CUBA y el trabajo de sus mujeres durante la pandemia
Cuba:
Ellas no se quedan en casa en tiempos de pandemia
De la redacción
Cuba: Ellas no se quedan en casa en tiempos de pandemia
De la redacción
(semlaccu@enet.cu)
De la redacción
Cuba: Ellas no se quedan en casa en tiempos de pandemia
De la redacción
(semlaccu@enet.cu)
La Habana, abril
(Especial de SEMlac). - Cubanas diversas salen a trabajar cada día
para garantizar servicios básicos, producir, ofrecer asistencia
médica y salvar vidas, mientras transcurre el aislamiento
social por la COVID-19.
Detrás del mostrador y usando nasobuco (mascarilla), Mari Lagos vende vegetales y explica las propiedades de cada planta, incluso aquellas que son beneficiosas para la hipertensión y la diabetes, padecimientos que incrementan la posibilidad de desarrollar cuadros graves de la enfermedad.
"Imagínate, la población necesita alimentos. Aquí estamos trabajando de lunes a lunes y somos dos compañeras en la venta, que nos turnamos en jornadas de ocho horas cada dos días", declara a SEMlac la trabajadora de un puesto de verduras en el noroeste de La Habana.
Luego que el pasado 20 de marzo el gobierno incrementara las medidas para el enfrentamiento a la COVID-19, el aislamiento social ha ido imponiendo el recogimiento.
Hasta el 5 de abril se registran 320 casos confirmados de la enfermedad en Cuba, se mantienen ingresados 1.887 personas, ocho fallecieron y 15 se han recuperado. Mientras el plan gubernamental avanza, el día a día de la población cubana se transforma, pero no se detiene.
Yanesy Alfonso Cruz sabe lo que es enfrentar ansiedades, demandar disciplina y tomar todas las medidas para protegerse y resguardar a la población. Detrás de un mostrador, ella afronta las tensiones que provocan el momento y las filas de personas en busca de productos de primera necesidad.
"Lo más difícil a veces es la indisciplina del público. Aunque pidas que pase un solo cliente, suelen amontonarse hasta tres y están encima del mostrador haciendo como una cortina humana que impide pasar el aire. Debo decir que he notado que la disciplina crece, pero hay que insistir", comenta la dependiente de un punto de venta de la cadena Cimex en el municipio Playa, en La Habana.
Trabajadoras como Lagos y Alfonso Cruz pueden encontrarse en comercios, farmacias, panaderías y bancos, medios de comunicación, industrias y talleres privados donde se confeccionan nasobucos.
Ellas igualmente aseguran la vida junto a quienes están en hospitales y servicios de salud, en la primera línea de enfrentamiento a la enfermedad.
No es casual que por estos días sean más frecuentes los rostros e historias en las cuales comparten las mujeres el protagonismo, principalmente en el sector de la salud, donde representan el 71,1 por ciento del total de trabajadores.
Las cubanas también son mayoría en la colaboración médica: 57 por ciento del total de profesionales que integran las 14 brigadas que hoy apoyan la respuesta a la COVID-19 en otras naciones. Hasta el momento, 593 profesionales (179 de Medicina y 399 de Enfermería) integran las misiones que se organizaron con celeridad ante la pandemia.
A 279 kilómetros de La Habana, la doctora Claudia Rodríguez Pineda se prepara para otra guardia de 24 horas. Ella tiene la responsabilidad de atender y clasificar a pacientes con síntomas respiratorios que asisten al policlínico Chiqui Gómez, de la ciudad de Santa Clara, provincia Villa Clara.
"En esta consulta se clasifican pacientes y se diagnostican según los síntomas. Si hay sospecha de coronavirus, se activa un puesto de mando establecido en el policlínico y se remiten a los centros de aislamiento, donde se disponen las conductas a seguir", explica Rodríguez Pineda.
