CUBA: Matrimonio Infantil y su nexo con las desigualdades de género.

Por Iyamira Hernández Pita. Dra. en Ciencias Sociológicas. Profesora e Investigadora Titular de la Universidad de La Habana. Especial para SEMlac Cuba [21-03-2021]
Imagen tomada de internet. Imagen tomada de internet.

“El dispositivo de la libertad es encantador:

Todos nos creemos libres transitando por estruturas previamente determinadas que naturalizamos e invisivilizamos y sobre todo no cuestionamos”

(Michael Foucault)

El presente artículo pretende conectar al lector con una realidad que pervive en el contexto cubano: el matrimonio infantil como expresión de las desigualdades basadas en género.

Diversas son las circunstancias estructurales, contextuales y culturales que sostienen y promueven esta práctica en el mundo (pobreza, desigualdades de género, tradiciones culturales), transversalizadas todas por la ideología patriarcal.

Considerado por la Organización de Naciones Unidas como toda unión, formal o informal, de personas menores de 18 años de edad, momento establecido por la Convención de los Derechos del Niño como límite de la infancia, estudios realizados develaron que en 2015 ya existía una tasa elevada de matrimonio infantil con altos índices de desigualdad, pobreza e inseguridad[ii], realizada en 2014 en Cuba por UNICEF, arrojó que 31,2 por ciento de las mujeres entre 20-49 años contrajo matrimonio antes de los 18 años y 5,9 por ciento antes de los 15. Esta cifra se incrementa hasta 41,8 por ciento en las zonas rurales. Al igual que las niñas, los varones cubanos también son víctimas de esta práctica, con una tasa de 10,7 por ciento, según datos de las MICs. En el momento de la investigación, Cuba se ubicó como el tercer país de la región con mayor incidencia de matrimonios infantiles en niñas y niños.

Las estadísticas demuestran que aún pervive una representación social del matrimonio transversalizada por estereotipos y prejuicios vinculados a desigualdades de género, que impactan en los proyectos de vida de niños, niñas y adolescentes. Además, limitan el ejercicio de sus derechos sexuales, los procesos de autodesarrollo y autodeterminación en estas etapas de la vida, y perpetúan situaciones de baja escolaridad, esclavitud doméstica y violencia económica, entre otras.

Muchas de las violencias sexuales se silencian y aseguran con el matrimonio, como se evidencia en testimonios obtenidos de un estudio de casos sobre esta problemática, realizado en la localidad de Sanguily, en el capitalino municipio de Marianao:

“… fui abusada sexualmente por mi novio, mayor que yo, 24 años de edad, y mis padres resolvieron casarnos; mi vida ha sido un infierno, tuve un hijo de él a los 16 años, hoy soy madre soltera”[iv]

Asociado a esos aspectos, de igual forma, están presentes los mensajes que refuerzan “contra valores” ético- morales en situaciones precarias de tipo económicas.

“Cuando tenía 14 años conocí a un cubano- americano que se hospedaba en casa de unos vecinos, me invitaba a salir con frecuencia, me hacía regalos, compraba cosas de comida para mi casa y me ofreció matrimonio. No me gustaba, era muy mayor, 53 años, y mi madre me aconsejó que me casara con él; hoy tengo 17 años, un hijo de él y aún espero poder vivir en Estados Unidos para ayudar aún más a mi familia”.[vi].

Estudios nacionales indican que la edad media a la primera unión en la adolescencia disminuyó entre 1990 y 2014, de 15,4 años a 14,9 años. Mientras, la proporción de adolescentes casadas y unidas aumentó a 4,8 por ciento entre el Censo de Población y Viviendas de 2002 y el último realizado en 2012.

Acercamiento legal

El Código de Familia vigente en Cuba autoriza de manera excepcional el matrimonio infantil, a partir de los 14 años en las niñas y de los 16 en los niños. Dicho código, cuya propuesta está en reforma desde mediados de los años noventa del pasado siglo, sustituyó en 1995 al Código Civil español, que establecía la edad para contraer matrimonio en los 12 años para las niñas y los 14 para los varones.

Como se puede apreciar, aún los preceptos de esta legislación se sustentan en concepciones estereotipadas que discriminan a las mujeres y también desprotegen a los varones, lo que evidencia importantes brechas de desigualdades de género.

En el diagnóstico sobre incidencia de legislaciones y políticas en el acceso de adolescentes y jóvenes a servicios de salud sexual y reproductiva en Cuba, publicado en 2019 por las juristas Yamila González Ferrer e Ivonne Pérez, se revela que la comisión redactora del nuevo Código de las Familias estima “necesario eliminar la excepcionalidad admitida para matrimonios de menores de 18 años”.

Velar por los derechos de niñas, niños y adolescentes es una política propia del Estado cubano y también desde la ciudadanía. La tolerancia cero con este tipo de conductas es imprescindible para regenerar su tejido social.

Apuntes finales

Es importante referir que todo acto vinculado al matrimonio infantil coloca a niñas, niños y adolescentes en situaciones de vulnerabilidad y riesgo, a corto y largo plazo. Al tener el matrimonio un efecto emancipatorio, pierden la protección legal de sus progenitores y de ahí su conexión con otras formas de violencias de género como la trata y el tráfico de personas, la esclavitud doméstica y la sexual, entre otras.

Las conductas asociadas al matrimonio infantil son perjudiciales para la salud física y mental de las víctimas, quienes se encuentran en etapas del desarrollo del curso de la vida donde no se alcanza aún la madurez para el mantenimiento de una familia, la independencia económica y la educación de sus descendientes, lo cual redunda en deserción escolar, limitación del ejercicio de sus derechos sexuales y de una vida libre, sin violencias. En pocas palabras, “se les roba su infancia”.

Se corrobora que la problemática del matrimonio infantil (“matrimonio forzado”) está transversalizada por las desigualdades de género como expresión de pervivencia de la cultura patriarcal en el contexto cubano, por lo que se impone como reto fortalecer la labor educativa desde la interseccionalidad, preponderar la educación para la sexualidad y la salud sexual (negociación de pareja, toma de decisiones, inicio y contacto de las relaciones sexuales, deconstrucción de estereotipos, mitos y prejuicios que fomentan el ejercicio de las violencias de género, entre otros), así como lograr los cambios sobre los preceptos de la legislación vigente para el tratamiento jurídico más justo de estos asuntos.



[ii] UNICEF: Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados en Cuba. Dirección de Registros Médicos y Estadísticos de Salud, 2014. Disponible en: https://www.unicef.org/cuba/mils5.2014-cuba.pdf.

[iv] Ídem.

[vi] https://www.onei.gob.cu/node/14832

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