Conversaciones con Donna Haraway: cómo sobrevivir en (y con) la Tierra
24 de abril de 2020, Pag 12
Un diálogo con la bióloga y antropóloga feminista
El
cuidado de lxs viejxs, la importancia de la universidad pública, la
justicia reproductiva, la crisis ambiental, la acción política pensada a
partir de pequeños actos. Todos esos temas atraviesan las reflexiones
actuales de Donna Haraway, bióloga norteamericana y filósofa, famosa por
haber popularizado el concepto de cyborg. En esta conversación, con la
devastación medioambiental y la crisis humanitaria como telón de fondo,
habla la necesidad de construir alianzas entre lxs oprimidxs del mundo
pero también con lxs no-humanxs como herramienta para imaginar mejores
futuros.
Still del documental de Fabrizio Terranova, Donna Haraway: Storytelling for Earthly Survival (2016)
Donna Haraway, bióloga y antropóloga feminista, trabaja alrededor de ideas que siguen una genealogía feminista, anti-especista y cyborg que abrevan de la ficción especulativa y la ciencia ficción como potencias narrativas para plantear un devenir Chthuluceno, es decir, una conciencia y ética multi-especie anclada en la responsabilidad colectiva de habitar de maneras audaces y creativas los efectos del capitalismo actual.En el marco de Index Art Book Fair, esfuerzo logrado en conjunto con kurimanzutto, Donna Haraway visitó la Ciudad de México en un contexto de deterioro socio-político paulatino, que recientemente, se ha manifestado en violencia en múltiples aspectos, con un particular dolor en la violencia feminicida. Aprovechando su visita, Andrea Ancira, investigadora y curadora, conversó con ella sobre la relación entre lxs académicxs y la universidad como parte de movimientos sociales, justicia reproductiva y políticas identitarias en el marco de un pensamiento situado política y socialmente comprometido.
Andrea Ancira: Hace poco vi la película de Fabrizio Terranova Donna Haraway: Story Telling for Earthly Survival. Me pareció particularmente interesante el momento en que destacas una serie de condiciones importantes para organizar tu vida entre el trabajo académico y el de escritura en la casa que compartes. A partir de ese balance entre el trabajo físico y el intelectual, considerando que las historias que producimos cada día nos permiten hablar e imaginar desde nuestra posición y lugar, ¿cómo construyes conocimiento dentro y fuera de la academia; dentro y fuera de los movimientos y redes políticas desde las que actúas y piensas? ¿Cómo integrar el trabajo físico e intelectual, el cuidado y el compañerismo en la escritura? Estoy pensando, por ejemplo, en las tensiones entre la investigación socialmente comprometida y la academia en un contexto de prevaleciente privatización del conocimiento y el epistemicidio que le acompaña.
Donna Haraway: A principios de los ochentas, trabajando ya en la universidad, un grupo de nosotrxs que había formado una comuna compró tierra y reparó una casa vieja. Buscábamos accionar juntxs una imaginación colectiva a través de trabajar la tierra, conectadxs a distintos movimientos de esa manera. Sin embargo, no funcionó, al menos no como lo imaginamos. Fue un período importante de movimientos sociales en el que aquellxs de nosotrxs con trabajos académicos comenzamos a comprender el grado de nuestro propio privilegio. Fue una época relevante a nivel personal, pero yo no la propondría como un modelo a seguir. Sin embargo, tengo fuertes sentimientos hacia el trabajo de conexión dentro de la universidad; crear conocimiento y enseñarnos unxs a otrxs en la universidad. La universidad pública es una institución bellísima e insólita, el cuidado del aparato universitario implica trabajar contra la jerarquización de los puestos universitarios y la privatización de las universidades públicas. Eso es ser académicx. Desde mi experiencia e ideología es sumamente importante conectar con personas trabajando en distintas áreas. Por ello soy parte del Centro de Ecologías Creativas; del Centro de Investigación de Ciencia y Justicia; y trabajo con artistas y activistas dentro de la