ARGENTINA: la historia del Orgullo gay


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Viernes, 24 de junio de 2011

Los tres gatos locos

Los ecos de la histórica revuelta de Stonewall en la Nueva York del 30 de junio de 1969 comenzaron a hacerse oír por estas tierras en la década del 80, y fueron las primeras manifestaciones de un orgullo que en sus comienzos eligió llamarse dignidad y que iba a hacer eclosión 30 años más tarde con la sanción del matrimonio igualitario. Aquí, un rastreo arqueológico de los hitos que comenzaron en unas gélidas tardes de otoño porteño y que se convirtieron en las rutilantes y calurosas fiestas de principios de noviembre que hoy todos conocemos.

 Por Mabel Bellucci*

De Parque Centenario a Plaza de Mayo

El 30 de junio de 1986 en una gélida tarde de otoño en el Parque Centenario, pleno centro geográfico de Buenos Aires, se congregaron unos cuantos gays para conmemorar la revuelta de Stonewall. Tal insurrección fue la que abrió paso a nivel internacional a una efervescencia activista por la liberación colectiva de los homosexuales, así como también originó las multitudinarias marchas como recordatorio de ese hito histórico.
En esos tiempos, en nuestro país se recordó a Stonewall como el Día Internacional de la Dignidad del Homosexual en vez de la Marcha del Orgullo. En realidad, los debates que se promovían en los inicios de los años ‘80 significaron una mezcla caótica de tendencias y personajes que dialogaban y se enfrentaban a la vez por fuera del orden estatal. El renacer de la movida homosexual también estuvo plagado de tensiones que catalizaban las polémicas de la comunidad y los enfrentamientos entre sus corrientes internas. Por ello, se presentaron diferenciaciones en cuanto a la implementación de políticas de visibilidad y transparencia. Oposiciones, por cierto, tanto del orden semántico como ideológicas, que replicaban las disputas arrastradas de las capitales del Norte. Por caso, el concepto orgullo provocaba tensas discusiones en el interior de la comunidad, a diferencia de dignidad que sonaba menos provocativo y más mesurado. Para muchos activistas, la expresión sonaba frívola y, además, festejar no representaba, precisamente, un arma crítica para la lucha contra la discriminación. En esos momentos, no se lograba percibir que todas esas manifestaciones de alarde no hacían más que responder contrafácticamente a la nefasta asociación de homosexualidad con perversión. Asimismo, el término homosexual vino a sustituir gay, situación por cierto que enardeció intensos debates hostiles no del todo saldados. Entre los anglosajones, gay retrotraía a diversión, a vida festiva. Hacia los años ‘70, los homosexuales de San Francisco eligieron esa manera para nombrarse a sí mismos. En líneas generales, en los cenáculos más radicalizados de la comunidad mundial, había una reticencia en reconocerse como tal: algunos lo consideran un anglicismo; otros, una corrección política para mejorar su lugar en la sociedad mediante una valorización como ciudadano. Mientras que para muchos otros, gay representaba la forma en que el mercado asimilaba a las minorías sexuales como un consumidor de privilegio, configurando un modelo de homosexual conforme al esquema de vida de los sectores medios, profesionales, blancos y heterosexuales. Finalmente, hacia los años ‘90, se globalizó el modelo gay estadounidense.

* Autora del libro Orgullo. Carlos Jáuregui, una biografía política. Ed. Emecé.
Integrante del programa radial “El vahído”.

Comentarios

  1. Marta,
    excelente gesto el de compartir un texto tan interesante desde tu blog.
    Un fuerte abrazo
    Ricardo

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