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ESPANA: HACE RATO QUE ALMODOVAR PERDIO EL RUMBO

La nueva película del español

"Madres paralelas": Almodóvar en modo malabarista

El realizador manchego parte de una historia conmovedora y se propone una recuperación de la memoria histórica de su país, pero la concurrencia de historias no llega a formar un todo homogéneo.

Milena Smit y Penélope Cruz, en una de las historias de Almodóvar.
Milena Smit y Penélope Cruz, en una de las historias de Almodóvar.

MADRES PARALELAS - 5 PUNTOS

España, 2022

Dirección y guion: Pedro Almodóvar

Fotografía: José Luis Alcaine.

Música: Alfredo Iglesias

Duración: 122 minutos

Intérpretes: Penélope Cruz, Milena Smit, Israel Elejalde, Aitana Sánchez-Gijón, Julieta Serrano, Rosy de Palma.

Estreno en Cinemark Palermo, Hoyts Abasto, Showcase y simuláneos. A partir del 18 de febrero, exclusivamente en Netflix.

Tiempo atrás, Pedro Almodóvar quedó impactado por una historia que le llegó por vía oral. Poco después de la guerra civil, un grupo de falangistas llegó una noche a una casa de pueblo donde vivía un maestro republicano junto a su esposa e hijas. Se llevaron al padre, para cumplir una tarea horrorosa: cavar la fosa en la que serían enterrados él y varios de sus compañeros. Lo devolvieron a su casa a la mañana siguiente, el hombre estaba íntimamente destruido, partió y nunca más se supo de él, quedando su familia, como es de suponer, quebrada para siempre. 

Esa historia, como es lógico, conmocionó al autor de Todo sobre mi madre, pero en lugar de escribir un guion que la desarrollara decidió sumarla al guion de la que sería su próxima película, como si los guiones pudieran construirse como Tetris. “Le puse como abuela (a la hija de aquel hombre) al personaje de Penélope Cruz”, declaró más tarde. En esa suerte de arte del pegado practicado sobre el guion de su film Nº 26 (contando cortos y largos desde su primer largometraje) debe leerse la razón por la cual las historias de Madres paralelas, tal como el título indica involuntariamente, no logran concurrir entre sí, quedando más bien como retazos o embriones de historias posibles.

Ordenando un poco las cosas, hay una fotógrafa, Janis (Penélope Cruz, en su sexta reunión con el nativo de Calzada de Calatrava) a quien le encomiendan tomar como modelo a un hombre llamado Arturo (Israel Elejalde), para una próxima nota. El hombre resulta ser miembro del equivalente hispano del Equipo de Antropología Forense, cuya tarea no es tan bien vista como aquí. Ochenta y seis años más tarde la sociedad española sigue dividida, y buena parte de ella no tiene el mínimo deseo de que las tumbas de la Guerra Civil vuelvan a ser abiertas, como heridas que no suturaron. Janis y Arturo hacen el amor esa misma noche, y poco más tarde a ella el test de embarazo le da positivo. Está resuelta a tener a su hijo, por más que Antonio le cuente que está casado, y no está resuelto a hacerse cargo del niño o niña. En la clínica Janis conoce a Ana (Milena Smit), quien está de tantos meses como ella.

Aquí debe hacerse un alto, en tanto el realizador manchego practica un malabarismo de historias y temas a desplegar, que incluyen uno de los tópicos más remanidos del folletín, del siglo XVIII para acá, una fábula de sororidad, una historia de abuso en manada, una madre tan egocéntrica como el cliché de toda actriz veterana indica (Aitana Sánchez-Gijón), la historia del linaje femenino de una familia, la aparición de Rossy de Palma en su carácter de amiga de la casa… y la exhumación del cadáver del bisabuelo, en una escena dirigida a recordarle a España toda, no sin ahorrar declamaciones literales, que sus placares rebosan de cadáveres.

Como es lógico ante tantas historias paralelas, resulta imposible encontrar uno o dos núcleos dramáticos que las aúnen. ¿La bravura de una madre, un bebé que pasa de una madre a otra, la puesta en escena, crudamente física, de la frase bíblica “parirás con dolor”, la fluencia de la amistad entre dos mujeres, su breve período como pareja, la idea de que una pareja del mismo sexo puede tener problemas muy semejantes de los de la pareja heterosexual tradicional, el abandono de los padres ante las necesidades más elementales de los hijos, finalmente la recuperación de la memoria histórica por parte de un país que se niega a revisar un pasado que lo agrieta? Lógicamente que toda la parte final es altamente emotiva, el problema es con qué clase de compromiso dramático y temático se llega hasta ahí.

Es inevitable, después de la versión frivolísima y ultra chic de la conmovedora La voz humana, el cortometraje que Almodóvar estrenó el año pasado en Venecia, pensar que el realizador de La flor de mi deseo cayó de pronto en la cuenta de que España es algo más que Balenciaga, Louis Vouitton y Tom Ford, y haya querido decir todo lo que le despertó esa otra España, sin tomarse el tiempo necesario para elaborarlo y cohesionarlo. ¿Que su película puede colaborar con la recuperación de la memoria que su país se resiste a encarar? Sin duda, pero en términos de construcción de un sentido propio, el Almodóvar de Madres paralelas queda en deuda. 

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