universidad, así como con etnógrafxs, literarixs, entre otrxs. Lo que quiero decir es que la universidad debe estar en conexión con lo que pasa en la ciudad que la acoge. En el caso de California, que es donde yo radico: viviendas asequibles, personas sin hogar y la justicia del agua en el área central del estado. Todo ello en relación con los problemas de migración. A pesar de mi retiro, apoyo y formo parte de los mencionados grupos de investigación, en menor medida. Pero eso tampoco es suficiente. Muchxs de nosotrxs en la universidad, estudiantes y docentes, somos parte del Movimiento Santuario en la ciudad, por ejemplo. Además trabajo con el programa de literatura de Santa Cruz, y enseñó inglés a migrantes que necesitan aprender el idioma para sobrevivir. Estas muchas cosas pequeñas que hago, tal vez no son un movimiento social, pero me mantienen conectada con mi entorno. Creo que los movimientos situados en un lugar, conectados con otros movimientos situados en lugar, hacen que tengamos mayor impacto. Nos volvemos grandes gracias a que conectamos. Creo que mis ideas, y en la medida que puedo, mi vida, se tratan sobre generar conexiones. Una persona tiene una sola vida, por lo que hará algunas cosas bien y otras pobremente. Pero nos quedamos con los problemas e intentamos dejar a nuestras ideas ser, las cuales, son prácticas por ellas mismas; las ideas no están por aquí y las prácticas por allá, la creación de conocimiento es una práctica.
AA: Encuentro muy sugerente la idea de comprender el compromiso político y la organización no como un movimiento grande, sólido y unificado, sino como conjuntos, conexiones, estrategias situadas, ensamblajes y alianzas múltiples. Sin embargo, me preguntó si estas alianzas podrían suceder fuera del Estado, y cómo podrían materializar proyectos de gran escala de infraestructura, como abastecimiento de agua, educación pública, etc. ¿En qué medida estas ideas se conectan, por ejemplo, con movimientos autonomistas que cuestionan la existencia opresora y colonial del Estado?
DH: Fuera de las instituciones. Es decir, estoy de acuerdo contigo, creo que es necesario que las cosas sucedan simultáneamente. Nadie puede hacerlo todo, pero podemos saber unxs de lxs otrxs y podemos hacer alianzas donde sea posible, así cómo podemos disentir unxs con otrxs cuando es necesario. Creo que es muy importante trabajar hacia adentro y hacia afuera, y a veces en antagonismo con la universidad, tener sentido del humor. Hay que tener cierta paciencia hacia el antagonismo para que no se entienda como el fin del mundo. El antagonismo puede generar nuevas ideas. Es muy importante que fuerzas externas a la universidad ejerzan presión sobre la universidad, por ejemplo. Así que realmente creo que es vital no tener una idea purista sobre dónde sucede la política. La política ocurre en todos los lugares donde la gente hace que suceda. Estamos en alianza y conflicto parcial. Un ejemplo: Angela Davis, quien estaba en el mismo departamento que yo en la universidad durante muchos años, inició un grupo llamado Women of Color in Conflict and Collaboration. Me uno y sostengo a esta idea: en conflicto y colaboración.
AA: Esto me hace pensar en la “fricción”, una metáfora que sugiere Anna Tsing para comprender las diversas y conflictivas interacciones sociales y encuentros entre las diferencias que conforman el mundo actual. La fricción no necesariamente pensada como resistencia sino como una interacción que define el movimiento, las formas y las agencias culturales a través de la cual la hegemonía se hace y se deshace constantemente.
DH: Exacto. Anna Tsing es increíble. Su concepto de fricción generativa apunta hacia la necesidad de frotarnos unxs contra lxs otrxs. La cooperación es buena y necesaria, pero a veces se necesita fricción. Sin la fricción, se vuelve todo muy insular y amable, ¿no? Es importante no ser amable todo el tiempo. Pero eso no significa que una persona en particular tenga que hacer todo eso porque tenemos diferentes sensibilidades, diferentes capacidades para el conflicto y nos necesitamos mutuamente.
