Martine Syms: "Por ser una mujer negra y joven, en el mundo del arte me han dicho cosas increíbles"
Martine Syms: "Por ser una mujer negra y joven, en el mundo del arte me han dicho cosas increíbles"
"No es una película autobiográfica en un sentido estricto, pero sí usé mi día de graduación como piedra basal", dice sobre su opera prima, que fue un éxito en los festivales de Rotterdam y Nueva York y ahora llega a la plataforma MUBI.
Para Palace, la protagonista de The African Desperate, ha llegado el momento de exponer el coloquio de graduación. La estudiante a punto de recibir su diploma se sienta frente a un cuarteto de profesores de arte, cada uno con su manual académico de convicciones, prejuicios, citas eruditas y clichés. La joven es escultora y, a pesar de su corta edad, ya ha expuesto en algunas muestras internacionales, como la bienal de Venecia, y muchas más en el orden local. Palace es afroamericana y su obra intenta reflexionar sobre esa condición –ser una mujer negra en los Estados Unidos– a través de instalaciones y objetos que llevan el nivel de simbolismo a otro nivel. En cierto momento la lengua se le traba y en lugar de expresar cierta idea sobre la diáspora africana las palabras que surgen de su boca hablan de “la desesperación africana”. La dislexia pasajera explica el título del primer largometraje de Martine Syms, artista multimediática nacida en Los Ángeles en 1988 que ve The African Desperate (ver crítica aparte) como un escalón lógico en su carrera. Luego del estreno mundial en el Festival de Rotterdam, y de su paso por varios encuentros cinematográficos internacionales, la película –un viaje emocional y físico de unas pocas horas en el cual la también artista y poeta Diamond Stingily interpreta una versión ficcional de la propia Syms– acaba de llegar a la plataforma MUBI.
“La verdad es que todo surgió porque un día estaba hablando con Diamond, con quien somos muy amigas, y en cierto momento ella me dijo que no sabía qué hubiera hecho de haber estudiado en la misma escuela en la que lo hice yo”. En comunicación exclusiva con Página/12, Martine Syms recuerda sus años de estudio en el Bard College neoyorquino, donde obtuvo una maestría en Bellas Artes. El corazón de The African Desperate late con el ritmo de ese último día en el campus, una jornada ajetreada antes de viajar a Chicago, una noche de baile, drogas, sexo y emociones encontradas. Sobre el origen del film, la artista, que “ha ganado amplio reconocimiento por una práctica que combina la perseverancia conceptual, el humor y el comentario social”, según reza el sitio web oficial, afirma que “fue como un golpe. Tuve chispazos de cuatro momentos diferentes, secuencias en las cuales veía qué hubiera hecho Diamond en mi lugar. Y pensé que eso podía transformarse en una película. Ya había trabajado junto a Diamond en otros proyectos, pero siempre pensé que estaría bueno hacer algo con ella en un formato más extenso”.
La estructura del guion comenzó a gestarse a partir de un núcleo espaciotemporal acotado –la noche de la fiesta de graduación–, punto de partida de una película que homenajea formalmente al cine ultra independiente de los años 70 y 80. “Empecé a escribir casi de inmediato, tomando como base mi propio día de graduación, el 4 de agosto de 2017. Busqué toda la información que tenía disponible, comprobé el día exacto, recordé cosas de mi vuelo al día siguiente. Por supuesto, The African Desperate no es autobiográfica en un sentido estricto y muchas cosas fueron cambiadas, pero sí es cierto que usé ese último día en la escuela como piedra basal de la estructura del guion. Traté de recordar y recorrer esas veinticuatro horas, aunque la mayor parte del relato se concentra en las doce que van desde las cuatro de la tarde hasta las cuatro de la mañana. Con mi coguionista Rocket Caleshu desarrollamos el resto a partir de ese núcleo dramático”.
-El título The African Desperate surge de un error y es el primer momento de humor en un film que, a pesar de ello, no es una comedia en un sentido estricto.
-Básicamente está nerviosa y está intentando usar las palabras que usan los profesores, así que allí hay algo de lo “intraducible”, en el sentido de que hablan diferentes lenguajes. Palace intenta hablar en el idioma que hablan ellos para impresionarlos y por eso se equivoca. Al mismo tiempo, creo que queda la impresión de que los profesores ni lo notan, en parte porque están pensando en qué van a decirle después.
-Trabajás el formato de la instalación audiovisual desde hace bastante tiempo. ¿Considerás que el largometraje era un paso lógico? ¿En algún momento pensaste que The African Desperate podía ser otra cosa?
