CHINA, JAPON, EUROPA: tener sexo con robots
05 de marzo de 2019
Las ofertas de sexo en locales incluyen mujeres de silicona
Burdeles de muñecas, la nueva moda entre los hetero machos
En
Europa, China y Japón ofrecen muñecas robot para compartir las
horas en una habitación. El uso de inflables hiperrealistas desata un
debate respecto de los beneficios o perjuicios de su uso.
El uso de las muñecas de plástico como acompañamiento sexual es una moda que se abre a polémicas.
Casa de muñecas
“Una prostituta es una persona real, puede juzgarte por tus fantasías y preferencias. Con una muñeca sólo tengo que pensar en mi satisfacción”, dice un cliente joven, sentado en la cama de un nuevo burdel inaugurado en Turín, Italia, mientras le da la espalda a la cámara en el documental de la BBC sobre el tema. Una de las preguntas que aparece ante la popularización de estas no tan nuevas tecnologías es si reemplazarán a la prostitución. “La instalación del burdel de muñecas y muñecos en mi ciudad redujo mi clientela. ¿Acaso ya no sirvo?”, se queja un taxiboy. Mientras tanto, los dueños de estos prostíbulos resaltan un supuesto beneficio ético del negocio: reduciría el impulso de los clientes de pagar por mujeres, o lo que Cecilia Varela, antropóloga e investigadora del Conicet especializada en comercio sexual, llama “reducción de daños”. ¿Su expansión podría llevar al fin de la prostitución? Para Varela la respuesta depende de la posición que se tenga frente al debate entre abolicionismo y regulación: “si uno piensa que el trabajo sexual es una forma de violencia, el sexo con muñecas podría tener un correlato positivo. Si uno está a favor del reconocimiento del trabajo sexual, puede aparecer el miedo de perder trabajo”. Pero hay una tercera posición: “Hoy en los mercados sexuales se ve una diversificación de los servicios, muchos mediados por la tecnología. La popularidad de los webcammers, sesiones de pornografía interactivas, no reemplazó las modalidades tradicionales de la prostitución. Hay pánico de que los humanos seamos reemplazados por máquinas pero no va a desaparecer el encuentro entre personas. Va a haber otras posibilidades”.
Yo, robot
Enrique Stola, médico psiquiatra y feminista, lo ve de otro modo: “el uso de estas muñecas es un aspecto más de la cosificación de las mujeres”. Stola no cree que se convierta en un consumo masivo: “hoy es muy fácil para los hombres ‘conseguir’ cuerpos de mujeres y niñas, por la trata y porque son cuerpos subordinados, porque hay una precarización de la vida de las mujeres, niñas y trans”.
“¿Si hay cierto consenso en no juzgar las preferencias sexuales de las personas, por qué mirar con pavor que alguien pueda encontrar en un objeto formas de disfrute y hasta otro modo de compañía?”, cuestiona Julie Carpenter, investigadora del grupo de Etica y Ciencias Emergentes de la Universidad de California. Y agrega ante la pregunta de este diario: “Las interacciones entre una persona y un robot o muñeca sexual no indican necesariamente ninguna tendencia acerca de cómo nos comunicamos o nos relacionamos con otros humanos. No es nada más ni nada menos que una opción para los interesados”.
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