AA: La siguiente pregunta es sobre justicia reproductiva, un tema muy presente en tu último libro Stay with the trouble. Sabemos que la libertad y justicia reproductiva para las mujeres está en tensión con las demandas del patriarcado, el racismo, el colonialismo y el capitalismo. Frente a la crisis ambiental y la ausencia generalizada de derechos sexuales y reproductivos, ¿cómo sería un ejercicio feminista y decolonial de libertad reproductiva y solidaridad con otras especies?
DH: Creo que esta es una pregunta urgente. Me llena de esperanza que muchxs de nosotrxs nos estamos preguntando lo mismo. ¿Cómo se ve y qué es lo que hay que hacer? Preguntas radicales. Hay logros que están claros y así se mantienen. Por ejemplo, que los seres humanos no están obligados a tener o no hijxs. Esa coerción en todas sus formas debe ser resistente. Y esta coerción a veces es sutil, usualmente estructural, a veces económica. Esto se mantiene si pensamos en términos de justicia colectiva y no solo en términos de derechos reproductivos. La justicia reproductiva también significa vivienda y comida, capacidad y derecho a viajar, así como la capacidad de involucrarse en la creación de conocimiento. Estoy evitando la palabra “educación” porque es muy liberal, ¡jajaja! Todos estos son derechos reproductivos, esta es la justicia reproductiva, especialmente para mujeres de color que insistieron en ello hace más de treinta años. Las abolicionistas feministas afrodescendientes entendieron que el cuidado de sus parientes y el cuidado de las generaciones son derechos reproductivos en equidistancia a prácticas de linchamiento y genocidio que son parte de la injusticia reproductiva. La capacidad de cuidar a las generaciones es crucial para la justicia reproductiva. Por lo tanto, los derechos reproductivos, en un sentido estricto, se entienden comúnmente como el acceso a buenos anticonceptivos (del tipo que realmente deseamos utilizar) y el acceso al aborto sin coerción de cualquier manera. Por supuesto, estos son derechos reproductivos, son esenciales, pero no son suficientes. No son justicia reproductiva. Creo que surgen dos causas nuevas dentro del trabajo feminista de justicia reproductiva que articulan las trabajadoras antirracistas, las feministas y nuestras aliadas: comenzar a pensar seriamente en cuestiones de justicia ecológica paralelamente a los números de población humana que son realmente difíciles. Ha sido aterrador pensar en esto porque nos coloca fácilmente en posiciones racistas. Es muy fácil ser racista si estás pensando en cuestiones de población humana. Pero es necesario pensarlo, creo, y correr el riesgo de equivocarse. Mucha gente comienza a criticar el capitalismo racial, la injusticia reproductiva y su impacto en la población pobre. Su impacto en las personas de color en particular, especialmente en las mujeres de color. Sin perder esta crítica, también debemos comenzar a pensar creativamente sobre la densidad, la distribución y el número de personas en el planeta. Un pensamiento en alianza con lxs no-humanxs. Debemos pensar en esto como especies de varios tipos, como multi-especies. Debemos pensar en lo que conecta a lxs seres humanos y otros seres en el mundo: lxs vivxs y lxs no-vivxs; lxs muertxs; las rocas, las aguas, las montañas. Debemos mirar a aquellxs que han estado pensando de esta manera todo el tiempo; como son a menudo, más no siempre, los movimientos indígenas: su manera de hacer familia y cuidar a otrxs parientes que no son humanos necesariamente. Ciertamente, existen comunidades de personas, hablando de los EE.UU., donde se cuidan unxs a otrxs por la opresión que reciben. Por ejemplo lxs Afroamericanxs, familias latinas, etcétera. También creo que las personas del colectivo LGBTQ+ entienden lo que es hacer familia sin tener que recurrir a la figura del bebé como factor principal. Existen muchos modelos, muchas prácticas, algunas antiguas y otras nuevas, para comprender cómo hacer familia sin hacer énfasis en la reproducción para así cuidar a lxs bebés ya nacidxs. Por lo tanto, ser pro-bebé, pero no pro-reproducción. Creo que la gente está tratando de descubrir cómo hablar sobre esto de una manera que abarque a las múltiples especies, que no separe a lxs seres humanos de todo lo demás, y que no separe los derechos de la justicia. Aún no sabemos cómo hacer esto. Existen razones estructurales para que no sepamos cómo hacerlo. Pero tengo esperanza.