-Siempre lo entendí como un largometraje y, por supuesto, eso fue un desafío. Me sentía muy curiosa y para mí era una meta que debía cumplir. La pregunta era: ¿soy capaz de hacer algo así? Porque me encanta el cine experimental, pero quería hacer algo narrativo. Incluso ahora pienso que tal vez fui demasiado rígida (risas). Pero sí, siempre fue un proyecto pensado para el cine.
-El film se ha mostrado en Rotterdam, en el Festival de Nueva York y en el de Londres, entre otros. Pero, ¿alguien de tu entorno artístico la ha visto? ¿Cómo reaccionaron? La mirada sobre ese mundo es bastante ácida.
-Sí, de hecho fue la primera audiencia que la vio, porque hicimos algunas proyecciones para amigos y familiares en febrero, durante la Feria de Arte de Los Ángeles, y otra en Londres para gente del mundo del arte. Tanto Diamond como yo somos artistas, así que el universo de las galerías y muestras es algo que conocemos muy bien. La verdad es que la mayoría de las cosas que se ven en la película no son exageraciones, aunque lo parezcan. Honestamente. Creo que es importante no tomarse las cosas demasiado en serio y suelo reírme de mí misma todo el tiempo. Siento que está bien ser dura con ese mundillo. Al mismo tiempo, por el hecho de ser una mujer negra y joven en el mundo del arte, en la industria creativa, me han dicho muchas cosas increíbles, muy locas. Es un mundo que puede ser muy incómodo y al mismo tiempo hilarante. El tono de la película surge de esas experiencias y emociones.
-La puesta en escena es bastante salvaje, “desmelenada”, pero no parece el resultado de la improvisación, sino todo lo contrario. ¿Cómo se definió la puesta de cámara y la dirección de actores?
-No tuvimos mucho tiempo de rodaje, por lo que casi todo estuvo muy guionado. Hay un par de escenas que fueron improvisadas, pero no del todo. La estructura del guion estaba muy presente en la filmación. Creo que esa sensación de ligereza es el resultado de mezclar actores con no actores. Eso siempre termina aportando cosas azarosas, que no estaban pensadas. Y dadas las condiciones acotadas de producción, a veces teníamos que seguir adelante sin hacer tomas de protección. Traté de mantenerme dentro del presupuesto y con las cosas bajo control, de manera de poder dejar un espacio para el juego. Ensayamos bastante con los actores y la cámara, sus posiciones y movimientos, antes de filmar.
-La música es muy importante y funciona casi como una playlist. ¿Cuál fue la estrategia para definir las canciones?
-Muchas de las canciones que quedaron en el film ya estaban presentes a la hora de escribir el guion. Funcionaban como “señaladores” de ciertos momentos en la historia. Algunos de esos temas me recordaban momentos específicos de mi pasado, como el final de una rave, cuando estás tambaleándote en la oscuridad y buscando a tus amigos. Fue de suma importancia la colaboración de Tabitha Thorlu-Bangura, una programadora cultural de Londres que trabaja en diversas radios. La música es una parte muy importante de mi vida (también hago música) y al hablar con Tabitha decidimos que en la película las canciones debían ser casi como un lugar. Como bien decís, una playlist que definiera afectos, sensaciones, emociones. Además de hablar de una época y un espacio específicos. En cuanto a la música incidental, compuesta especialmente por Ben Babbitt y Colin Self, básicamente formamos una banda por un par de semanas. Mirábamos la película y componíamos.
-La última pregunta debe necesariamente ser de fondo y está muy ligada a uno de los temas de The African Desperate. ¿Cómo es ser una artista mujer y negra en los Estados Unidos?
-Básicamente es lo que es; esa es mi realidad. Cuando era más joven solía ser más del estilo “no me etiqueten, déjenme ser lo que quiera ser”. Lo loco es que ese tipo de pensamientos encarnan una internalización del supremacismo blanco. Soy lo que soy: una artista mujer negra. Es parte de mi experiencia. Al crecer me he dado cuenta de qué significa todo eso para mí y sé lo que es mi vida. ¿Es algo en lo cual se reflexiona todo el tiempo? No, no tan a menudo, y esa es una de las razones por las cuales hice la película. Me parecía interesante poner todas esas cuestiones sobre el racismo, el sexismo, el clasismo, de manera tal que fueran parte de la vida del personaje. Las veces que experimenté el racismo extremo en mi vida mi primera sensación siempre fue la confusión, porque no tenía nada que ver conmigo sino con esa otra persona. Así que estoy bien con la etiqueta. Es parecido a cuando me llaman artista en lugar de realizadora. Ok, está todo bien. Soy una artista que hizo una película.
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