La profesional de 27 años reconoce la situación compleja que se vive y el estrés que genera la responsabilidad de la atención directa. Sus sentimientos son una mezcla de temor y satisfacción por saber "que hay personas a las que puedes ayudar con un diagnóstico oportuno y que, una vez curadas, una sabe que contribuyó a su bienestar y salud".
"Pero pienso mucho en mi mamá, mi papá, mi abuelita y mi novio. Una siente temor de que se puedan contagiar o enfermar y no estar para cuidarlos. Nos enfrentamos diariamente a la posibilidad de contagiarnos y podemos llevarlo a nuestras casas. Eso da miedo", agrega Rodríguez Pineda.
Cuidar a quienes cuidan, cambiando enfoques
Para las cubanas que continúan en sus empleos, la cotidianidad se hace más difícil. Algunas están bajo mucho estrés y el tiempo libre se destina, exclusivamente, al descanso y a compartir con familiares más cercanos.
"En mi tiempo libre duermo bastante. Las guardias son de 24 horas y hay que estar alerta, se acumula mucha tensión. Además, me relajo viendo televisión que me gusta mucho, converso con mi familia y eso me hace mucho bien. Estar cerca de ellos me relaja", cuenta la joven doctora.
Quienes tienen descendencia y personas mayores a su cuidado asumen, además, el reto de reorganizar la vida familiar en tiempos de la COVID-19. Muchas encuentran en otras mujeres (madres, suegras y hermanas) el apoyo necesario para el cuidado de infantes y el trabajo doméstico.
Es el caso de Lisbe Ibáñez Morales: su hija pequeña está al cuidado de la abuela materna, mientras ella trabaja diariamente más de nueve horas en la farmacia principal del municipio Playa, conocida como "Crucero de la Playa".
Alfonso Cruz está en mejores condiciones, a partir de una organización familiar que, desde mucho antes, funcionaba en su hogar.
"En casa somos funcionales y nos compartimos todas las tareas. Cada cual sabe lo que debe hacer. Mi papá va a la bodega, bota la basura y nos compartimos la cocina; las niñas limpian. Tengo dos hijas adolescentes, jimaguas. Hoy, precisamente, están cocinando porque he aprovechado estos días para que aprendan, he visto en la televisión que esta puede ser una buena oportunidad para que sean más independientes y responsables", cuenta Alfonso Cruz, quien vive con sus hijas, su padre y su esposo.
Ante la emergencia que se vive y que ha puesto al centro los cuidados, el tiempo que destinan las cubanas al descanso y el esparcimiento puede verse afectado, más si parten de una organización social en la que se mantiene la división sexual del trabajo al interior de los hogares, junto a otras inequidades.
Según la Encuesta Nacional de Igualdad (ENIG, 2016), las cubanas dedican un promedio de 7,13 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados, mientras los hombres emplean 3,71 horas.
Para la socióloga Magela Romero Almodóvar, es importante hablar de corresponsabilidad y autocuidado, además de ampliar los enfoques de las acciones y medidas que se toman frente a la pandemia.
"Las mujeres son parte importante del sector de la salud y de organizaciones sociales y comunitarias, en la primera línea de prevención y atención a personas enfermas con la COVID-19. Aunque tomen medidas y cuidados, están mucho más expuestas. Es importante resaltarlo porque muchas veces se les ve como heroínas del trabajo y lo son, pero al mismo tiempo tienen una vulnerabilidad que puede invisibilizarse en ese deber ser", advierte la investigadora.
Pensar en las maneras en que se organiza la vida y los cuidados, más que una oportunidad parece un imperativo en tiempos de la COVID-19. El Estado cubano implementa políticas de protección laboral y atención a grupos vulnerables, si bien algunos análisis señalan ausencias.
"Los apoyos, desde la manera en la que se está organizando el país, se dirigen a buscar, en comunidades y territorios, actores sociales que pueden responder y participar en el cuidado de ancianos que viven solos, madres embarazadas, familias con niños pequeños, entre otros grupos", explica Romero Almodóvar.
