CUBA: la mujer cámara en mano;el lento avance contra el amchismo
Fotógrafas de cine: los retos de tomar la cámara
Por Helen Hernández Hormilla
(hormilla@gmail.com)
SARA GóMEZ
REBECCA CHáVEZ
La Habana, enero (Especial de SEMlac).- Para entrar como asistente al departamento de cámaras del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Lianet Marcoleta debió cargar el aparato más pesado que existía: una Arriflex 535, con óptica completa y batería, en desuso desde hacía tiempo.
Esa fue la prueba ideada para comprobar que la joven, graduada como directora de fotografía en la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA) del Instituto Superior de Arte (ISA) en 2007, era capaz de realizar un oficio cinematográfico del cual las mujeres han estado sistemáticamente excluidas.
"Quería adquirir experiencia desde el rol más simple, el de asistente, y cuando llegué a solicitar el trabajo me dijeron que si era capaz de cargar esa cámara podría entrar en el departamento. Pero, aunque lo hice sin dificultad, no apareció la plaza", cuenta a SEMlac.
Más tarde Lianet ingresó en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) y ha logrado trabajar en varias producciones, dentro y fuera de la industria, sin mayores tropiezos, al punto que aquella anécdota inicial le resulta caricaturesca.
El argumento de que el peso de la cámara de cine no es apropiado para la biología femenina ha sido uno de los más socorridos para esconder el prejuicio hacia las mujeres fotógrafas en el séptimo arte. Cuando a inicios de la década del noventa Lily Suárez decidió optar por esa especialidad en la EICTV, solo una mujer había vivido esa experiencia y no faltó quien le lanzara la consabida "advertencia".
"Si el problema era de fuerza, pues me fui al gimnasio a hacer pesas. Sin embargo, después de trabajar con todas las tecnologías, desde las cámaras analógicas de 35 y 16 mm hasta las de video Betacam, aseguro que ninguna pesa más que mi hija y todavía la cargo", refuta.
Si bien la actuación, el montaje, el maquillaje o el vestuario son por lo general roles en los cuales las mujeres han ido encontrando mayor espacio dentro del cine, la dirección de fotografía resulta tradicionalmente una de las especialidades más reacias a incluirlas.
"El mundo cinematográfico es machista, masculino y con una estructura a la hora de dirigir que es patriarcal, hegemónica y genera inequidades", advierte Danae C. Diéguez, especialista en género y cine.
En la industria del séptimo arte, liderada en la isla por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, se han albergado las mayores resistencias históricas en este sentido, recuerda Lily Suárez.
La directora de fotografía en filmes como El patio de mi casa, de Patricia Ramos, y Chamaco, de Juan Carlos Cremata, debió comenzar en la productora Caminos del no gubernamental Centro Memorial Martin Luther King Jr. en los años noventa, porque no consiguió trabajo dentro de la industria, en una época en que muy poco se podía producir de manera independiente.
A su juicio, en el actual milenio se ha flexibilizado esta tirantez debido al incremento de jóvenes graduadas de esta especialidad, con talento y en activo, entre las que puede citarse a Heidi Hassan, Yanelbis González, Denisse Guerra, Ana María González y Yanay Arauz.
Esta última, fallecida en 2012 con solo 30 años de edad, dejó una prometedora impronta en la pequeña pantalla como directora de fotografía de varios unipersonales y de la telenovela "Bajo el mismo sol".
Por otra parte, aún son pocas las mujeres que pueden dirigir en la industria, sobre todo largometrajes de ficción, solo realizados con el ICAIC por Sara Gómez y Rebeca Chávez, a quienes se sumará Marilyn Solaya cuando concluya Vestido de novia, cinta actualmente en producción.
Algo similar sucede en la televisión. "A pesar de todo lo que hemos conseguido, del espacio que las mujeres nos hemos ido arañando en este medio, incluso en especialidades antes netamente masculinas, todavía nos sigue siendo más difícil, todavía tenemos que 'probar' más, con más ojos encima nuestro", opinó la realizadora de televisión Elena Palacios en una entrevista publicada por el portal Cubaliteraria en enero de 2011.
Ella, por convicción ha decidido trabajar sus unipersonales con un equipo técnico de mayoría femenina.
Las nuevas productoras independientes, que han proliferado en la última década, resultan mucho más inclusivas. "Los jóvenes no se cuestionan los viejos prejuicios, porque están en otra dinámica de pensamiento", sentencia Diéguez.
Marcoleta, próximamente entrará a rodar como directora de fotografía Esteban y el piano, un largo del joven Jonal Coscusuela que, probablemente, se convierta en la primera película en tercera dimensión realizada en Cuba.
Afirma que no le ha faltado trabajo y lejos de las personas de miras estrechas que se mofan de su género, le molestan más aquellas que la llaman a filmar solo por el hecho de ser mujer.
"La fotografía ha sido para mí un reto de talento, y no he encontrado grandes impedimentos que no se rompan con trabajo", sostiene.
La cámara como enunciación
El avance tecnológico que llegó con la era del video y el formato digital dio paso a la democratización del audiovisual en Cuba y, por tanto, propició la entrada más equitativa de las mujeres a este arte.
