Si mis palabras pudieran tener alguna relevancia, creo que seria básicamente porque existen otras personas que se unen o unieron en los caminos de sus vidas con la mía.
el bordado devino herramienta de lucha, artivismo y ritual en toda latinoamérica.
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31 de julio de 2020.Pag 12
EXPERIENCIAS
El poder transformador del bordado
Práctica
milenaria que articula lo individual y lo colectivo, el bordado devino
herramienta de lucha, artivismo y ritual en toda latinoamérica. Con las
marcas del dolor y la belleza, la palabra puesta en acto y un hacer al
ritmo de las manos, los colores y los materiales; bordar es tramar
vínculos que amplifican saberes y deseos, historia y presente:
colectivos y organizaciones que lo enseñan y divulgan cuentan a Las12 su
poder en la red que se teje cada vez que se enhebra una aguja.
Una
azarosa investigación permite descubrir la diversidad de causas por las
que organizaciones colectivas de distintas geografías eligen el arte
textil para hacer visibles sus luchas. "Sos mía o de nadie", "Devenir
bicha", “¿Qué hiciste para que te pegue?”, “Somos las nietas de las
brujas a las que no pudieron quemar”, “Defendamos la Tierra”, “Mujer que
se organiza no plancha más camisas”, son frases escritas sobre género o
papel con agujas e hilos, que se alzan como estandartes de conciencia y
de emancipación.
En las telas convertidas en banderas también hay nombres de
desaparecidxs, de víctimas del femicidio y del transfemicidio. Brillan
poemas, estampas, dibujos en el derecho y el revés de la trama, con
relieves, lanas, entretelas, borlas y otras fornituras, brillos y
texturas que traman vínculos, fragmentos de realidades que pujan por
decir que la rebelión y el goce son políticos. Como explica la curadora argentina Kekena Corvalán: “Hoy el lugar
destacado del textil en el arte es irrefutable, abundan los trabajos
contemporáneos y, para acercarnos al poder de su lenguaje, es bueno
pensar el lugar de las prácticas artivísticas en las que parece haber
encontrado un espacio enriquecedor e indisciplinar”. Labrar sobre seda,
paño lenci o viyela ya no es, como impuso cierta tradición, un ejercicio
decorativo para alcanzar la perfección femenina que impone el mandato
hegemónico, “un castigo como parte del proceso de aprendizaje que
construye un peculiar paisaje de producción y opresión”, tal como lo
evoca la especialista Karina Madonni, en el libro El bordado como trazo, de la maestra y artista Marian Cvik y de quien firma esta nota, que tuvo su muestra en el Museo de la Mujer en 2019. En el río de las vidas sumergidas, miles de artivistas ponen en
marcha sus cuerpos y saberes para testimoniar que es posible ser autoras
de formas no convencionales de lucha. A partir de los primeros años
setenta, con las iniciales manifestaciones colectivas del feminismo, la
difusión de las obras bordadas de Violeta Parra y el rescate que hizo la
diseñadora Mary Tapia del textil autóctono, el trabajo manual comienza a
tener un espacio fuera del ámbito doméstico y a ampliar sus horizontes.
No es de un día para otro, es un proceso que se va hilando día a día
"en talleres-casas-crisálidas-nidos, verdaderos lugares antropológicos,
como diria Marc Augé, lugares practicados de pertenencia real, con
múltiples historias, regados de relatos y de voces diversas", dice
Madonni. El uso del hilo y la aguja se va extendiendo en el tiempo y el
espacio y va abrazando distintas causas para protagonizar en los últimos
años un auge como medio insurreccional. Antes y durante la pandemia,
bordado, arpillera, quilt y otras técnicas afines, se
convirtieron en armas de rebeliones pacientes y perseverantes, que
desocultan la variedad de la explotación actual. Con el zurcido, el
parche y otras puntadas, se produce una belleza transformadora que
defiende el derecho inalienable a una existencia digna.
Resignificar el sentido de las frases más machistas es parte del trabajo del colectivo Dora Morgen
El revés de la trama Talleres que funcionan en casas, galpones, parques, plazas o villas;
trabajos ásperos o primores desplegados en montes, cerros y favelas;
mujeres, trans, travestis, hombres en deconstrucción, que ejecutan
habilidades con tácticas exquisitas; estrategias antagónicas al recato y
la sumisión se desarrollan en la selva, la costa, el campo y las
ciudades. La repetición de la tarea textil parece infinita, pero los
decires y los gritos del coser y del bordar son singulares y poderosos,
aunque se tramen con los mismos puntos hilván, cadena, francés o cruz.
