CHILE: Julieta Kirkwood: “Democracia en el país, en la casa y en la cama”
El mundo entero ha tomado conciencia de las miles de voces silenciadas en la dictadura militar dirigida por Augusto Pinochet, sin embargo, la presencia de las mujeres ha sido algo menos visibilizado, pues la historia oficial no ha hecho justicia a la memoria femenina.
En ese sentido, en un nuevo mujeres inolvidables, el especial semanal en donde destacamos las importantes hazañas de mujeres chilenas de la historia y el presente, visibilizamos el impacto de Julieta Kirkwood, militante y académica cuyo legado se ha transformado en un pilar de las reivindicaciones feministas chilenas y latinoamericanas.
A comienzos de los años setenta, Julieta Kirkwood se presentaba como parte de las primeras generaciones femeninas en obtener educación superior, logrando obtener el título de socióloga y politóloga. Sin embargo, las inquietudes sobre el feminismo y el camino hacia la autonomía de las mujeres, la consolidan también como historiadora, pues antes de ella, no existía una historiografía de las mujeres en Chile.
En este sentido, la filósofa Francesca Gargallo, en “Antología del pensamiento feminista nuestro americano”, se ha referido a ella como uno de los referentes del feminismo local. “Sus aportes son un sostén de la teoría continental, sea por su originalidad y su fuerza, o por la influencia que ha ejercido sobre el pensamiento de las feministas de otros países de nuestra América”.
Kirkwood comenzó un amplio trabajo de investigación en la búsqueda de los primeros símbolos feministas chilenos, llegando a visibilizar el rol de las mujeres pobres de 1913 que enfrentaban un injusto y difícil pasar debido al abuso que conllevaba la economía salitrera en el norte del país.
“Esta movilización de las mujeres de la Pampa, su entusiasmo en propagar la buena nueva de la emancipación en conexión con los partidos de izquierda y con los partidos proletarios, protestarios, que a su vez, daban su lugar a la mujer, que reconocían su condición más oprimida que la del propio trabajador, en fin, toda esa dimensión de feminismo progresista que plantea ya en 1913 en términos precisos el problema de la opresión de la mujer, ¿cómo llega, a pesar del proceso de desarrollo político, a olvidarse de sí misma?”, señala en “Tejiendo rebeldías : escritos feministas de Julieta Kirkwood”.
En la década de los 60, demostró su profunda vocación para comprender en las sociedades latinoamericanas las características de las luchas de las personas en su conjunto, en oposición al Estado y la burguesía.
En este sentido, la autora se enfocó tenazmente en la historia de las mujeres y principalmente sobre su organización y sus conformaciones en relación con la política, con el objetivo de demostrar que este fenómeno no era algo novedoso en el país y que se encontraba oculto en la historia chilena.
En el camino transitó en la problemática de las mujeres populares en específico, porque las percibía como sujetos de una doble opresión que impactaba sus cuerpos y subjetividades.
“Son las más sometidas, las más sojuzgadas, en tanto mujeres. El machismo es mucho más brutal, mucho más burdo, mucho más grosero y más criminal incluso, en los sectores de mujeres populares que en nosotras: ellas están más discriminadas, tienen menos acceso a la educación, al trabajo, a la cultura, al estudiar siquiera; o sea, a ser medianamente personas”, manifiesta en su coescrito “Sociedad burguesa y liberalismo romántico en el siglo XIX”.
En esta línea Kirkwood se encaminó en varias de sus investigaciones bajo una teoría socialista, lo que quedó evidenciado en “El cambio Social Total y con el cambio de la vida cotidiana, esto es: socialismo y feminismo” (1987).
Julieta Kirkwood fue miembro del Círculo de Estudio de la Mujer, parte de la actual Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Este Círculo estaba integrado por varias académicas e investigadoras relevantes de la época, que utilizaban este espacio para estudiar, analizar y debatir sobre la identidad femenina, los roles de género y la realidad de la mujer chilena. Tras el golpe de Estado, la organización fue expulsada de la Universidad y se dividió en dos grandes entidades independientes que se convirtieron en íconos de la segunda ola feminista: el Centro de Estudio de la Mujer y La Morada.
Durante la dictadura, Julieta Kirkwood escribió varios libros acerca de la problemática de la mujer chilena y el feminismo, entre los que destacan: Tejiendo rebeldía (1987), Feminarios (1987) y Ser política en Chile: Las feministas y los partidos (1982). Obras que hoy son indispensables en los cursos e investigaciones sobre feminismo chileno y latinoamericano.
Esta última obra, representa uno de los enfoques más prioritarios del feminismo según la autora, y en general, los temas expuestos se relacionan con sus investigaciones políticas y sociológicas, que van desde la participación de la mujer en la política, los problemas de identidad y género según los diversos sectores sociales hasta, por último, la historia del feminismo en nuestro país.
