ARGENTINA: derrota de la Iglesia Católica y triunfo de los principios democráticos

BERGOGLIO

Es un hecho muy relevante para nuestra democracia que la incendiaria retórica del cardenal no haya tenido ecos en la discusión del Senado. Nadie asumió de modo explícito el magisterio eclesial sobre una materia civil como es la legislación sobre el matrimonio. Nadie exorcizó demonios ni amenazó con castigos bíblicos; hasta los más conservadores esgrimieron argumentos sociológicos y jurídicos y no rompieron en ningún momento el principio de la racionalidad política. La cúpula eclesiástica perdió dos veces: por el resultado de la votación y por la casi nula presencia virtual de sus argumentos en el debate. Su influencia fue un poco fantasmal; estuvo más presente en los alegatos de fidelidad católica de muchos senadores que votaron a favor que en los argumentos de quienes votaron en contra.
La Iglesia Católica defiende un monopolio del poder sobre las almas que claramente ya no tiene. La sociedad argentina ha vivido décadas de secularización y ha visto crecer formas populares de religiosidad crecidas en los intersticios que deja el catolicismo. Miles de católicos desarrollan formas nobles y generosas de militancia social sin necesidad de compartir visiones ultramontanas del mundo. Vivimos un punto de inflexión de un ciclo largo de centralidad política de la Iglesia Católica, cimentado en la década del 30 del siglo XX, a partir de una política de influencia en el Estado, urdida a partir del entrelazamiento con el Ejército. Fue entonces donde nació el mito de la preexistencia de la Iglesia y Ejército a la nación misma. No hace falta decir nada sobre las consecuencias de ese mito para la democracia argentina; basta recordar el papel de las principales autoridades de la Iglesia Católica en la preparación del clima social que facilitó el golpe de marzo de 1976 y cuál fue el lugar que ocupó la institución en los años de barbarie que siguieron.
El miércoles pasado se terminó de escribir una página histórica para la democracia argentina, al completarse la aprobación del proyecto originalmente impulsado por Vilma Ibarra y Silvia Augsburger. Somos, desde ese día, una sociedad más libre y más igualitaria. Y fue además un paso decisivo en la puja de la política democrática por ensanchar su autonomía respecto de los poderes fácticos. Cada vez está más claro que ésa es la cuestión que está en el centro de la disputa en esta etapa política.


Extractado de Pág 12, domingo 18 de julio, 2010




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