La actividad suele hacerse en ronda tribal y con distintas destrezas da
como resultado joyas de factura impecable, casi siempre surgidas del
trauma. Hay dos vertientes para pensar el arte textil, explica Corvalán,
“como fenómeno cultural global articulado, legitimado y explotado por un
mercado, por instituciones hegemónicas y por agendas signadas por el
consumo (ferias, bienales, mega encuentros) con un modelo de artista
individual inserto en circuitos competitivos. Y, enfrentada, la escena
de las prácticas de perfil comunitario, que involucran contextos y
saberes situados, ponen el acento en la producción y tienen una clara
voluntad colectivista”. Una mala práctica ginecológica se llevó la vida de Dora Morgen. Su
hija, la artista plástica Analía Gauguin, hizo de su dolor el punto de
partida en 2016 del colectivo que lleva el nombre de su madre, “para
mostrar las frases que el patriarcado puso en nuestros cuerpos sin que
nos demos cuenta. Usamos pañuelos blancos y los bordamos en rojo para
denunciar. El dispositivo registra cada situación y se vuelve colectivo.
Bajo el recurso artístico y amoroso aparece la crueldad con la que
crecimos. Ocupamos el espacio público en marchas y manifestaciones, en
Buenos Aires, Córdoba, Tandil, Bahía Blanca o Mar del Plata, bordando
con adolescentes, jóvenes, mujeres y disidencias”, cuenta. “Mil Agujas por la Dignidad arrancó como una manifestación en más de
83 ciudades, el 7 de diciembre del año pasado”, revela la historiadora y
artista chilena residente en Barcelona, Karen Rosentreter Villarroel,
gestora del proyecto. “Participaron personas afines al textil, creando
postales en tela que se colgaron en tendederos a modo de instalaciones”,
en calles, parques y plazas. El disparador fue el estallido social en
Chile y, también, los diversos conflictos de América Latina”. "Mil
Agujas" se trató de un fenómeno político autogestionado y abierto a la
comunidad, liderado por mujeres, lesbianas y trans. “Las injusticias y
violaciones a los derechos humanos provocaron un gran cansancio, dijimos
basta a la brutal desigualdad. Bordar entre desconocides, en
simultáneo, con una tarea y objetivo común, fue una manera de ejercer la
protesta y darnos un sentido de pertenencia y la posibilidad de la
resiliencia”, dice Rosentreter Villarroel. Poco después, ella misma creó
"Puntadas Revoltosas", exposición textil en el sitio web del Museo de
la Mujer de Costa Rica, con la categoría política "Prohibido callar".Apenas apareció el covid 19, se sumóla
convocatoria "¿Tú qué bordas en cuarentena?", que viene compartiendo
por Facebook obras surgidas durante el confinamiento. Seiscientos
bordados de Guatemala, España, Inglaterra, Francia, Bélgica, Estados
Unidos, Turquía y el Líbano, entre otros países, dan cuenta del
padecimiento viral, del maltrato contra mujeres y niñes, la
discriminación racial, la trata, la pobreza y la homofobia. En la
campaña, cuenta la curadora, “fue importante la participación de
argentinas que produjeron trabajos sobre las Madres de Plaza de Mayo y
sobre el colectivo Ni una menos”.
Bordado en acción Para Mara Paz, artivista de la muestra transfeminista "Para todes,
tode", creada por Corvalán, el uso y reutilización de ropas antiguas
mutan pasado en presente en una práctica que une bordado y performance.
