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Nicolas de Condorcet: el marqués revolucionario y feminista

Nicolas de Condorcet: el marqués revolucionario y feminista

Contemporáneo y colega de Rousseau, Voltaire y Diderot, Condorcet participó en la Enciclopedie

Las ideas de Nicolás de Caritat, Marqués de Condorcet, formuladas hace más de doscientos años, influyen en nuestras vidas. Contemporáneo y colega de Rousseau, Voltaire y Diderot, Condorcet participó en la Enciclopedie, el primer intento de resumir en una sola obra todo el conocimiento de una época. Además, los Enciclopedistas crearon el clima intelectual que desembocó en la Revolución Francesa, pero la mayoría no llegó a ver el efecto de sus ideas. Condorcet fue una excepción a esta regla. Vivió la revolución como protagonista y, por desgracia, también fue una de sus víctimas. 

Nacido en 1743 en una familia de la aristocracia abrazó la igualdad y la libertad. Fue feminista cuando la inferioridad de la mujer era considerada natural, además de matemático, político, testigo del derrumbe de sus sueños y optimista hasta el final. Él y su mujer pidieron el divorcio, motivados por amor. Todo eso cabe en su agitada vida.

Los enciclopedistas

Su primera vocación fue la matemática y participó en la Enciclopedia escribiendo mayormente sobre este tema. Trabó amistad con Voltaire y Jean Le Rond DÁlembert, matemático y uno de los impulsores principales de la Enciclopedia.

Los Enciclopedistas además de recopilar conocimiento, cuestionaron muy profundamente los preconceptos de su época. En el antiguo régimen había dos clases de personas: los aristócratas, cuya prerrogativa era mandar; y los plebeyos, con obligación de obedecer. Las clases eran hereditarias y el rey mandaba sobre todos en forma absoluta.

Frente a esto, los Enciclopedistas abogaban por la igualdad y la libertad, y consideraban que, para organizar la sociedad, los hombres delegaban libremente el poder en algunos de sus iguales.

Condorcet abrazó estos ideales a fondo, incluida la igualdad de la mujer, en contra del consenso de época que, como Rousseau postulaba, debía estar al servicio del hombre. Un par de mujeres excepcionales, Olympe des Gouges, autora teatral y Sophie de Grouchy la joven esposa de Condorcet debatieron y escribieron también sobre los derechos de la mujer, aunque ninguno de ellos tuvo gran repercusión entre sus contemporáneos.

Todavía en tiempos de la monarquía, Condorcet abogó por los menos iguales de todos, los esclavos de las plantaciones de Haití, la mano de obra del azúcar, el negocio más rentable del momento.

Cuando el rey llamó a los Estados Generales, Condorcet participó activamente en  política, defendiendo sus ideas de igualdad y libertad. Diseñó políticas educativas para el nuevo régimen y luchó exitosamente para dictar leyes para abolir la esclavitud. Impulsó, sin éxito, la participación plena de la mujer y la educación igualitaria para ambos sexos. Propuso modificaciones en impuestos y catastro siendo un miembro influyente y activo en la revolución que iba avanzando.

Momentos agitados

Después de la toma de La Bastilla, el pueblo fue mucho más allá de las tibias reformas que esperaba el rey. Se llamó a una Asamblea Constituyente, donde Condorcet fue electo y se alió a la fracción moderada, los Girondinos.

Eran tiempos turbulentos y peligrosos. Fuera de Francia, los nobles estaban reuniendo ejércitos para recuperar el poder. La sedición se pagaba con la muerte y los revolucionarios lo sabían. Nadie podía darse el lujo de rendirse y esperar clemencia.

Por eso, la moderación girondina era una opción poco atractiva. Cuando se llegó a juzgar al rey, Condorcet y muchos girondinos votaron contra la pena de muerte, aunque a favor de la destitución. Robespierre, Danton y Marat, del grupo jacobino, abogaron por la guillotina para Luis XVI. Este secor terminó imponiendo su criterio e inauguró la época del Terror.

En 1794, un grupo de 21 girondinos fue arrestado, juzgado sumariamente y ejecutado. Ser considerado enemigo, o aún adversario de Robespierre, era sentencia de muerte. Condorcet lo sabía y alcanzó a refugiarse en casa de un amigo donde vivió oculto en un altillo por meses.

La obra de su vida

Perseguido por sus antiguos colegas de la Asamblea, encerrado y con el temor de ser arrestado en cualquier momento, optó por dejar por escrito sus ideas y su visión de la historia humana. El “Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano” resultó su obra más influyente. Allí reafirma su fe en la posibilidad de perfección del ser humano, y hace una historia abreviada de la humanidad. Es un alegato en contra de la superstición y la religión tal cual se la practicaba en su época, aunque defiende la libertad de cultos. Entiende la historia como un progreso que no tendría límite una vez que se destruya la superstición y cuando la educación, la racionalidad y la libertad se vayan esparciendo en todo el mundo.

Su mujer lo visitaba en el encierro, pero de común acuerdo y por resguardar a Sophie, pidieron el divorcio. En un momento, temiendo ser denunciado, Condorcet intentó buscar refugio fuera de la ciudad. Sin embargo, fue descubierto y detenido en Bourg la Reine, cerca de París. A los dos días apareció muerto en su celda, y se debate si fue suicidio o asesinato político. La defensa de los ideales de libertad e igualdad en sus trágicas circunstancias subrayan el temple y la tragedia de Condorcet. Cuatro meses después de su muerte, Robespierre moría en la guillotina y pasaba lo peor del terror.

Como ideal, la igualdad de los hombres ha triunfado, plasmada en la Declaración de los Derechos Humanos, al cual adhieren todas las Naciones Unidas. La idea de que el poder emana de todos sigue siendo el paradigma actual. Condorcet lo expresaba así:

 "Los derechos del hombre resultan únicamente de que son seres con sensibilidad, capaces de adquirir ideas morales y de razonar sobre estas ideas, y como las mujeres poseen esas mismas cualidades necesariamente tienen los mismos derechos. O no hay ningún individuo de la especie humana con verdaderos derechos, o todo individuo tiene los mismos; y aquel que vote contra el derecho de otros, sea debido a su religión, su color o su sexo, a partir de allí está abjurando de su propio derecho".

*Javier Luzuriaga es soci@ de Página/12 y físico jubilado del Centro Atómico Bariloche- Instituto Balseiro.


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