Sin embargo, la feminista reconoce que las medidas "vuelven a ubicar a las mujeres en su papel central del cuidado", aunque el momento puede traer posibilidades para el cambio.
"Esta podría ser una oportunidad para avanzar, desde las fortalezas que existen en el contexto cubano, en un enfoque de corresponsabilidad entre el Estado, las familias, la comunidad y las personas. Un enfoque que también se preocupa por quién cuida en familia y la necesidad de reforzar su autocuidado", propone la académica feminista.
(semlaccu@enet.cu)
Detrás del mostrador y usando nasobuco (mascarilla), Mari Lagos vende vegetales y explica las propiedades de cada planta, incluso aquellas que son beneficiosas para la hipertensión y la diabetes, padecimientos que incrementan la posibilidad de desarrollar cuadros graves de la enfermedad.
"Imagínate, la población necesita alimentos. Aquí estamos trabajando de lunes a lunes y somos dos compañeras en la venta, que nos turnamos en jornadas de ocho horas cada dos días", declara a SEMlac la trabajadora de un puesto de verduras en el noroeste de La Habana.
Luego que el pasado 20 de marzo el gobierno incrementara las medidas para el enfrentamiento a la COVID-19, el aislamiento social ha ido imponiendo el recogimiento.
Hasta el 5 de abril se registran 320 casos confirmados de la enfermedad en Cuba, se mantienen ingresados 1.887 personas, ocho fallecieron y 15 se han recuperado. Mientras el plan gubernamental avanza, el día a día de la población cubana se transforma, pero no se detiene.
Yanesy Alfonso Cruz sabe lo que es enfrentar ansiedades, demandar disciplina y tomar todas las medidas para protegerse y resguardar a la población. Detrás de un mostrador, ella afronta las tensiones que provocan el momento y las filas de personas en busca de productos de primera necesidad.
"Lo más difícil a veces es la indisciplina del público. Aunque pidas que pase un solo cliente, suelen amontonarse hasta tres y están encima del mostrador haciendo como una cortina humana que impide pasar el aire. Debo decir que he notado que la disciplina crece, pero hay que insistir", comenta la dependiente de un punto de venta de la cadena Cimex en el municipio Playa, en La Habana.
Trabajadoras como Lagos y Alfonso Cruz pueden encontrarse en comercios, farmacias, panaderías y bancos, medios de comunicación, industrias y talleres privados donde se confeccionan nasobucos.
Ellas igualmente aseguran la vida junto a quienes están en hospitales y servicios de salud, en la primera línea de enfrentamiento a la enfermedad.
No es casual que por estos días sean más frecuentes los rostros e historias en las cuales comparten las mujeres el protagonismo, principalmente en el sector de la salud, donde representan el 71,1 por ciento del total de trabajadores.
Las cubanas también son mayoría en la colaboración médica: 57 por ciento del total de profesionales que integran las 14 brigadas que hoy apoyan la respuesta a la COVID-19 en otras naciones. Hasta el momento, 593 profesionales (179 de Medicina y 399 de Enfermería) integran las misiones que se organizaron con celeridad ante la pandemia.
A 279 kilómetros de La Habana, la doctora Claudia Rodríguez Pineda se prepara para otra guardia de 24 horas. Ella tiene la responsabilidad de atender y clasificar a pacientes con síntomas respiratorios que asisten al policlínico Chiqui Gómez, de la ciudad de Santa Clara, provincia Villa Clara.
"En esta consulta se clasifican pacientes y se diagnostican según los síntomas. Si hay sospecha de coronavirus, se activa un puesto de mando establecido en el policlínico y se remiten a los centros de aislamiento, donde se disponen las conductas a seguir", explica Rodríguez Pineda.
La profesional de 27 años reconoce la situación compleja que se vive y el estrés que genera la responsabilidad de la atención directa. Sus sentimientos son una mezcla de temor y satisfacción por saber "que hay personas a las que puedes ayudar con un diagnóstico oportuno y que, una vez curadas, una sabe que contribuyó a su bienestar y salud".
