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CABA Recuerdos con gusto a tango

Por Enrique Medina

“Mi Vida Junto a los Grandes del Tango”, de Atilio Talín; es un hermoso libro publicado por “Catálogos” del prestigioso editor Horacio García. El primer mérito de la obra, es que su lectura provoca una inmensa empatía. Pocas veces el lector consigue meterse en las páginas que va leyendo, formar parte del libro, y hasta sentirse un personaje involucrado o un protagonista más, debido a que, por un pase mágico de las manos que lo sostienen, se comprueba que, en realidad, y con diáfana libertad, se lo está coescribiendo. Claro, hay complicidad manifiesta. Se está hablando de una misma pasión: el tango. Dentro de la cálida cabalgata que se propone, el autor disfruta el privilegio de la honda amistad valorada junto a los máximos creadores de este arte musical. Con entusiasmo, al mismo tiempo que se disfruta la lectura, se agradece la gracia de que, con el lápiz amigo, se puedan anotar los propios recuerdos en los márgenes del papel. Hay dedicatorias de músicos históricos. Horacio Malvicino, expone: “Disfrute entonces el estimado lector que se acerque a conocer las aventuras de mi gran amigo Talín junto a los “capos” de nuestra música tan querida. Él, que tuvo la oportunidad de conocer a fondo la incomparable noche porteña”. Por su parte Atilio Stampone, agrega: “Muy pocas personas han tenido el privilegio de convivir desde su juventud con los más grandes maestros de nuestra música y disfrutar de su confianza y amistad. Todos los tangueros debemos celebrar la aparición de este libro”. 

“Mi Vida Junto a los Grandes del Tango” se divide en dos partes. En la primera el autor nos pasea por las principales épocas del tango, en la que él mismo tiene una actuación destacadísima. En la segunda, con autoridad y pleno derecho, el dueño de las páginas es Astor Piazzolla. El autor Atilio Talín nos pinta con sumo aprecio los nombres grabados a fuego en el cielo de este arte musical, y al mismo tiempo los sentimos cercanos, como simples vecinos de un barrio popular. Hasta Borges, con sus inocentes ironías, pisa fuerte en el recuerdo, llamándolo “Pianola” a Astor. Las peripecias entre ellos son maravillosas. Hay memoria, evocación y sucesos deliciosos. La anécdota de Troilo reconociendo haber copiado tres compases de otro tango, es un detalle estupendo. Lo mismo cuando los ladrones de autos se enteran que, sin saberlo, se habían atrevido con Juan D´Arienzo; de inmediato devuelven el auto robado, pero, como estaban llenos de culpa, antes hacen pasar el vehículo por el mejor lavadero de autos. El mismo atractivo tiene la llegada a Buenos Aires del trompetista Dizzy Gillespie a la Boite de Fresedo. Podemos agregar que Dizzy y sus músicos habían sido alojados de apuro en el Hotel Continental porque en el Alvear no lo habían aceptado. Vestido de gaucho y montado a caballo, el trompetista se paseó por Buenos Aires antes de ir a grabar con Fresedo. Jocoso es el momento en el que Floreal Ruiz le dice a Troilo que lo dejará porque Francisco Rotundo le iba a pagar mucho más; y cuando Troilo escucha la cifra, le responde: “preguntale si no necesita un bandoneón” … Además, hay versiones de cómo Eva Duarte logra sentarse al lado de Perón en el Luna Park. El arco va desde Roberto Galán hasta el amigo de Perón, Domingo Mercante. Es triste saber que alguna vez, el destacado Alfredo Gobbi trabajó “a la gorra”. Se habla del Julio Sosa guapo y bravo; Osvaldo Pugliese, Nelly Omar, Horacio Salgán, Fangio, Quinquela Martín, la genial Eladia Blázquez, Tita Merello, Amelita Baltar, María Graña, José Ángel Trelles, Raúl Lavié, Daniel Riolobos… También está Carlos Di Sarli, a quien se le había creado fama de “mufa” porque le faltaba un ojo. En realidad, la fama de mufa se la hizo Julio Jorge Nelson, la “viuda” de Gardel, porque alguna vez se cruzaron mal. Una versión seria afirma que Di Sarli le había prometido ser glosador de la orquesta y no le cumplió. Se menciona a Cadícamo y a su hija Mónica con el cabello hasta la cintura cantando tangos del padre en televisión, todo el mundo enamorado de ella. Figuran Canaro, Mores, Antonio Carrizo, Hugo Guerrero Marthineitz, Miguel Ángel Merellano, Carlos Rodari, Ernesto Sábato, la “negra” Egle Martin, y otros. En la segunda parte se amplía el libro donde Piazzolla es la única estrella. Miles son las historias. Y como de tango se trata, imposible dejar de lado el fútbol que es la otra pasión popular. Se plasman los nombres inmortales de “la máquina de River”, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna… Tierno es el retrato de Goyeneche. Este lector aún lo ve retirándose del Teatro San Martín, donde el maestro Aníbal Troilo estaba siendo velado. El Polaco se retira terriblemente conmovido, casi exangüe, repitiendo sin cesar: “Se fue sin avisarme, no me avisó, no me avisó, se fue sin avisarme”. Se marcan con simpatía algunos desencuentros entre los músicos. Así mismo el autor recuerda al amigo concertista de piano, Pablo Schiaffino, cuando formó el cuarteto de tangos, llamado “Don Atilio”. Posiblemente este Don Atilio haya sido un tío, un pariente de Osvaldo Pugliese a quién éste le dedicó un tango con ese nombre, grabado en un disco de 78r/m, donde, del otro lado de la placa, un jovencito Alberto Morán cantaba “El mate amargo”. Finaliza Atilio Talín este espléndido libro, bellamente ilustrado con fotos que acompañan la letra, asegurando que, en el año 3000, Piazzolla, (a quien algunos torpes llamaron asesino del tango) seguirá siendo el genial y “Triunfal” Astor, quien desde hace más de medio siglo nos viene anunciando: “Prepárense” para “Lo que vendrá” …

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