Por otro lado, es importante destacar que Kirkwood trata algo bastante particular en su obra, puesto que sus trabajos son considerados como “investigación-acción”, lo que tiene como objetivo apuntar a lo mediato de los movimientos sociales, pero también a lo inmediato de la construcción de teoría, discusión académica, etc. Estas características cobran valor en una época donde el feminismo de la academia se contrapone en varias ocasiones al feminismo de las calles.
No hay democracia sin feminismo
Uno de las problemáticas que vislumbró en el feminismo de la época fueron los “nudos de las feministas”, que eran dos situaciones que aún no tenían respuesta en las organizaciones.
En su publicación “Ser política en Chile: los nudos de la sabiduría feminista” , explica que el primer nudo, al que denomina “nudo del saber”, dimensiona la limitación que tiene sobre el conocimiento, en el que se da por sentado cosas, valores o saberes que la limitan en su actuar, como muy bien lo ejemplifica Kirkwood, basándose en la teoría de querer-poder de Foucault: “para las mujeres, como decíamos, los valores de igualdad, fraternidad, democracia, son ‘vistos’ como ‘desigualdad’, ‘opresión’ y ‘discriminación’. El querer saber se parece a la rebeldía”.
El nudo del poder, por su parte, es una consecuencia del nudo del saber, debido a que las mujeres aceptan que no tienen acceso al poder a causa de la cultura patriarcal en la que han vivido y crecido, aprobando que no luchen ni se organicen por él. El poder sólo pertenece al ámbito público, pero en cambio, cuando el poder es asociado a una mujer se atribuye a la casa. Para cambiar esto es importante comprender que el poder se ejerce en la acción y no se da por sí solo; para lograrlo es necesario deslegitimar el patriarcalismo y liberar al sujeto a través de un cambio cultural.
Por otro lado, en este mismo texto trabaja una teoría de cómo llegar a la emancipación de la mujer en la época, y es una visión que se logra destacar entre la gran variedad de agrupaciones que se formaron en este contexto.
La primera forma es que “no hay feminismo sin democracia”para esto, era necesario articular una lucha opositora contra el régimen autoritario, pero el problema es que solo se priorizó la problemática de la mujer en general, dejando de lado la variedad de discriminaciones que ésta vive día a día. Esta teoría es apoyada por las “políticas”, que según lo que planteaba al hablar sobre las problemáticas de la mujer, eran las que tomaban en consideración solo su rol de cuidadora y madre, centrándose principalmente en la familia, revirtiendo el análisis feminista y no originando una real incorporación de la mujer en el ámbito público, limitándola solo al privado.
La segunda manera, es que “no hay democracia sin feminismo” porque, con la existencia de cualquier tipo de opresión, discriminación, dominación y subordinación de las mujeres en ambas esferas, privada y pública, no existe una verdadera democracia.
Según los estudios sociales sobre la época dictatorial, fueron las mujeres quienes eran más sujeto de manipulación frente a las campañas ideológicas y ad hoc. Eran ellas las que debían velar por conversar el “orden” y la familia debía tener una estructura similar; un jefe hogar que toma las decisiones junto a una mujer que no cuestiona y siempre apoya a su pareja.
Julieta demostró explícitamente su oposición a la dictadura, señalando a Augusto Pinochet como “el patriarca de patriarcas”.
“Mientras usted, patriarca ridículo escupe y carraspea y vocifera poder en bandos seriados, yo ordeno y compagino mis papeles, acumulo y pavimento en letras. Y me siento en eso un buen rato irreductible. Usted no lo puede todo, bien mirado. A usted yo me opongo hasta con mis silencios, aún instalado en su fuerza, usted no podrá accederme”.
A través del Centro de Estudio de la Mujer se fueron publicando numerosos textos de esta tónica en la Revista Furia, que debido a la persecución política de la época escribió seis editoriales bajo el seudónimo de Adela H . La revista contenía secciones regulares como: Vivimos, trabajamos y luchamos, donde eran abordados los temas del trabajo de la mujer en el campo y la ciudad; Correo de las Furias, en ella se publicaban cartas o extractos de los textos que les llegaban, fundamentalmente del exterior.
Furia N°3. Archivo Mujeres y Géneros. (Fuente: Cultura, Patrimonio y Género)
Por otro lado, con respecto a su activismo en las calles militarizadas, destaca su desfile con pancartas con la consigna “Democracia en el país, en la casa y en la cama” , la cual fue difundida desde La Morada hacia todas las regiones del país. Asimismo, por sus ideales y acciones, fue encarcelada varias veces.
Consciente de su pronta muerte física, Kirkwood se tomó el tiempo de dejar consignado sus pensamientos y acciones, los cuales han sido recopilados por otras investigadoras y escritoras chilenas, como Sonia Montecinos y Patricia Crispi.
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