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Cartier Bresson no es un reloj |
Nov 28, 2018
La imagen me cautivó desde el primer momento en que la vi. Es de esas fotografías que los ojos recorren con una combinación extraña de admiración, avidez y calma. Me parecía, y me parece,
simple y maravillosamente perfecta: la situación y las poses de los diferentes sujetos, las sombras, los contrastes entre las luces y las sombras, las geometrías… Y la calma que transmite. Para mí es tan perfecta que casi duele, incluso parece escenificada. Pero no lo es. El momento es real, espontáneo, y la fotógrafa capaz de captarlo fue la belga
Martine Franck, fallecida en 2012 a la edad de 74 años, con una larga trayectoria llena de grandes fotografías.
Su nombre y su obra, sin embargo, no son excesivamente conocidos, quizás porque no pocas veces se han referido a ella simplemente como “la mujer de
Henri Cartier-Bresson“. Pero
Martine ya era una fotógrafa consolidada cuando conoció al francés y la instinto fotográfico y calidad de sus imágenes fueron una constante durante toda su carrera.
Hong-Kong. Kai Tak East, Refugee Camp organised by caritas. Vietnamese refugees: 4 generations.
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FRANCE. Paris. 1st arrondissement. Louvre Museum. Tactile gallery. 2007.
La foto de la piscina del arquitecto Alain Capeilleres es una de sus imágenes más conocidas. La tomó en Le Brusc, Francia, y ella misma cuenta
la casualidad que la llevó a sacarla:
Esta foto la saqué en el verano de 1976. La Fondation Nationale de la Photographie me había concedido una beca para fotografiar a los franceses en vacaciones. Me dirigía a hacer fotos a un festival de pop y rock en Le Castellet y decidí hacer un alto en el camino para saludar a Alain Capeilleres, un arquitecto amigo mío.
Sabía que Alain acababa de construirse una piscina, me había hablado del proyecto el año anterior y me emocionaba poder verla. Me saludó diciendo que un fotógrafo italiano acababa de venir a hacer fotos para una crítica en una revista arquitectónica y me invitó a bajar a la piscina y darme un baño.
Martine Franck. Foto: Henri Cartier-Bresson.
Cuando bajé vi a un par de personas haciendo ejercicios y una hamaca que estaba vacía.
Todo sucedió muy rápido.
Foto: Martine Franck.
Intenté dar con el mejor ángulo. Había una toalla a la izquierda de la hamaca y un bañador a la derecha que me molestaban. Luego Lucie, la esposa de Alain, llegó con su sombrero para el sol y saludó a uno de los jóvenes que estaban en la piscina. Unos segundos después, otro niño se subió a la hamaca. Cambié de ángulo, pero la imagen ya no era la misma. Llevaba una película Tri X montada en mi cámara y recuerdo claramente cuánto me preocupaba que el resplandor del sol de mediodía de agosto fuera demasiado fuerte.
Tenía el diafragma a f.16 y estaba disparando a una milésima de segundo, pero sabía que, aún así, la imagen saldría sobrexpuesta. Sin embargo, lo más importante era que sabía que ahí tenía una foto.
Miré los contactos y la decisión final fue fácil. Descarté la 18a por la toalla de la izquierda, las figuras del fondo se veían difusas y yo había encuadrado la imagen demasiado cerca de la sombra de la hamaca.
La 16a era una posibilidad, pero habría tenido que cortar el traje de baño que aparecía a la derecha, algo que preferí no hacer, y el hombre que hacía flexiones en el fondo estaba en una posición menos interesante que en la 17a. Así que la toma que transmitía todo con más intensidad y concisión era, en mi opinión, la 17a.
La imagen final es una auténtica maravilla que combina
el gusto por la geometría y la elegancia con la captura de un instante efímero y único en el tiempo.
En primer plano, las curdas que componen la hamaca
proyectan delicadas sombras en un suelo de azulejos cuadrados, donde tejen un binomio geométrico único. Al mismo tiempo, el propio suelo sobresale y contrasta enmarcado por la pendiente oscura y ondulada del fondo.
Recorte del primer plano de la foto de Martine Franck.
Las tres figuras principales de la imagen
parecen absortas cada una en su propio mundo: el niño reclinado en la hamaca, en primer plano, ocupa gran parte del campo visual; en segundo plano, y junto a una gran esfera blanca, una mujer aparece tumbada sobre el suelo, al sol, con un brazo apoyado en la frente; a su derecha, un poco más cerca, un hombre ejecuta una
postura de yoga. Al fondo, en la parte superior izquierda de la imagen, dos niños juegan en otra hamaca.
Se trata de una fotografía elegante, sutil y completa.
Lo tiene todo y todo en perfecta armonía: momentos únicos, instantes efímeros, líneas, geometrías, estética, diferentes planos visuales y de contenido, sujetos e historias que se diferencian y se complementan al mismo tiempo… Una foto que seguro que al mismo Cartier-Bresson le hubiese gustado sacar.
Recorte de la parte superior de la fotografía de Martine Franck.
De joven era tímida y me di cuenta de que la fotografía era una forma ideal de decirle a la gente lo que está pasando sin tener que hablar.
Pero la timidez no era su único rasgo distintivo, también lo era el orgullo, algo de lo que tuvo que echar mano en la difícil tarea de convivir con la alargada sombra de su marido, Henri Cartier-Bresson,
30 años mayor que ella y toda una leyenda viva de la fotografía cuando ambos se casaron.
Martine Franck y Henri Cartier-Bresson. Foto: Claire Yaffa.
Franck tampoco cayó en la tentación de beneficiarse profesionalmente de la figura del maestro francés. Prueba de ello es que
llegó a cancelar una exposición individual que iba a hacer en Londres porque en las invitaciones se anunciaba como gancho la presencia de Cartier-Bresson en la inauguración de la misma.
También él se las arregló para mantener las distancias siempre que tuvo la ocasión. En una cena llevada a cabo en 1983 con motivo de una exposición de fotografías de Martine, una mujer preguntó a Cartier-Bresson a qué se dedicaba, a lo que éste contestó:
‘Oh, solo soy el marido de la artista’.
https://www.cartierbressonnoesunreloj.com/la-historia-tras-la-gran-foto-de-martine-franck-que-a-su-archifamoso-marido-le-hubiese-gustado-sacar/
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