"Pero pienso mucho en mi mamá, mi papá, mi abuelita y mi novio. Una siente temor de que se puedan contagiar o enfermar y no estar para cuidarlos. Nos enfrentamos diariamente a la posibilidad de contagiarnos y podemos llevarlo a nuestras casas. Eso da miedo", agrega Rodríguez Pineda.
Cuidar a quienes cuidan, cambiando enfoques
Para las cubanas que continúan en sus empleos, la cotidianidad se hace más difícil. Algunas están bajo mucho estrés y el tiempo libre se destina, exclusivamente, al descanso y a compartir con familiares más cercanos.
"En mi tiempo libre duermo bastante. Las guardias son de 24 horas y hay que estar alerta, se acumula mucha tensión. Además, me relajo viendo televisión que me gusta mucho, converso con mi familia y eso me hace mucho bien. Estar cerca de ellos me relaja", cuenta la joven doctora.
Quienes tienen descendencia y personas mayores a su cuidado asumen, además, el reto de reorganizar la vida familiar en tiempos de la COVID-19. Muchas encuentran en otras mujeres (madres, suegras y hermanas) el apoyo necesario para el cuidado de infantes y el trabajo doméstico.
Es el caso de Lisbe Ibáñez Morales: su hija pequeña está al cuidado de la abuela materna, mientras ella trabaja diariamente más de nueve horas en la farmacia principal del municipio Playa, conocida como "Crucero de la Playa".
Alfonso Cruz está en mejores condiciones, a partir de una organización familiar que, desde mucho antes, funcionaba en su hogar.
"En casa somos funcionales y nos compartimos todas las tareas. Cada cual sabe lo que debe hacer. Mi papá va a la bodega, bota la basura y nos compartimos la cocina; las niñas limpian. Tengo dos hijas adolescentes, jimaguas. Hoy, precisamente, están cocinando porque he aprovechado estos días para que aprendan, he visto en la televisión que esta puede ser una buena oportunidad para que sean más independientes y responsables", cuenta Alfonso Cruz, quien vive con sus hijas, su padre y su esposo.
Ante la emergencia que se vive y que ha puesto al centro los cuidados, el tiempo que destinan las cubanas al descanso y el esparcimiento puede verse afectado, más si parten de una organización social en la que se mantiene la división sexual del trabajo al interior de los hogares, junto a otras inequidades.
Según la Encuesta Nacional de Igualdad (ENIG, 2016), las cubanas dedican un promedio de 7,13 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados, mientras los hombres emplean 3,71 horas.
Para la socióloga Magela Romero Almodóvar, es importante hablar de corresponsabilidad y autocuidado, además de ampliar los enfoques de las acciones y medidas que se toman frente a la pandemia.
"Las mujeres son parte importante del sector de la salud y de organizaciones sociales y comunitarias, en la primera línea de prevención y atención a personas enfermas con la COVID-19. Aunque tomen medidas y cuidados, están mucho más expuestas. Es importante resaltarlo porque muchas veces se les ve como heroínas del trabajo y lo son, pero al mismo tiempo tienen una vulnerabilidad que puede invisibilizarse en ese deber ser", advierte la investigadora.
Pensar en las maneras en que se organiza la vida y los cuidados, más que una oportunidad parece un imperativo en tiempos de la COVID-19. El Estado cubano implementa políticas de protección laboral y atención a grupos vulnerables, si bien algunos análisis señalan ausencias.
"Los apoyos, desde la manera en la que se está organizando el país, se dirigen a buscar, en comunidades y territorios, actores sociales que pueden responder y participar en el cuidado de ancianos que viven solos, madres embarazadas, familias con niños pequeños, entre otros grupos", explica Romero Almodóvar.
Sin embargo, la feminista reconoce que las medidas "vuelven a ubicar a las mujeres en su papel central del cuidado", aunque el momento puede traer posibilidades para el cambio.
