VATICANO:¿ un Papa peronista
El Vaticano con la casa revuelta (Emilio Marin) reproduciod en ARGENPRESS
La tarea reformadora del Papa en "su casa" está lejos de haber concluido la etapa de los cimientos. El resto de la estructura, el nuevo mobiliario y personal de la Iglesia, no comenzó siquiera.
Hoy se cumple un año del singular aviso de Benedicto XVI de que le faltaban fuerzas para seguir piloteando a la Iglesia, lo que abrió un compás de espera hasta el 13 de marzo pasado, cuando fue ungido el primer pontífice latinoamericano.
Bergoglio realizó cambios cosméticos pero importantes: vestir más sencillamente, vivir en un departamento, salir y dialogar con los fieles. En suma, tuvo una política mucho más de masas que su antecesor alemán.
El cambió parte de las jerarquías. Por ejemplo sacó al ex secretario de Estado, Tarcisio Bertone, de la comisión de notables que trabajaba en el Banco del Vaticano. Ha sido una buena señal. Ahora, que eso signifique un saneamiento y moralización de una institución de dudosa credibilidad desde hace décadas, sólo gente muy devota podría creerlo. Ese banco no aguanta una inspección a fondo de las entidades europeas porque no respeta sus normas de calidad, que no son el summun de la decencia, como se vio allí y en EE.UU. a partir de la caída del Lehman Brothers.
Los cambios de estilo son evidentes y en ese aspecto este Papa es mejor que los anteriores; tiene más sensibilidad social. De allí a decir que es "un Papa peronista", eso ya corre por cuenta de esa parcialidad.
En sus mensajes ha reiterado expresiones a favor de la paz, en dirección a la fraternidad para superar los dramas de la pobreza, pidiendo clemencia con los inmigrantes, etc. Por ahora son palabras y condolencias. El Vaticano no donó ninguna de sus grandes propiedades ni inversiones para atender una cuestión humanitaria en Haití, Siria o Irak.
Dudosa autocrítica
Benedicto XVI, después de años como titular de la Congregación para la Doctrina de la Fe en que encubrió a curas pederastas, ya como Pontífice había comenzado a tomar medidas contra los incursos en esos horribles delitos.
Y esa línea autocrítica la hizo suya Bergoglio, quien en diciembre pasado formó una comisión con un obispo y mayoría de laicos, que debería asesorarle en la materia. En enero de 2013 el Vaticano debió comparecer en Ginebra ante el Comité para los Derechos del Niño, dependencia de Naciones Unidas, y responder a su interrogatorio. Se le reprochó que, tras violaciones de niños, los sacerdotes no eran castigados ni dados de baja sino trasladados. Y en otras diócesis seguían cometiendo las aberraciones con el plus de impunidad de la falta de información en esos nuevos destinos.
Fue inédito que la Iglesia debiera comparecer ante la ONU, tal el nivel de impunidad de la sacrosanta institución. Estaba por sobre el bien y el mal. Intocable. Ese Comité dio a conocer su informe. "Feroz crítica de la ONU al Vaticano por no ir a fondo contra los abusos", tituló "La Nación" el 6 de febrero pasado, en nota de Elisabetta Piqué. A lo largo de 16 páginas, el Comité denunció el "código del silencio" que imperó en la Iglesia para encubrir miles de abusos de menores por tipos de la curia. Exigió removerlos de inmediato y entregarlos a la policía, y dar de baja a los encubridores.
Se dirá que Francisco había cuestionado la pedofilia. Tan cierto como que ahora la ONU la marcó la cancha y la Iglesia se quejó de que eso sería una arbitrariedad y una injusticia.
El delegado del Vaticano ante Ginebra, monseñor Silvano Tomasi, cuestionó que el informe "fue realizado bajo la influencia de lobbies que tienen intereses sobre la homosexualidad, el matrimonio gay y otras cuestiones". Tomasi minimizó la responsabilidad de la Iglesia, al comparar los 40 millones de casos de abusos de niños en el mundo con algunos miles "en proporciones muy reducidas, que tienen que ver con personas de la iglesia".
La iglesia dogmática se opone al aborto, al matrimonio igualitario y la homosexualidad, no permite comulgar a los divorciados vueltos a casar, no flexibiliza el celibato y mantiene a la mujer en un lugar secundario. Y cuando alguien le marca sus defectos, lo rechaza. ¿Qué dice Francisco del documento de la ONU? Por ahora, cric cric, cric cric.
