 1976: El primero había sido “lo que él llamó un operativo sobre una casa en Flores para detener a una señora” en el que participó Sánchez Zinny quien, según Barbieri, Bustos calificó de “loco de remate” por querer fusilar a dos niños de 9 y 10 años “porque si no iban a ser unos subversivos de mierda”, testimonió.

El otro “fue peor”, dijo que le dijo. Se refería al operativo en un lugar donde funcionó una imprenta del PRT-ERP, en el barrio San Andrés de la localidad bonaerense de San Martín. Barbieri testimonió que Bustos le indicó que había habido “un tiroteo, murió gente y quedó una persona detenida”, y que entonces Durán le pidió a Bustos “que lo acompañara a un lugar para interrogarla, que también fue el teniente Morello”. Fue entonces que Barbieri supo de la existencia de Vesubio, cuando Bustos le contó.

“Me contó que fueron, que pasaron por el Regimiento de Infantería, siguieron de largo, pasaron una tosquera y después había unas casas. Que entraron ahí, que Morello y Durán se llevaron a la persona detenida para interrogarla y que Bustos se quedó con alguien que supuestamente era oficial de penitenciaría y que le ofreció mostrarle las instalaciones del lugar, que le dijo que estaban en el Vesubio”. El relato de Bustos siguió: “En una de las casas encontramos una gran cantidad de gente atada con una cadena y un grillete a la pared, como en el medioevo. En otra, había muchos calabozos muy chiquitos con gente con capucha. Y que había olor a muerte”, culminó.

Las últimas preguntas de la fiscalía del juicio, a cargo de Alejandro Alagia, apuntaron a saber por qué Barbieri calló durante tanto tiempo. El miedo fue la primera excusa. “Aún corro peligro”, dijo. Más adelante añadió que “sabe” que su declaración “no cayó bien” entre oficiales retirados. Entonces, le preguntaron por qué habla ahora, a más de cuarenta años de los hechos. “Porque pienso que esto debe terminar con los genocidas responsables presos”, sostuvo. Añadió que su actitud es “un llamado a otros oficiales del Ejército que saben mucho más que yo, seguramente, para que hablen y digan. Terminemos y hagamos un corte tajante entre el Ejército de represión y el Ejército democrático”, concluyó. 

 

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