"Esta podría ser una oportunidad para avanzar, desde las fortalezas que existen en el contexto cubano, en un enfoque de corresponsabilidad entre el Estado, las familias, la comunidad y las personas. Un enfoque que también se preocupa por quién cuida en familia y la necesidad de reforzar su autocuidado", propone la académica feminista.
La Habana, abril
(Especial de SEMlac). - Cubanas diversas salen a trabajar cada día
para garantizar servicios básicos, producir, ofrecer asistencia
médica y salvar vidas, mientras transcurre el aislamiento
social por la COVID-19.
Detrás del mostrador y usando nasobuco (mascarilla), Mari Lagos vende vegetales y explica las propiedades de cada planta, incluso aquellas que son beneficiosas para la hipertensión y la diabetes, padecimientos que incrementan la posibilidad de desarrollar cuadros graves de la enfermedad.
"Imagínate, la población necesita alimentos. Aquí estamos trabajando de lunes a lunes y somos dos compañeras en la venta, que nos turnamos en jornadas de ocho horas cada dos días", declara a SEMlac la trabajadora de un puesto de verduras en el noroeste de La Habana.
Luego que el pasado 20 de marzo el gobierno incrementara las medidas para el enfrentamiento a la COVID-19, el aislamiento social ha ido imponiendo el recogimiento.
Hasta el 5 de abril se registran 320 casos confirmados de la enfermedad en Cuba, se mantienen ingresados 1.887 personas, ocho fallecieron y 15 se han recuperado. Mientras el plan gubernamental avanza, el día a día de la población cubana se transforma, pero no se detiene.
Yanesy Alfonso Cruz sabe lo que es enfrentar ansiedades, demandar disciplina y tomar todas las medidas para protegerse y resguardar a la población. Detrás de un mostrador, ella afronta las tensiones que provocan el momento y las filas de personas en busca de productos de primera necesidad.
"Lo más difícil a veces es la indisciplina del público. Aunque pidas que pase un solo cliente, suelen amontonarse hasta tres y están encima del mostrador haciendo como una cortina humana que impide pasar el aire. Debo decir que he notado que la disciplina crece, pero hay que insistir", comenta la dependiente de un punto de venta de la cadena Cimex en el municipio Playa, en La Habana.
Trabajadoras como Lagos y Alfonso Cruz pueden encontrarse en comercios, farmacias, panaderías y bancos, medios de comunicación, industrias y talleres privados donde se confeccionan nasobucos.
Ellas igualmente aseguran la vida junto a quienes están en hospitales y servicios de salud, en la primera línea de enfrentamiento a la enfermedad.
No es casual que por estos días sean más frecuentes los rostros e historias en las cuales comparten las mujeres el protagonismo, principalmente en el sector de la salud, donde representan el 71,1 por ciento del total de trabajadores.
Las cubanas también son mayoría en la colaboración médica: 57 por ciento del total de profesionales que integran las 14 brigadas que hoy apoyan la respuesta a la COVID-19 en otras naciones. Hasta el momento, 593 profesionales (179 de Medicina y 399 de Enfermería) integran las misiones que se organizaron con celeridad ante la pandemia.
A 279 kilómetros de La Habana, la doctora Claudia Rodríguez Pineda se prepara para otra guardia de 24 horas. Ella tiene la responsabilidad de atender y clasificar a pacientes con síntomas respiratorios que asisten al policlínico Chiqui Gómez, de la ciudad de Santa Clara, provincia Villa Clara.
"En esta consulta se clasifican pacientes y se diagnostican según los síntomas. Si hay sospecha de coronavirus, se activa un puesto de mando establecido en el policlínico y se remiten a los centros de aislamiento, donde se disponen las conductas a seguir", explica Rodríguez Pineda.
La profesional de 27 años reconoce la situación compleja que se vive y el estrés que genera la responsabilidad de la atención directa. Sus sentimientos son una mezcla de temor y satisfacción por saber "que hay personas a las que puedes ayudar con un diagnóstico oportuno y que, una vez curadas, una sabe que contribuyó a su bienestar y salud".