La tarea reformadora del Papa en "su casa" está lejos de haber concluido la etapa de los cimientos. El resto de la estructura, el nuevo mobiliario y personal de la Iglesia, no comenzó siquiera.
Hoy se cumple un año del singular aviso de Benedicto XVI de que le faltaban fuerzas para seguir piloteando a la Iglesia, lo que abrió un compás de espera hasta el 13 de marzo pasado, cuando fue ungido el primer pontífice latinoamericano.
Bergoglio realizó cambios cosméticos pero importantes: vestir más sencillamente, vivir en un departamento, salir y dialogar con los fieles. En suma, tuvo una política mucho más de masas que su antecesor alemán.
El cambió parte de las jerarquías. Por ejemplo sacó al ex secretario de Estado, Tarcisio Bertone, de la comisión de notables que trabajaba en el Banco del Vaticano. Ha sido una buena señal. Ahora, que eso signifique un saneamiento y moralización de una institución de dudosa credibilidad desde hace décadas, sólo gente muy devota podría creerlo. Ese banco no aguanta una inspección a fondo de las entidades europeas porque no respeta sus normas de calidad, que no son el summun de la decencia, como se vio allí y en EE.UU. a partir de la caída del Lehman Brothers.
Los cambios de estilo son evidentes y en ese aspecto este Papa es mejor que los anteriores; tiene más sensibilidad social. De allí a decir que es "un Papa peronista", eso ya corre por cuenta de esa parcialidad.
En sus mensajes ha reiterado expresiones a favor de la paz, en dirección a la fraternidad para superar los dramas de la pobreza, pidiendo clemencia con los inmigrantes, etc. Por ahora son palabras y condolencias. El Vaticano no donó ninguna de sus grandes propiedades ni inversiones para atender una cuestión humanitaria en Haití, Siria o Irak.
Dudosa autocrítica
Benedicto XVI, después de años como titular de la Congregación para la Doctrina de la Fe en que encubrió a curas pederastas, ya como Pontífice había comenzado a tomar medidas contra los incursos en esos horribles delitos.
Y esa línea autocrítica la hizo suya Bergoglio, quien en diciembre pasado formó una comisión con un obispo y mayoría de laicos, que debería asesorarle en la materia. En enero de 2013 el Vaticano debió comparecer en Ginebra ante el Comité para los Derechos del Niño, dependencia de Naciones Unidas, y responder a su interrogatorio. Se le reprochó que, tras violaciones de niños, los sacerdotes no eran castigados ni dados de baja sino trasladados. Y en otras diócesis seguían cometiendo las aberraciones con el plus de impunidad de la falta de información en esos nuevos destinos.
Fue inédito que la Iglesia debiera comparecer ante la ONU, tal el nivel de impunidad de la sacrosanta institución. Estaba por sobre el bien y el mal. Intocable. Ese Comité dio a conocer su informe. "Feroz crítica de la ONU al Vaticano por no ir a fondo contra los abusos", tituló "La Nación" el 6 de febrero pasado, en nota de Elisabetta Piqué. A lo largo de 16 páginas, el Comité denunció el "código del silencio" que imperó en la Iglesia para encubrir miles de abusos de menores por tipos de la curia. Exigió removerlos de inmediato y entregarlos a la policía, y dar de baja a los encubridores.
Se dirá que Francisco había cuestionado la pedofilia. Tan cierto como que ahora la ONU la marcó la cancha y la Iglesia se quejó de que eso sería una arbitrariedad y una injusticia.
El delegado del Vaticano ante Ginebra, monseñor Silvano Tomasi, cuestionó que el informe "fue realizado bajo la influencia de lobbies que tienen intereses sobre la homosexualidad, el matrimonio gay y otras cuestiones". Tomasi minimizó la responsabilidad de la Iglesia, al comparar los 40 millones de casos de abusos de niños en el mundo con algunos miles "en proporciones muy reducidas, que tienen que ver con personas de la iglesia".
La iglesia dogmática se opone al aborto, al matrimonio igualitario y la homosexualidad, no permite comulgar a los divorciados vueltos a casar, no flexibiliza el celibato y mantiene a la mujer en un lugar secundario. Y cuando alguien le marca sus defectos, lo rechaza. ¿Qué dice Francisco del documento de la ONU? Por ahora, cric cric, cric cric.
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