AA: Estoy de acuerdo, hablar de densidad y números de población es muy arriesgado sobre todo si no se toma en cuenta la desigualdad. Además, en el contexto de México y su historia colonial, es una perspectiva problemática si consideramos las políticas y prácticas de “control” poblacional a través de la esterilización forzada, una práctica muy común en México y otros países de América Latina. Desde 2001 hasta hoy, la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha documentado varios casos de este abuso en diversas formas en clínicas rurales de todo el país.
DH: Y estas son todas viejas historias.
AA: Cruzadas por el colonialismo interno…
DH: Desde el Estado, y desde arriba: desde la sociedad de estructura de clase, desde la historia de las simulaciones y la política anti-indígena. Todo lo que ha llegado a afectar los cuerpos de las mujeres. Un ejemplo es el control de la población, las políticas y prácticas con medios anticonceptivos que no están bajo el control de las mujeres. Así que creo que una demanda feminista debe ser anticonceptivos bajo el control de las mujeres. Medios para controlar la reproducción que las mujeres quieren y van a usar; también los hombres, pero primero las mujeres. No debemos dejar de priorizar este tipo de demandas. Las personas en las comunidades entienden cómo el crecimiento de números no es inocente, no es simple. No es que esto sea solo una idea externa. Entonces, ¿cómo quiere lidiar la gente con esto? ¿Cómo queremos colaborar y cooperar con eso? ¿Cómo controlamos la migración instrumentalizada por lógicas coloniales que despoja territorios comunales para darle paso al desarrollo bajo intereses del estado y el capital? Nosotrxs, como académicxs y pensadorxs críticxs, tenemos herramientas de conocimiento pero no tenemos buenas políticas para lidiar con los problemas. Creo que las políticas de migración son realmente urgentes en términos de política generacional: el derecho a la migración paralelamente a la lucha contra la migración por desplazamiento debido a la pobreza y la violencia. Por lo tanto, la práctica de la justicia reproductiva podría consistir en abordar la migración forzada, no solamente sobre quién obtiene el control de la natalidad. Sin restarle importancia a ninguno de los dos aspectos.
AA: ¿Qué otras luchas están relacionadas con el ejercicio de la justicia reproductiva o la libertad reproductiva? Estoy pensando en todas las formas de vida forzada, por ejemplo, en el complejo agrícola industrial…
DH: Creo que es sumamente interesante el hecho de que el crecimiento de números humanos en la Tierra están relacionados con la curva J, ese famoso aumento de números desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta ahora. Además, sucedió exactamente al mismo tiempo que la agricultura industrial; la producción industrial de animales, la intensificación de la minería, la extracción y de la conversión de la tierra. Modificación de la tierra, a través del despojo y el socavamiento de los derechos sobre la misma. Estos procesos son simultáneos, son co-temporales. Pienso en todxs lxs que hemos nacido desde la Segunda Guerra Mundial, lxs que hemos sido producidxs por el crecimiento forzado. Expulsadoxs de la tierra, alejadxs del control y de la integridad de nuestras comunidades. Todo se ha traducido en situaciones en las que el cuidado de lxs niñxs es imposible, o donde es necesario tener otrx niñx para poder pagar nuestros impuestos sobre la tierra. La reproducción forzada ha sido una práctica que ha provocado el tipo de crisis de crecimiento de la población humana actual. Se trata de elección —creo que elegir es una palabra importante y no quiero descartarla. Sin embargo, pensar en la elección reproductiva es reducir, pero pensar en la reproducción forzada no es el tipo de necesidad que va a ser abordada por el programa de control de población. Al mismo tiempo, las comunidades y las personas deben tener acceso a anticonceptivos saludables y asequibles.