"Pero pienso mucho en mi mamá, mi papá, mi abuelita y mi novio. Una siente temor de que se puedan contagiar o enfermar y no estar para cuidarlos. Nos enfrentamos diariamente a la posibilidad de contagiarnos y podemos llevarlo a nuestras casas. Eso da miedo", agrega Rodríguez Pineda.
Cuidar a quienes cuidan, cambiando enfoques
Para las cubanas que continúan en sus empleos, la cotidianidad se hace más difícil. Algunas están bajo mucho estrés y el tiempo libre se destina, exclusivamente, al descanso y a compartir con familiares más cercanos.
"En mi tiempo libre duermo bastante. Las guardias son de 24 horas y hay que estar alerta, se acumula mucha tensión. Además, me relajo viendo televisión que me gusta mucho, converso con mi familia y eso me hace mucho bien. Estar cerca de ellos me relaja", cuenta la joven doctora.
Quienes tienen descendencia y personas mayores a su cuidado asumen, además, el reto de reorganizar la vida familiar en tiempos de la COVID-19. Muchas encuentran en otras mujeres (madres, suegras y hermanas) el apoyo necesario para el cuidado de infantes y el trabajo doméstico.
Es el caso de Lisbe Ibáñez Morales: su hija pequeña está al cuidado de la abuela materna, mientras ella trabaja diariamente más de nueve horas en la farmacia principal del municipio Playa, conocida como "Crucero de la Playa".
Alfonso Cruz está en mejores condiciones, a partir de una organización familiar que, desde mucho antes, funcionaba en su hogar.
"En casa somos funcionales y nos compartimos todas las tareas. Cada cual sabe lo que debe hacer. Mi papá va a la bodega, bota la basura y nos compartimos la cocina; las niñas limpian. Tengo dos hijas adolescentes, jimaguas. Hoy, precisamente, están cocinando porque he aprovechado estos días para que aprendan, he visto en la televisión que esta puede ser una buena oportunidad para que sean más independientes y responsables", cuenta Alfonso Cruz, quien vive con sus hijas, su padre y su esposo.
Ante la emergencia que se vive y que ha puesto al centro los cuidados, el tiempo que destinan las cubanas al descanso y el esparcimiento puede verse afectado, más si parten de una organización social en la que se mantiene la división sexual del trabajo al interior de los hogares, junto a otras inequidades.
Según la Encuesta Nacional de Igualdad (ENIG, 2016), las cubanas dedican un promedio de 7,13 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados, mientras los hombres emplean 3,71 horas.
Para la socióloga Magela Romero Almodóvar, es importante hablar de corresponsabilidad y autocuidado, además de ampliar los enfoques de las acciones y medidas que se toman frente a la pandemia.
"Las mujeres son parte importante del sector de la salud y de organizaciones sociales y comunitarias, en la primera línea de prevención y atención a personas enfermas con la COVID-19. Aunque tomen medidas y cuidados, están mucho más expuestas. Es importante resaltarlo porque muchas veces se les ve como heroínas del trabajo y lo son, pero al mismo tiempo tienen una vulnerabilidad que puede invisibilizarse en ese deber ser", advierte la investigadora.
Pensar en las maneras en que se organiza la vida y los cuidados, más que una oportunidad parece un imperativo en tiempos de la COVID-19. El Estado cubano implementa políticas de protección laboral y atención a grupos vulnerables, si bien algunos análisis señalan ausencias.
"Los apoyos, desde la manera en la que se está organizando el país, se dirigen a buscar, en comunidades y territorios, actores sociales que pueden responder y participar en el cuidado de ancianos que viven solos, madres embarazadas, familias con niños pequeños, entre otros grupos", explica Romero Almodóvar.
Sin embargo, la feminista reconoce que las medidas "vuelven a ubicar a las mujeres en su papel central del cuidado", aunque el momento puede traer posibilidades para el cambio.