“Contra el olvido está la memoria y lo que no se escribe, muere”,
asegura Paz. “Estas voces habladas, cantadas o bordadas no encuentran
frontera. A veces son madre, otras hija y abuela, en un lenguaje que
actualiza y reconstruye recuerdos, con texturas que transforman, abren y
conmueven, para que el otro entre”. Ella fue une de miles de
expositoras que llegó a nuevas audiencias que perciben más fácil el
derecho a decidir sobre el deseo, unificando miradas y luchas, desde la
polifonía de la solidaridad. Con Gabriela Morales, cordobesa como ella,
Paz tomó servilletas para crear “Una bomba para esa boquita”, obra donde
el rosa se mezcló con mostacillas y canutillos, “mariconeando al
extremo símbolos de la masculinidad como hachas y pistolas, en clave
xilográfica”. Lo que ofrecieron fue una tensión entre lo íntimo y el
grito de guerra que llama a la autodefensa “por la impunidad de curas
abusadores, por la obligación de parir, por los femicidios, por el
hartazgo de una sociedad patriarcal, hipócrita y ciega”. Aunque "Memorarte: Arpilleras Urbanas" nace en Santiago de Chile en
2014, reconoce ser la continuidad de la tradición arpillerista de los
setenta, cuando mujeres humildes sufrieron la represión de una dictadura
brutal. “Creaban una resistencia social y política testimonial con
retazos y puntadas sencillas para protestar y denunciar atropellos;
bordaban las detenciones, las desapariciones, la tortura y el hambre del
pueblo”, evoca Cynthia Imaña, directora del colectivo. "Memorarte" retoma aquel oficio textil que en el mundo dio a conocer
Violeta Parra. La organización expresa en sus telas las problemáticas de
la contingencia actual: vulneración de los derechos de las mujeres y
del ambiente, pésimas condiciones de vida de la población marginada e
incapacidad de los dirigentes para satisfacer las necesidades básicas.
“Confeccionamos tapices de gran formato y los presentamos para llegar a
la mayor cantidad de gente. Difundimos el oficio para entregar una
herramienta comunitaria que haga visible lo invisible. Con el estallido
de octubre último, fue un hito cubrir con textiles de 100 bordadoras la
explanada de la emblemática Plaza Dignidad, centro neurálgico de las
protestas”, relata Imaña. La reclusión actual no las paraliza, difunden
sus creaciones por redes sociales y esperan “volver a las calles con
nuestra consigna: Bordar para incidir”. La memoria tiene fuerza de gravedad: siempre atrae. Y aquellas
arpilleras que surgieron tras la cordillera encontraron nuevos sentidos,
destinos y territorios. Una experiencia significativa es la del
Movimiento de Afectadas por las Represas, MAB, en Brasil, que lucha por
las poblaciones nativas alteradas por la extracción de agua. La
activista, educadora popular y curadora Esther Vital García, residente
en San Pablo, cuenta que en 2015 “algunas mujeres del MAB aprendieron el
lenguaje textil con ayuda de las argentinas Ana Zlatkes y Mirta Zak. El
conocimiento multiplicó posibilidades y hoy son cientos quienes lo
emplean para denunciar el impacto y la violencia que las obras de
ingeniería faraónica produjeron en el cotidiano de miles de personas”.
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En Colombia, "El costurero de la memoria" resiste contra el
olvido y la impunidad, y denuncian los efectos de la guerra a partir de
las voces de las víctimas y de los ciudadanos que apoyan sus luchas.
“Buscamos generar un proceso de construcción colectiva”, explica Claudia
Chona, encargada de comunicaciones del grupo, “para que los diferentes
oficios y saberes de costurero reconstruyan, reivindiquen derechos para
la verdad, la justicia y la no repetición, y promueva un trabajo
terapéutico y de sanación”. Referente ineludible del textil mexicano, Rosa Borrás inició y
coordinó en 2012 la réplica del colectivo "Fuentes Rojas", Bordando por
la paz, en Puebla, donde vive. Se trató de dejar constancia mediante
puntadas de los nombres de cientos de víctimas de la violencia. Borrás
distingue y reconoce la tradición textil de los pueblos originarios que
resisten día a día las embestidas industriales y de explotación. Una
víctima un pañuelo “consistió en bordar con hilo rojo los nombres de los
asesinadas en la llamada guerra contra el narco. Se realizó un memorial
masivo, efímero e itinerante de 2500 pañuelos en 2012, hasta que la
represión gubernamental lo dio por terminado. Luego, en este y otros
estados, continuamos bordando para evocar a las víctimas de feminicidio,
a las personas desaparecidas y a las y los periodistas asesinados en
México. Nuestra actividad está suspendida temporalmente, pero pensamos
retomarla pronto”. Paralelamente, surgieron otras colectivas “que bordan
para expresar descontentos políticos y sociales, desde el feminismo, el
ambientalismo o la exigencia de verdad y justicia en general”.
