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ESPANA: Mujeres y arte siglos XV -XVII

COSAS VEREDES

Benefactoras del arte, en el centro de la escena

El Museo del Prado, en Madrid, ha inaugurado un nuevo itinerario donde resalta la labor capital de las mujeres en el patronazgo y la promoción de muchas de las obras maestras que hoy componen sus colecciones, centrándose en un período que va del siglo XV hasta el XVII. 

La infanta Catalina Micaela, de Alonso Sánchez Coello, y La reina Ana de Austria, de Bartolomé González. PH Javier Lizon (EFE)
La infanta Catalina Micaela, de Alonso Sánchez Coello, y La reina Ana de Austria, de Bartolomé González. PH Javier Lizon (EFE)

“Sin María de Hungría no tendríamos el Descendimiento de Rogier van der Weyden. Sin Cristina de Suecia, las tablas de Adán y Eva de Durero. Sin Isabel Clara Eugenia, la serie de los Cinco sentidos de Rubens y Brueghel el Viejo. Sin Isabel de Farnesio, El Buen Pastor de Murillo. Sin doña María de Aragón, el retablo mayor del Colegio de la Encarnación del Greco…”, ofrecen desde las filas del Museo del Prado, en Madrid, donde justamente están honrando hoy día el rol decisivo que las mujeres han desempeñado en la formación de sus colecciones. Fueron ellas quienes promocionaron, coleccionaron e inspiraron algunos de los trabajos más notables de la institución. Porque, tal cual se subraya, no solo es muy notable el número sino la importancia de los cuadros y esculturas, auténticas obras maestras de la historia del arte.

“El papel de estas reinas, princesas y aristócratas lo resume el director de la pinacoteca, Miguel Falomir, al recordar que si se retiraran de las salas todas las obras encargadas o adquiridas por mujeres, la calidad del museo decrecería de manera alarmante”, comparte el rotativo El País, que asimismo advierte que El Prado lleva años dando merecido protagonismo a grandes artistas como Clara Peeters, Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana… “Lo que hasta ahora no se había abordado es el relevante papel de quienes fueron las promotoras artísticas de las que acabaron siendo colecciones del museo”.

“Visitantes pasean por las salas sin reparar en que algunas de sus piezas más emblemáticas son fruto de un patronazgo en femenino”, se escucha en el tráiler que invita a conocer El Prado en femenino, tal el nombre que le han dado entonces a este flamante itinerario, montado en colaboración con el Instituto de las Mujeres del Ministerio de Igualdad para explicar quiénes fueron ellas, qué labor desarrollaron, cuál es su relación con las colecciones de la galería…

En total, son 32 las obras que componen la recorrida, que cuenta con la curaduría de una especialista en el tema, Noelia García Pérez, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, encargada aquí de seleccionar desde piezas devocionales hasta escenas mitológicas, también retratos con clara intencionalidad política. Varios de estos trabajos permanecían en los almacenes del Prado y fueron “desempolvadas” para la ocasión, enriqueciendo una propuesta que -dicho está- celebra a patronas de las artes, coleccionistas y mecenas, de mediados del siglo XV hasta el primer tercio del siglo XVII. O dicho de otra manera, desde Isabel la Católica hasta Isabel Clara Eugenia.

Descendimiento de Rogier van der Weyden

En un documental preparado por El Prado para la ocasión, disponible vía YouTube, la historiadora Palma Martínez-Burgos García, docente de la Universidad de Castilla-La Mancha, cuenta que “con el humanismo da comienzo una nueva forma de coleccionar y surgen nuevos conceptos como el de la magnificencia, la memoria, la fama, que ya habían sido acuñados por el mundo clásico, por Ovidio, pero que fueron difundidos en el siglo XV por Petrarca, por Dante. Era una manera de garantizar la perpetuidad de la memoria y garantizar también la inmortalidad más allá de la muerte”. Indica Palma que es en este contexto en el que surge la figura de Isabel la Católica, “reina de Castilla desde 1474, cuando las tropas castellanas capitaneadas por su esposo, el príncipe don Fernando, vencen en la batalla de Toro a las tropas que defendían los derechos dinásticos de Juana, hija de Enrique IV, hermanastro de Isabel”.

“Al haber accedido al trono tras una guerra civil, todo su interés de coleccionismo y de patrocinio obedece a unos objetivos políticos, religiosos, dinásticos y lógicamente de promoción personal”, aclara la experta, y agrega que, además de abrir camino para sus sucesoras, la gobernanta compraba libros ricamente iluminados, finas telas, piezas de platería y orfebrería, tapices, y cuadros, por supuesto, interesándose especialmente por autores flamencos como el pintor Hans Memling.

La infanta Isabel Clara Eugenia ante el castillo de Mariemont. Hacia 1615. Pedro Pablo Rubens y Jan Brueghel el Viejo.

Para la periodista española Ángeles García, por su parte, en la recorrida hay dos benefactoras que se destacan por encima del resto: María de Hungría e Isabel Clara Eugenia. Sobre cuyas vidas, anota que “tras la muerte de su esposo, Luis II, María fue regente de Hungría en nombre de su hermano Fernando I hasta junio de 1527, y gobernadora de los Países Bajos desde 1531 hasta 1555. Isabel Clara Eugenia fue princesa soberana de estos últimos territorios entre 1599 y 1621 junto a su esposo, el archiduque Alberto, y ya viuda ocupó el puesto de gobernadora hasta su fallecimiento en 1633”. Observa García que ambas mujeres sacaron provecho de “su destacada posición política y la autonomía que les otorgaba su condición de viudas para afianzar su autoridad y mantener sus redes de influencia, pero también para formar dos de las colecciones artísticas más destacadas del Renacimiento europeo”, y señala que algunas de las obras y proyectos arquitectónicos que comisionaron fueron sumamente útiles para definir su función y posición en la corte y, al mismo tiempo, proyectarlas en la escena política internacional. Nótese, por cierto, que María de Hungría llegó a ser la propietaria que más Tiziano tuvo en su dominio, por encima incluso que los mecenas italianos del pintor veneciano.

Por cierto: organizar El Prado en femenino le ha venido de perlas a la curadora García Pérez para revisar y corregir algunos carteles y textos explicativos que, hasta ahora, acompañaban a algunas piezas exhibidas. En pos de sintonizar con el espíritu del época actual, ha quitado algunos “esposa de” cuando no venía a cuento, haciendo hincapié en el propio poderío de ellas, mencionando obviamente su rol como coleccionistas, promotoras, mecenass. Increíblemente aún permanecía una descripción en el retrato que Antonio Moro hizo de María Tudor que rezaba: “Aunque guarda el decoro propio de su rango, no disimula sus rasgos poco agraciados y los embellece con su pincel minucioso y la riqueza de su color”. Descripción que evidentemente ha volado… 

María Tudor, reina de Inglaterra. 1554.  Antonio Moro

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