ARGENTINA: sobre Eva Perón, la mujer.
"Paco y Eva: Las vidas paralelas de Evita Perón y Paquito Jamandreu" se presenta en Los Toldos
El próximo 26 de julio se cumplen 70 años del aniversario de la desaparición física de Evita Perón. Para homenajearla, el sociólogo Adrián Melo presenta algunos fragmentos de la segunda edición de su libro Paco y Eva: Las vidas paralelas de Evita Perón y Paquito Jamandreu (Aurelia Rivera Libros) en el Museo Provincial Casa Natal de Evita en Los Toldos
"Si Evita viviera sería montonera”; “Si Evita viviera sería tortillera”; “Si Evita viviera, Isabel sería soltera; “Si Evita viviera, sería feminista”, “Si Evita viviera, ¿sería piquetera?; “Si Evita viviera, sería abortera”… Parece haber una Evita para cada época histórica, para cada lucha social…
Si Evita viviera… es un leitmotiv argentino. En efecto, la vida breve de Eva Perón, su radical labor política y su descomunal obra social desarrollada durante seis años y su muerte prematura a los 33 años, hacen a su figura pasible de múltiples apropiaciones simbólicas. Desde julio de 1952, diferentes sectores populares y del peronismo no han cesado de hipotetizar cómo hubieran mejorado sus existencias si ella hubiera sobrevivido al cáncer de útero.
A su vez, en el transcurso de su biografía, ella adoptó o le asignaron diferentes nombres que remiten a diversas identidades: Eva María Ibarguren, Cholita, Eva Duarte, Eva Durante, María Eva Duarte de Perón, Chinita, Negrita, Eva Perón, Evita, María Magistris. Esa variedad de nominaciones la hermanan con quien deviniera su modisto argentino más famoso. Aquel al que llamarían o se autodenominaría como: Francisco Vicente Jaumandreu, Paco Jaumandreu, Frank Jaumandreu, Paco Jamandreu, Paquito.
VIDAS PARALELAS
No es la única cosa que tienen en común. Tanto Evita como Paquito nacieron en 1919, en sendos pueblos de la provincia de Buenos Aires, donde fueron insultados desde sus niñeces (ella por hija natural, él por marica). Muy jóvenes, impulsados por revistas como Sintonía o Antena decidieron partir a la ciudad de Buenos Aires para huir de la injuria pueblerina y en busca de nuevos sueños: ella quería ser actriz, él diseñador de modas.
Ambos comparten también un delito fundacional: de diversas maneras fraguaron sus fechas de nacimiento. Con motivo de su casamiento con Juan Perón y para figurar como hija legítima de Juan Duarte, Evita hizo falsificar una partida que la hacía nacer el 7 de mayo de 1922 en Junín. A su vez, Paquito solía decir en las entrevistas que había nacido el 17 de octubre de 1925, una mezcla de afinidad política y coquetería. Para cerrar el debate declararaba invariablemente: “Cuando yo me levanto tengo noventa años, al mediodía a veces treinta, a la tarde bajo hasta dieciséis y en la cama siempre tengo veinte años”. En todo caso, afirmar haber nacido en otro momento o en otro lugar son estrategias para intentar ser otra/o, ser objeto de la propia creación.
Desde que se conocieron en algun mes de 1944, en el preciso momento en que la actriz Eva Duarte lo buscó para obtener sus servicios como modisto ya consagrado de las estrellas de cine en boga -ya había vestido a Zully Moreno y Elsa O’Connor, entre otras-, Paquito dotó a Evita de diferentes vestidos. Algunos soberbios, exagerando el glamour, los brillos, las pieles, las plumas y los aigrettes y otros estilos asociados a una feminidad exagerada que asimilan la figura de Eva a una drag o una travesti. Imágenes de Evita que alcanzarían su cenit en el viaje a Europa de 1947, la llamada gira del arco iris donde se vistió con diseños exclusivos de modistos europeos como Balenciaga, Rochas, Faith, Bailman y Dior. Éste último llegó a afirmar que “la única reina que vestí era Eva Perón”. Mientras tanto, la oposición resentida hablaba del mayor despilafarro del Estado argentino y había circullar volantes injuriantes por los barrios de Recoleta que hablaban de "Un carro oficial hundido en el barro y tironeado por una yegua".