"Esta podría ser una oportunidad para avanzar, desde las fortalezas que existen en el contexto cubano, en un enfoque de corresponsabilidad entre el Estado, las familias, la comunidad y las personas. Un enfoque que también se preocupa por quién cuida en familia y la necesidad de reforzar su autocuidado", propone la académica feminista.
Detrás del mostrador y usando nasobuco (mascarilla), Mari Lagos vende vegetales y explica las propiedades de cada planta, incluso aquellas que son beneficiosas para la hipertensión y la diabetes, padecimientos que incrementan la posibilidad de desarrollar cuadros graves de la enfermedad.
"Imagínate, la población necesita alimentos. Aquí estamos trabajando de lunes a lunes y somos dos compañeras en la venta, que nos turnamos en jornadas de ocho horas cada dos días", declara a SEMlac la trabajadora de un puesto de verduras en el noroeste de La Habana.
Luego que el pasado 20 de marzo el gobierno incrementara las medidas para el enfrentamiento a la COVID-19, el aislamiento social ha ido imponiendo el recogimiento.
Hasta el 5 de abril se registran 320 casos confirmados de la enfermedad en Cuba, se mantienen ingresados 1.887 personas, ocho fallecieron y 15 se han recuperado. Mientras el plan gubernamental avanza, el día a día de la población cubana se transforma, pero no se detiene.
Yanesy Alfonso Cruz sabe lo que es enfrentar ansiedades, demandar disciplina y tomar todas las medidas para protegerse y resguardar a la población. Detrás de un mostrador, ella afronta las tensiones que provocan el momento y las filas de personas en busca de productos de primera necesidad.
"Lo más difícil a veces es la indisciplina del público. Aunque pidas que pase un solo cliente, suelen amontonarse hasta tres y están encima del mostrador haciendo como una cortina humana que impide pasar el aire. Debo decir que he notado que la disciplina crece, pero hay que insistir", comenta la dependiente de un punto de venta de la cadena Cimex en el municipio Playa, en La Habana.
Trabajadoras como Lagos y Alfonso Cruz pueden encontrarse en comercios, farmacias, panaderías y bancos, medios de comunicación, industrias y talleres privados donde se confeccionan nasobucos.
Ellas igualmente aseguran la vida junto a quienes están en hospitales y servicios de salud, en la primera línea de enfrentamiento a la enfermedad.
No es casual que por estos días sean más frecuentes los rostros e historias en las cuales comparten las mujeres el protagonismo, principalmente en el sector de la salud, donde representan el 71,1 por ciento del total de trabajadores.
Las cubanas también son mayoría en la colaboración médica: 57 por ciento del total de profesionales que integran las 14 brigadas que hoy apoyan la respuesta a la COVID-19 en otras naciones. Hasta el momento, 593 profesionales (179 de Medicina y 399 de Enfermería) integran las misiones que se organizaron con celeridad ante la pandemia.
A 279 kilómetros de La Habana, la doctora Claudia Rodríguez Pineda se prepara para otra guardia de 24 horas. Ella tiene la responsabilidad de atender y clasificar a pacientes con síntomas respiratorios que asisten al policlínico Chiqui Gómez, de la ciudad de Santa Clara, provincia Villa Clara.
"En esta consulta se clasifican pacientes y se diagnostican según los síntomas. Si hay sospecha de coronavirus, se activa un puesto de mando establecido en el policlínico y se remiten a los centros de aislamiento, donde se disponen las conductas a seguir", explica Rodríguez Pineda.
La profesional de 27 años reconoce la situación compleja que se vive y el estrés que genera la responsabilidad de la atención directa. Sus sentimientos son una mezcla de temor y satisfacción por saber "que hay personas a las que puedes ayudar con un diagnóstico oportuno y que, una vez curadas, una sabe que contribuyó a su bienestar y salud".
"Pero pienso mucho en mi mamá, mi papá, mi abuelita y mi novio. Una siente temor de que se puedan contagiar o enfermar y no estar para cuidarlos. Nos enfrentamos diariamente a la posibilidad de contagiarnos y podemos llevarlo a nuestras casas. Eso da miedo", agrega Rodríguez Pineda.