AA: Además, ¿qué pasa con todos los métodos anticonceptivos tradicionales que no están mediados por la medicina alopática? Estas son tecnologías situadas que a menudo se borran o descartan cuando los sistemas de salud pública imponen sus propios métodos en lugar de integrar estas tecnologías locales en el aparato…
DH: Y fortalecer el aparato comunitario. Pero, creo que la gente necesita y quiere ambos. Algunas veces los aparatos tradicionales no funcionan muy bien, y otras veces sí. Creo que las personas somos capaces de investigar y de preguntar si estas son circunstancias apropiadas ahora. ¿Quién tiene estos conocimientos y cómo los fortalecemos? ¿Quién quiere acceder a una clínica de salud? ¿Es que queremos ambos? ¿Cómo los conseguimos y utilizamos en nuestros términos?
AA: La última pregunta tiene que ver con una posible intersección o fricción entre las políticas de identidad y el cyborg. Las políticas de identidad suelen tener por objeto reclamar una mayor autodeterminación y libertad política para los grupos marginados mediante la comprensión de la naturaleza distintiva de cada grupo y el cuestionamiento de tipificaciones impuestas desde el exterior, en lugar de organizarse únicamente en torno a sistemas de creencias o afiliación partidista. Sin embargo, en los últimos años ha surgido un discurso reaccionario de la identidad que percibe la raza, el género y la sexualidad como esencias muy apreciadas, que se autodefinen y justifican por sí mismas, lo que refuerza el enfoque binario de clase/identidad y también da lugar a una imaginación política sofocada en la que la política basada en la identidad sólo puede conceptualizarse dentro de una lógica (neo)liberal-capitalista. Es decir, la identidad como punto de partida y de llegada de la política, en lugar de considerarse parte de la labor de construir una solidaridad significativa y constructiva entre los grupos oprimidos. Frente a los binarismos sobre los que se construye la ontología occidental (hombre/mujer, naturaleza/cultura, humano/animal o humano/máquina) propones una hibridación transhumanista llamada cyborg. ¿Dónde se situarían las políticas de identidad y de minorías desde el horizonte de un cyborg?
DH: Nunca lo llamé transhumanista. Evito estas palabras porque se contaminan muy rápido. Tiendo a inventar palabras porque ese otro tipo de palabras como transhumanista o post-humanista realmente me molestan por su humanismo-centrado, sin embargo, no estoy en contra de un cierto tipo de pequeño humanismo envejecido. La política identitaria puede volverse muy separatista, rápida y pura. Por otro lado, trato de no ser absolutista. La política identitaria tiene un lugar en las prácticas que quiero ver florecer. Eso es importante, reunirse con personas que se reconocen y se agradan para afirmar historias e identidades, pero en conexión con otrxs. Las identidades deben volver a crearse en conexión, para que las políticas de identidad no se conviertan en un modo de separatismo, sino en un modo de situarse. Estamos aquí, pero no en todas partes. Esta historia no es todas las historias. Realmente nos importa esta historia, pero está relacionada con lo que a otras personas les importa. ¿Y cómo encontramos los puntos de contacto para reunirnos? Tiendo a pensar de esa manera en lugar de condenar las políticas identitarias.
Esta entrevista se publicó originalmente en la sección online "Reports" de la revista Terremoto , una publicación dedicada a la divulgación de pensamiento crítico alrededor del arte contemporáneo en las Américas. La conversación sucedió en el marco de la feria Index Art Book Fair, en esfuerzo conjunto con la galería kurimanzutto.
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