Contra la violencia contra las mujeres;.días 12 y 13.
Fundamentalismos
religiosos y violencias machistas, complicidades en red
Por Lirians
Gordillo Piña /
Foto: Cortesía
de la entrevistada.
El
patriarcado y las violencias machistas están en la base de los
fundamentalismos religiosos. De manera cómplice, esas violencias
suelen articularse en las comunidades de fe, el barrio, la familia y más
recientemente en las redes sociales tejiendo agresiones simbólicas
que repercuten en la vida real.
Yuliet Teresa Villares Parejo lo sabe porque ha sido blanco de esos discursos
que condenan la diversidad sexual, a la vez que relegan a las mujeres
a la subordinación.
La joven editora y activista reflexiona sobre cómo los fundamentalismos
religiosos impactan los derechos, el bienestar espiritual, la salud física
y mental de las personas de fe sexo-género diversas. “Sobrepones
el daño personal por ese bien mayor, esa causa mayor que te da
fuerzas para levantarte a diario”.
¿Crees que el fundamentalismo
religioso genera algún tipo de violencia machista? ¿Cuáles
y por qué?
Los fundamentalismos religiosos, en plural, no solo generan violencia
machista, sino que esa violencia machista está signada por una
violencia espiritual.
Hablaré desde mi experiencia. El fundamentalismo cristiano produce
exclusión y separación; te aparta no de la fe, pero sí
de la comunidad de fe en tanto seas diferente. El sistema machista y patriarcal
que fomenta el fundamentalismo te excluye cuando eres diferente, eres
negra y tienes una orientación sexual no heteronormativa, una identidad
sexual diferente a la cisgénero.
Entonces, no solamente genera violencia machista, sino una violencia espiritual
sistemática porque, cada vez que intentes —como ha sido mi
experiencia— marcar un camino o actuar de manera diferente, te excluye
y te condena.
Incluso en términos cristianos te marca como pecadora, en tanto
no cumples con la interpretación de sus cánones bíblicos.
Esa misma violencia machista y espiritual hace que todos los textos bíblicos
sean interpretados en tu contra y tienes que salir de los espacios en
los que convives.
¿Cómo afectan estas
posturas a las personas de fe? ¿Te ha pasado?
Por su puesto, esto afecta la salud emocional de cualquier individuo,
no te puedo hablar de otras experiencias en cuanto a fundamentalismos
religiosos porque no las he vivido, la que me ha tocado la carne y el
cuerpo ha sido a partir del fundamentalismo cristiano.
Vengo de una tradición metodista, la denominación de fe
que más ha estado a la vanguardia, desgraciadamente, de esas posturas
radicales fundamentalistas.
Soy una mujer lesbiana y crecer en una iglesia cristiana y descubrirme
una mujer lesbiana, pues rápidamente me separó y me signó
como pecadora. Que alguien sea pecadora en el contexto de una iglesia
significa que tienes que separarte de tus amigos, amigas y de tu comunidad
de fe.
Tal vez para otras personas no, pero para quienes crecimos en el Evangelio,
la comunidad y vivir en comunidad es importante. Cuando los fundamentalistas
empiezan a actuar, te consumen porque no logran entender ni aceptar las
diferencias. Creo que ese es un eje central, un hilo conductor: no aceptan
la idea de que seas diferente.
Si no estás en el molde en el que todo el mundo tiene que vestirse,
pensar igual, tener línea política igual, pues te afecta.
Y hablando de líneas políticas, por ejemplo, hay iglesias
--no estoy diciendo que sean todas o una mayoría-- donde desgraciadamente
la línea política es de derecha y cuando tú, además
de ser negra, eres lesbiana y tienes una línea política
de izquierda, pues es como el colmo de los colmos.
Entonces te marcan y te violentan. En mi experiencia, creo que todavía
no he terminado de procesar todo, pero es muy duro y doloroso ver que
la gente que creció contigo te vire la cara, te dé la espalda
por el hecho de pensar y ser diferente. Es triste y muy fuerte saber que
no perteneces a algo, o que ese lugar al que perteneces se fue, te abandonó.
Las redes sociales son tal vez es el lugar donde la gente no tiene freno y están muy claras las posiciones en las trincheras, digamos. Cada vez que apuestas por una forma de pensamiento feminista y no conservadora, te atacan y, en mi caso, he reconocido gente puntual que, cuando posteo algo, enseguida me ataca.
Hace poco escribí un artículo para la revista Q de Cuir, que es abiertamente afirmativa para las personas LGBTIQ, sobre la historia de una muchacha con quien conviví tiempo en la iglesia y a quien exorcizaban junto a un amigo para que “el espíritu homosexual” se fuera. Conté la historia porque los exorcismos son de la Edad Media y hay que visibilizar esa violencia espiritual que se perpetúa, manifiesta y ejerce constantemente en los pequeños nichos, las pequeñas comunidades, las casas, los hogares. Me parecía importante denunciar esas violencias.
Entonces, desde el momento en que se publicó ese trabajo, comenzaron a decir que era mentira e intentaron desacreditarme. Y eso es muy duro. Incluso, puedes reconocer a líderes de opinión que hacen capturas de pantalla y te satanizan. Y una vez que te satanizan, sabes que no hay vuelta atrás y que tu lucha comienza a pasar por la mente y el cuerpo.
A mí me ha dolido todo el cuerpo, porque no te violentan con un piñazo o un golpe, pero sí con la desacreditación, la marginación, la exclusión; intentan hacerte sentir mal porque estás, de alguna manera, influyendo el criterio de otros.
Te atacan incluso por ser mujer, “porque la mujer no debería pensar así” o porque “la mujer no es cabeza, es complemento”, te dicen partiendo de la interpretación errada de la Biblia. Te hacen sentir inferior.
Quiero destacar algo importante: en las redes sociales puede ser que quien te ataca tú no lo conozcas, pero los fundamentalistas son tus vecinos, es la persona que ha caminado contigo parte de tu vida y esos son los que duelen. Porque una se pregunta: cómo esas personas que te conocen pueden decir que hay pecado, maldad o falta de piedad en nuestra causa. Cuando esa gente que es cercana a una empieza con el discurso de odio, tienes que sentirte mal, muy mal.
Sobrepones el daño personal por ese bien mayor, esa causa mayor que te da fuerzas para levantarte a diario. En ocasiones me he tenido que retirar de las redes, no por miedo o falta de valentía, sino por el desgaste espiritual que se genera. Entonces una tiene que retirarse, tomar fuerza y seguir, porque la constancia de la violencia te exprime el corazón y te hiere.
La única manera en la que una puede levantarse y seguir es reconociendo que esta lucha no es personal, no es exclusiva mía, sino que es compartida y hay un montón de gente que está apostando por lo mismo. Es, además, una causa justa; es por un bien mayor y hay gente también que te da ánimo
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