ARGENTINA: para prosa de trenes, Eduardo Coiro y Marta Zabaleta

Foto del internet




Estación Bouquet*
Cuatro renglones dedicados a Eduardo Francisco Coiro

Salíamos después de la siesta, cuando ya casi se podía caminar contra el sol.
Las vías lucían como dos caminos paralelos que conducían a otra vida, me explicaba mi papá. Eso me ponía medio triste. Por eso, prefería llamarle la atención parándome en una sola pierna y - ya bamboleándome, gritarle -Mira, papi, parezco un tero.
Y mi papá no podía decirme
- Bajate, Martita, que viene el tren.
Porque yo sabía que el tren sólo pasaba dos veces al día por Bouquet: una de ida, iba hacia Rosario, creo, y la otra hacia...pues no lo sé. Regresaba, digamos.

Su ruido se sentía desde lejos, y los sábados por la tarde íbamos a la estación con mi mamá. Era como quien dice la vuelta al perro. Entonces caminábamos por el andén, no por la vía, claro. Mi mamá poco menos que se ponía sombrero para asistir a esa sesión inusitada de chismerío local. ¿Por qué vinimos? pregunta que no me contestaba, mientras ella saludaba a la señora que se bajaba del tren mientras esperaba sus valijas.

El pueblo no tenía calle mayor. Solo una plaza grande rodeada por los servicios menos prescindibles: la peluquería de hombres (donde me cortaban el pelo. De mujer, no había. Y mi viejo me prefería varón, en todo caso). La escuela Lainez. La Iglesia. La policía. El médico cirujano. El negocio que vendía los diarios y revistas, dulces, cigarrillos y caramelos, pero que no era el almacén. Ese quedaba a la vuelta. La carnicería, el cine, y la panadería, adonde dos años después, mi papá llevaba a los peludos para que
se los asaran.

Y como dije, el médico del pueblo. Que era a la vez el padre de mi mejor amiga, Betty, quien   tuvo que ir de la escuela cuando pocos años más tarde a su papá, el Dr. Vidal, le prohibieron el ejercicio de la profesión porque lo acusaron de haber hecho un aborto. Ni ella sabía lo que era eso, ni yo tampoco. Y así perdí a mi compañera de banco. Desde entonces, me juré entender lo que era el aborto.

Yo crecí. Tendría ya cinco años y medio, cuando empecé la escuela de oyente. De repente, pusieron la religión obligatoria en las escuelas. Bueno, en realidad, en la práctica, era optativa, no obligatoria. Podías optar por hacer Religión o Moral. Mi papi y yo optamos por Moral. Así entró el cura en mi vida. Pero mi opción duró poco. Porque me significó horas - las de Religión - de estar arrodillada afuera de la clase, hasta que me sangraban las rodillas por los granos de maíz, ¿sabés? Así que me volví inmoral. O
sea, opté por estudiar Religión por todos los próximos años de escolaridad primaria y secundaria...

Pero como te decía, la 'opción' me dio el contacto con ese cura.
Mi mamá quería que el cura me bautizara (de prepo, porque mi viejo se oponía), y cuando cumplí los 6 o 7, mi mamá me llevó a la Iglesia. Mi papá ya había conseguido trabajo y ya no salíamos más a caminar y al tren sólo lo escuchaba pitear y veía pasar lejos, desde mi casa en el campo, siempre dos veces al día. Fui a la iglesia en el pueblo, a aprender el catecismo. En auto;  no, no en tren. Eran sólo 5 km de camino de tierra pasando por la estancia de los Banttle, que administraba Don Justino Pellejero, el padre de Justito.

Al principio la cosa iba bien. Pero se arruinó todo cuando le pregunté al cura que era ese bultito de la Srta. Fulana de tal. O sea, la hermana menor de una modista de mi mamá, que noviaba con un hijo de M.P. ¿Por qué se quiere hacer ella un aborto? Ese mismo día fui expulsada de la Iglesia católica... ¿Cómo que por qué?
¿No te das cuenta? Porque el cura le dijo a mi mamá que yo no respetaba los dogmas.
Chiflado, pensé yo. Cualquiera sabe que las cigüeñas vienen de París.

Las caminatas eran largas, mis piernitas muy cortas, y yo me aburría antes que mi papá. Para no ponerle molesto, los contaba uno por no. Mientras saltaba de durmiente en durmiente, como un pajarito... No siempre entendía lo que era la crisis que atravesaba la Argentina, pero mi papá hablaba mucho de eso. ¿No
sería que los rieles nos ponía filosóficos? O acaso el 4 de junio, a la Argentina, ¿no la salvó Perón?
*De Marta R. Zabaleta
-desde el exilio en Londres.




Extraído del blog  Inventiva Social, Argentina, de Eduardo Coiro


http://inventivasocial.blogspot.com/

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