Según Diéguez, profesora del ISA, desde finales de los años ochenta y principios de los noventa las videastas comenzaron a marcar un cambio en cuanto al acceso de las mujeres a la creación audiovisual en la isla y "la cámara de video se convierte en una tecnología de género, porque no hay manera de justificar que es demasiado pesada y ellas la usan para contar sus historias y subvertir el habitual ejercicio de representación androcéntrico".
La creación de la EICTV ganó otro tanto, al graduar a varias muchachas de esta especialidad en las dos últimas décadas, si bien en la FAMCA solo se aceptaron mujeres estudiantes de fotografía luego de comenzar el curso diurno en 2002. En la anterior modalidad para trabajadores, existía la prohibición de que ellas matricularan la especialidad, aseguran varias entrevistadas.
Algunas de las graduadas, como la propia Suárez, Patricia Pérez o Heidi Hassan, pasaron de fotógrafas a dirigir documentales y cortos de ficción, lo que para la académica refiere un necesario proceso de enunciación femenina.
Aunque afirmar que existe un modo específico de iluminar en las mujeres resulta un esencialismo, la investigadora llama la atención hacia la búsqueda excesiva de detalles en los planos, "como si sintieran sobre sus hombros la necesidad de la perfección".
Otro tanto sucede con la autorrepresentación y la manera en que se retrata el cuerpo femenino, señala Suárez, quien por más de seis años se encargó de la cátedra de fotografía de la EICTV. "Están influyendo en otras maneras de mirar los mismos temas", refiere.
Las Muestras de Nuevos Realizadores del ICAIC, principal espacio de difusión para el cine realizado por jóvenes en la isla, casi siempre fuera de la industria, han podido hacer visible esta producción femenina al constatar la creciente cantidad de trabajos realizados por ellas. En las ediciones de 2007 y 2012, quienes organizan el festival resaltaron la presencia de directoras de fotografía con resultados de calidad en sus obras.
Algunos tabúes se han superado en este sentido, pero a decir de Diéguez aún existen reservas si atendemos a que pocos directores llaman a fotógrafas para participar en largometrajes de la industria.
A su juicio, faltaría implementar políticas culturales que tengan en cuenta la equidad de género y que las instituciones incorporen dinámicas impuestas desde el cine independiente, donde las mujeres han tenido espacio para llevar a cabo sus propuestas creativas.
"Cuando los mecanismos de la industria sean diferentes, más gente podrá dirigir y habrá más espacio para las mujeres que hacemos fotografía", avizora Lily Suárez.
Por Helen Hernández Hormilla
(hormilla@gmail.com)
SARA GóMEZ
REBECCA CHáVEZ
La Habana, enero (Especial de SEMlac).- Para entrar como asistente al departamento de cámaras del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Lianet Marcoleta debió cargar el aparato más pesado que existía: una Arriflex 535, con óptica completa y batería, en desuso desde hacía tiempo.
Esa fue la prueba ideada para comprobar que la joven, graduada como directora de fotografía en la Facultad de Medios Audiovisuales (FAMCA) del Instituto Superior de Arte (ISA) en 2007, era capaz de realizar un oficio cinematográfico del cual las mujeres han estado sistemáticamente excluidas.
"Quería adquirir experiencia desde el rol más simple, el de asistente, y cuando llegué a solicitar el trabajo me dijeron que si era capaz de cargar esa cámara podría entrar en el departamento. Pero, aunque lo hice sin dificultad, no apareció la plaza", cuenta a SEMlac.
Más tarde Lianet ingresó en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) y ha logrado trabajar en varias producciones, dentro y fuera de la industria, sin mayores tropiezos, al punto que aquella anécdota inicial le resulta caricaturesca.
El argumento de que el peso de la cámara de cine no es apropiado para la biología femenina ha sido uno de los más socorridos para esconder el prejuicio hacia las mujeres fotógrafas en el séptimo arte. Cuando a inicios de la década del noventa Lily Suárez decidió optar por esa especialidad en la EICTV, solo una mujer había vivido esa experiencia y no faltó quien le lanzara la consabida "advertencia".
"Si el problema era de fuerza, pues me fui al gimnasio a hacer pesas. Sin embargo, después de trabajar con todas las tecnologías, desde las cámaras analógicas de 35 y 16 mm hasta las de video Betacam, aseguro que ninguna pesa más que mi hija y todavía la cargo", refuta.
Si bien la actuación, el montaje, el maquillaje o el vestuario son por lo general roles en los cuales las mujeres han ido encontrando mayor espacio dentro del cine, la dirección de fotografía resulta tradicionalmente una de las especialidades más reacias a incluirlas.
"El mundo cinematográfico es machista, masculino y con una estructura a la hora de dirigir que es patriarcal, hegemónica y genera inequidades", advierte Danae C. Diéguez, especialista en género y cine.
En la industria del séptimo arte, liderada en la isla por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, se han albergado las mayores resistencias históricas en este sentido, recuerda Lily Suárez.