De esas y de otras maneras se sucedieron las mil y una Evas de las que habla Graciela Maglie: “Desde la Evita maldita, la malvada, la resentida social, la ambiciosa de poder, la fastuosa hollywoodense, la mártir, la santa, la puente entre Perón y el Pueblo, el ángel guardián del conductor, la interlocutora válida de la clase obrera, la Evita revolucionaria, la que se vestía de reina para demostrar que también las mujeres humildes podían acceder a bienes simbólicos y la lista podría seguir…
VESTUARIO MILITANTE
Pero la imagen más perdurable que Paquito legó a Evita es la del traje sastre Príncipe de Gales, la indumentaria sencilla, militante que Evita solía utilizar para atender a los atribulados pobres en la Fundación o que reservaba para recorrer las provincias o asistir a mitines especiales como la consagración de los derechos femeninos. Fue lo que Beatriz Sarlo denominó el vestido correspondiente al cuerpo político del Estado justicialista.
Sin embargo, hay una indumentaria que Paquito creó para Eva que marca el punto cúlmine de la relación amistosa entre ambos: un vestido de raso negro, enorme pollera con corsage y largas mangas producidas en tiras delgadas de terciopelo negro, con un azabache en cada cruce. Paquito se lo diseñó para que la actriz entrara a las galas patrias del Teatro Colón el 9 de julio de 1944. Para ese momento, Evita era tan solo la amante de Juan Perón, el político más influyente del gobierno de facto y el que acumulaba los cargos de Ministro de Guerra, Secretario de Trabajo y Previsión y Vicepresidente de la Nación. Aunque Eva Duarte sabía que estaba violando las reglas no escritas de la sociedada al salir a la luz y dejar la oscuridad de cuarto de las cortesanas, seguramente no previó el rechazo sin ambages que recibió de las clases privilegiadas asiduas al Colón.
Las mujeres la recibieron con un frío glacial y murmuraciones insidiosas a sus espaldas: "esa querida, esa puta...". Sin embargo, habrá sonreído porque había algo de justicia poética en su entrada apoteósica: era la entrada de los marginados y los condenados de la Tierra a lugares de los que estaban secularmente segregados. Paquito había entrado con ella a través del vestido de su propia creación. Simbólicamente, Evita y la marica entraron juntos concientes quizás por primera y quizás única vez y -parafraseando al querido Juan Pablo Feinmann al que tanto extrañamos- de que "ser puto, ser pobre y ser Eva Perón, en este país despiadado es la misma cosa".
Evita y los putos peronistas: la amistad con Miguel de Molina
Según relata Miguel de Molina en su autobiografía, Botín de guerra, tras unas apariciones en el Teatro Avenida de Buenos Aires, en agosto de 1943, la policía prohibió su actuación y fue obligado a irse de Argentina, despojado de sus bienes e interceptado en la cárcel de Devoto hasta poder concretar su exilio forzado. El periodismo local de la época utilizó subterfugios para criticar la ambigüedad sexual del artista en sus representaciones, “la voluptuosidad y el exhibicionismo del amor que no osaba decir su nombre” y que para Noticias gráficas “ofenden el sentimiento público”. Se lo acusó asimismo de organizar orgías multitudinarias con muchachos, cargo que el artista desmintió. Para Juan José Sebreli, en ese momento adolescente que ya sentía deseos eróticos por otros varones, el incidente del cantante español fue traumático, como una versión local del caso Oscar Wilde
Tras la ascensión al poder del peronismo, de Molina le escribió directamente una carta a Eva Perón expresándole su deseo de volver a trabajar a Buenos Aires y ella se ocupó personalmente de facilitar los trámites de reingreso al país del deportado artista español. Miguel y Evita se conocieron personalmente en el palacio Unzué en 1947 y el cantante quedó impresionado por el magnetismo de la joven primera dama y por el vaporoso vestido que vistió para la ocasión.
A pedido de Evita y en compensación por los servicios recibidos, Miguel de Molina participó de los festejos oficiales del día del trabajador de ese año y meses después, el 12 de diciembre, cantó en la residencia presidencial para el matrimonio Perón con motivo del primer aniversario de los contrayentes. Lo mismo hizo en otras ocasiones en las cuáles un animado Perón le había pedido particularmente canciones de su repertorio tales como La otra.
De Molina nunca olvidó el favor y llegó a repartir junto a Evita juguetes a hijos de obreros y sindicalistas según consta en fotografías de la época. Evita y Miguel de Molina se vieron por última vez en la oficina de la Fundación Eva Perón en septiembre de 1951. En esa ocasión ya enferma de cáncer y presintiendo la fatalidad, Evita le habría dicho: “Miguel, no se olvide de lo que le dije una vez. Si yo no estoy, y usted sufre alguna injusticia, siempre habrá un peronista que lo ayude”.
El libro Paco y Eva se presenta el viernes 29 de julio a las 19 en el Museo Provincial Casa Evita de Los Toldos, Eva Perón 1025, con Claudia Bracci, Daniela Rodríguez y Adrián Melo.
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