Surgen con vehemencia proyectos textiles que provocan conexiones
nuevas que imbrican deseos comunitarios y posicionamientos políticos.
Replantean el sentido y método de la lucha y, sobre todo, preguntan qué
es un artiste, qué es el arte, qué cuerpos acceden, cómo se juega el rol
de las organizaciones, qué posibles habilitan, cómo configuran otras
humanidades. “El textil es una matriz de disputa territorial potente y
estremecedora, con ejes como la disolución de autorías, el valor poético
del soporte, lo performativo de su realización y las contradicciones
que contiene y tensiona en su visión”, reflexiona Corvalán, para quien
el marco es el giro político afectivo de las prácticas artísticas
latinoamericanas. Un caso de potencia colectiva, poética y performática
del textil en el entramado de acciones y organizaciones son las
arpilleras colombianas y el trabajo de resistencia callejera de las
compañeras de Trelew y Puerto Madryn, en Chubut. Ro Textil, por ejemplo,
para quien activismo territorial y en taller se complementan”, dice la
curadora. Hay un juego de escalas entre la producción singular y la
conformación de grupas de lucha, entre creatividad en soledad y
reciprocidad de creación, que caracteriza un trabajo cotidiano donde
intimidad y disputa de lo público son acciones del mismo gesto político
afectivo. Como sostiene Ro Textil: “La calle contiene nuestra sintonía
colectiva, nuestro latir y nuestras ganas de cambiarlo todo”.
¿Cómo se puede disputar un territorio con esténciles y bordados?
¿Cómo puede una compañera convertirse en traductora de un juego creado
en los intersticios de lo singular y lo colectivo? ¿Cómo se cortan las
rutas y se marcha denunciando machistas, violadores y dinamitadores en
pos de la megaminería con una pancarta que dice Mi goce es político? La
potencia de estas obras “sacude el discurso vertical, constipado, poco
representativo del sentir. Lo personal es político y lo político,
personal. El cuerpo que porta la pancarta deviene festejo de
subjetividades que se liberan y reapropian, mayorías minorizadas que
toman herramientas del arte para reescribirse y sublevarse”, continúa
Corvalán.
Estelas en la mar 7 · Estoy hecha de retazo S Estoy hecha de retazos, pedacitos coloridos de cada vida que pasa por la mía y que voy cosiendo en el alma. No siempre son bonitos, ni siempre felices, pero me agregan y me hacen ser quien soy. En cada encuentro, en cada contacto, voy quedando mayor. En cada retazo una vida, una lección, un cariño, una nostalgia... Que me hacen más persona, más humana, más completa. Y pienso que es así como la vida se hace: de pedazos de otras gentes que se van convirtiendo en parte de uno también. Y la mejor parte es que nunca estaremos listos, finalizados. Siempre habrá un retazo para añadir al alma. Por lo tanto, gracias a cada uno de ustedes, que forman parte de mi vida y que me permiten engrandecer mi historia con los retazos dejados en mí. Que yo también pueda dejar pedacitos de mí por los caminos y que puedan ser parte de sus historias. Y que así, de retazo en...
http://www.archivohistoricoconcepcion.cl/biblioteca-digital/autores/rolando-saavedra/ He leido con no pocas emociones este magnífico recuento de la historia de la querida familia de la cual heredé dos hijxs maravillosos, Yanina Andrea Hinrichsen Zabaleta, nacida en Concepción, y Tomás Alejo Hinrichsen Zabaleta, nacido durante nuestro exilio con Ricardo Alberto Hinrichsen Ramírez en Glasgow, Escocia. Como casi todo ya está dicho por el autor, no me faltaría tal vez más que agregar algunas fotos de las decenas que atesoro. Mientras decido cual/es, saludo al autor, Don Rolando, y le reitero mi agradecimiento por su esmerado y logrado esfuerzo de investigación para llevar a su conclusión a este valioso nuevo libro suyo que, con su acostumbrada g enerosidad, nos ha compartido. Foto de la fiesta de nuestro matrimonio el 17 de julio de 1969, en la casa de mi marido, de izquierda a derecha, Tomás Benjamín Hinrichsen Ramírez, Cristián, Juan Carlos, Sra. María Victoria Ramírez de Hin...
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