La directora de fotografía en filmes como El patio de mi casa, de Patricia Ramos, y Chamaco, de Juan Carlos Cremata, debió comenzar en la productora Caminos del no gubernamental Centro Memorial Martin Luther King Jr. en los años noventa, porque no consiguió trabajo dentro de la industria, en una época en que muy poco se podía producir de manera independiente.
A su juicio, en el actual milenio se ha flexibilizado esta tirantez debido al incremento de jóvenes graduadas de esta especialidad, con talento y en activo, entre las que puede citarse a Heidi Hassan, Yanelbis González, Denisse Guerra, Ana María González y Yanay Arauz.
Esta última, fallecida en 2012 con solo 30 años de edad, dejó una prometedora impronta en la pequeña pantalla como directora de fotografía de varios unipersonales y de la telenovela "Bajo el mismo sol".
Por otra parte, aún son pocas las mujeres que pueden dirigir en la industria, sobre todo largometrajes de ficción, solo realizados con el ICAIC por Sara Gómez y Rebeca Chávez, a quienes se sumará Marilyn Solaya cuando concluya Vestido de novia, cinta actualmente en producción.
Algo similar sucede en la televisión. "A pesar de todo lo que hemos conseguido, del espacio que las mujeres nos hemos ido arañando en este medio, incluso en especialidades antes netamente masculinas, todavía nos sigue siendo más difícil, todavía tenemos que 'probar' más, con más ojos encima nuestro", opinó la realizadora de televisión Elena Palacios en una entrevista publicada por el portal Cubaliteraria en enero de 2011.
Ella, por convicción ha decidido trabajar sus unipersonales con un equipo técnico de mayoría femenina.
Las nuevas productoras independientes, que han proliferado en la última década, resultan mucho más inclusivas. "Los jóvenes no se cuestionan los viejos prejuicios, porque están en otra dinámica de pensamiento", sentencia Diéguez.
Marcoleta, próximamente entrará a rodar como directora de fotografía Esteban y el piano, un largo del joven Jonal Coscusuela que, probablemente, se convierta en la primera película en tercera dimensión realizada en Cuba.
Afirma que no le ha faltado trabajo y lejos de las personas de miras estrechas que se mofan de su género, le molestan más aquellas que la llaman a filmar solo por el hecho de ser mujer.
"La fotografía ha sido para mí un reto de talento, y no he encontrado grandes impedimentos que no se rompan con trabajo", sostiene.
La cámara como enunciación
El avance tecnológico que llegó con la era del video y el formato digital dio paso a la democratización del audiovisual en Cuba y, por tanto, propició la entrada más equitativa de las mujeres a este arte.
Según Diéguez, profesora del ISA, desde finales de los años ochenta y principios de los noventa las videastas comenzaron a marcar un cambio en cuanto al acceso de las mujeres a la creación audiovisual en la isla y "la cámara de video se convierte en una tecnología de género, porque no hay manera de justificar que es demasiado pesada y ellas la usan para contar sus historias y subvertir el habitual ejercicio de representación androcéntrico".
La creación de la EICTV ganó otro tanto, al graduar a varias muchachas de esta especialidad en las dos últimas décadas, si bien en la FAMCA solo se aceptaron mujeres estudiantes de fotografía luego de comenzar el curso diurno en 2002. En la anterior modalidad para trabajadores, existía la prohibición de que ellas matricularan la especialidad, aseguran varias entrevistadas.
Algunas de las graduadas, como la propia Suárez, Patricia Pérez o Heidi Hassan, pasaron de fotógrafas a dirigir documentales y cortos de ficción, lo que para la académica refiere un necesario proceso de enunciación femenina.
Aunque afirmar que existe un modo específico de iluminar en las mujeres resulta un esencialismo, la investigadora llama la atención hacia la búsqueda excesiva de detalles en los planos, "como si sintieran sobre sus hombros la necesidad de la perfección".
Otro tanto sucede con la autorrepresentación y la manera en que se retrata el cuerpo femenino, señala Suárez, quien por más de seis años se encargó de la cátedra de fotografía de la EICTV. "Están influyendo en otras maneras de mirar los mismos temas", refiere.
Las Muestras de Nuevos Realizadores del ICAIC, principal espacio de difusión para el cine realizado por jóvenes en la isla, casi siempre fuera de la industria, han podido hacer visible esta producción femenina al constatar la creciente cantidad de trabajos realizados por ellas. En las ediciones de 2007 y 2012, quienes organizan el festival resaltaron la presencia de directoras de fotografía con resultados de calidad en sus obras.
Algunos tabúes se han superado en este sentido, pero a decir de Diéguez aún existen reservas si atendemos a que pocos directores llaman a fotógrafas para participar en largometrajes de la industria.
A su juicio, faltaría implementar políticas culturales que tengan en cuenta la equidad de género y que las instituciones incorporen dinámicas impuestas desde el cine independiente, donde las mujeres han tenido espacio para llevar a cabo sus propuestas creativas.
"Cuando los mecanismos de la industria sean diferentes, más gente podrá dirigir y habrá más espacio para las mujeres que hacemos fotografía", avizora Lily Suárez.
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