Cuidar a quienes cuidan, cambiando enfoques
Para las cubanas que continúan en sus empleos, la cotidianidad se hace más difícil. Algunas están bajo mucho estrés y el tiempo libre se destina, exclusivamente, al descanso y a compartir con familiares más cercanos.
"En mi tiempo libre duermo bastante. Las guardias son de 24 horas y hay que estar alerta, se acumula mucha tensión. Además, me relajo viendo televisión que me gusta mucho, converso con mi familia y eso me hace mucho bien. Estar cerca de ellos me relaja", cuenta la joven doctora.
Quienes tienen descendencia y personas mayores a su cuidado asumen, además, el reto de reorganizar la vida familiar en tiempos de la COVID-19. Muchas encuentran en otras mujeres (madres, suegras y hermanas) el apoyo necesario para el cuidado de infantes y el trabajo doméstico.
Es el caso de Lisbe Ibáñez Morales: su hija pequeña está al cuidado de la abuela materna, mientras ella trabaja diariamente más de nueve horas en la farmacia principal del municipio Playa, conocida como "Crucero de la Playa".
Alfonso Cruz está en mejores condiciones, a partir de una organización familiar que, desde mucho antes, funcionaba en su hogar.
"En casa somos funcionales y nos compartimos todas las tareas. Cada cual sabe lo que debe hacer. Mi papá va a la bodega, bota la basura y nos compartimos la cocina; las niñas limpian. Tengo dos hijas adolescentes, jimaguas. Hoy, precisamente, están cocinando porque he aprovechado estos días para que aprendan, he visto en la televisión que esta puede ser una buena oportunidad para que sean más independientes y responsables", cuenta Alfonso Cruz, quien vive con sus hijas, su padre y su esposo.
Ante la emergencia que se vive y que ha puesto al centro los cuidados, el tiempo que destinan las cubanas al descanso y el esparcimiento puede verse afectado, más si parten de una organización social en la que se mantiene la división sexual del trabajo al interior de los hogares, junto a otras inequidades.
Según la Encuesta Nacional de Igualdad (ENIG, 2016), las cubanas dedican un promedio de 7,13 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados, mientras los hombres emplean 3,71 horas.
Para la socióloga Magela Romero Almodóvar, es importante hablar de corresponsabilidad y autocuidado, además de ampliar los enfoques de las acciones y medidas que se toman frente a la pandemia.
"Las mujeres son parte importante del sector de la salud y de organizaciones sociales y comunitarias, en la primera línea de prevención y atención a personas enfermas con la COVID-19. Aunque tomen medidas y cuidados, están mucho más expuestas. Es importante resaltarlo porque muchas veces se les ve como heroínas del trabajo y lo son, pero al mismo tiempo tienen una vulnerabilidad que puede invisibilizarse en ese deber ser", advierte la investigadora.
Pensar en las maneras en que se organiza la vida y los cuidados, más que una oportunidad parece un imperativo en tiempos de la COVID-19. El Estado cubano implementa políticas de protección laboral y atención a grupos vulnerables, si bien algunos análisis señalan ausencias.
"Los apoyos, desde la manera en la que se está organizando el país, se dirigen a buscar, en comunidades y territorios, actores sociales que pueden responder y participar en el cuidado de ancianos que viven solos, madres embarazadas, familias con niños pequeños, entre otros grupos", explica Romero Almodóvar.
Sin embargo, la feminista reconoce que las medidas "vuelven a ubicar a las mujeres en su papel central del cuidado", aunque el momento puede traer posibilidades para el cambio.
"Esta podría ser una oportunidad para avanzar, desde las fortalezas que existen en el contexto cubano, en un enfoque de corresponsabilidad entre el Estado, las familias, la comunidad y las personas. Un enfoque que también se preocupa por quién cuida en familia y la necesidad de reforzar su autocuidado", propone la académica feminista.
Comentarios
Publicar un comentario