La venta pública de los cuerpos femeninos jóvenes: los concursos de belleza
El lado oscuro de los concursos de belleza
“Se decide qué cuerpos valen y cuáles no”
El
movimiento contra los concursos de belleza surgió antes del Ni Una
Menos, pero se potenció desde 2015 con el reflorecimiento feminista. “El
mensaje que se da a las mujeres es nefasto”, dice la ex reina de
belleza Gabriela Macías.
“Cambié
mi mirada sobre los concursos de belleza cuando me tocó estar del lado
del jurado”, cuenta a PáginaI12 Gabriela Macías, de 34 años, ex reina en
dos oportunidades, a los 15 y 21 años, en Río Gallegos. En 2014, para
el aniversario de la ciudad, el municipio la convocó junto a otras ex
soberanas para integrar el jurado con dos funcionarios comunales. “Ya me
había recibido de nutricionista y como parte del evento les había dado
una charla a las participantes sobre alimentación saludable. Todo el
jurado quería votar a una chica que yo misma había pesado y estaba con
bajo peso. Era preciosa y desfilaba muy bien, pero discutimos. Tuve que
plantear que no podíamos premiar la anorexia. Fui contundente y logré
que varios en el jurado entendieran. Y no fue elegida. Si ganaba,
hubiera sido un mal mensaje a los adolescentes. Ese año me di cuenta de
que estos concursos no eran buenos. En ese entonces no me reconocía
feminista”, dice Macías. Como ella, cada vez son más las voces contra
los certámenes de belleza que se realizan como parte de las atracciones
de las fiestas tradicionales, tan arraigadas en el país, para
promocionar turísticamente el lugar. Lentamente se van aprobando
ordenanzas que los eliminan o reemplazan por la elección de “jóvenes” o
“personas” destacadas –sin distinción de edad ni género – por su aporte a
la comunidad.
“Si bien hay algo que empezó a cambiar y en algunas ciudades se dieron de baja, la resistencia a dejar de cosificar a las mujeres y exponerlas al juicio de los otros es enorme”, advierte a Página/12, la artista visual Lala Pasquinelli, integrante de Mujeres que no fueron tapa, un espacio con presencia en redes sociales, desde donde se cuestionan los estereotipos de género que reproducen revistas y diarios.
El movimiento contra los concursos de belleza surgió antes del Ni Una Menos, pero se potenció desde 2015 con el reflorecimiento feminista en el país. “En el 2015, con el Ni Una Menos, vi claramente cómo estos concursos contribuían a formar estereotipos. La salud no es prioridad ni lo será. Los empresarios, los municipios, sólo quieren lucrar a costa de jovencitas y el mensaje que se da a las mujeres es nefasto: ‘La belleza se concursa, se compite, y otros te van a valorar, porque vos no tenés poder ni para valorar tu propia belleza’”, agrega Macías.
–¿Cómo mira ahora los concursos de este tipo? –le preguntó este diario.
–Cada mujer debe encontrar y amar su propia belleza con las caderas heredadas de la abuela o la nariz del padre que no le gusta con su belleza auténtica y entender que nadie tiene ni puede ponernos puntos por lo que muestra nuestro reflejo. No podemos darle ese poder al otro sobre nuestro cuerpo. Sin duda, los certámenes de belleza forman parte de ese iceberg que suele representar la violencia donde lo visible son los golpes, los femicidios, pero en la parte que no se ve es donde radica la raíz de todo, como los chistes machistas, como el rosa para nena y el celeste para nene. Y también estos certámenes –consideró Macías.
La escritora e investigadora del Conicet Laura Arnes aporta otro punto de vista: “La belleza sigue siendo una forma de validación de las mujeres y, sospecho, más en pueblos pequeños, conservadores. Y esa validación tiene que ver con un reconocimiento. ¿Cuáles son las posibilidades de reconocimiento para las mujeres en esos lugares? La belleza es una moneda de cambio, la posibilidad de trabajo. Me parecen terroríficos esos concursos. Pero la belleza es lo que te hace deseable en ciertos contextos todavía. Ser tapa de revista, estar en un programa como el de Tinelli, casarte con un futbolista millonario, conducir un programa en la tele… Es un sistema de la aparición de las mujeres en la escena pública”, analiza Arnes.
Los reglamentos de muchos de estos concursos siguen siendo discriminatorios y sexistas: en algunos casos, solo pueden participar jóvenes “solteras” y “sin hijos”. Y pierden el reinado si quedan embarazadas o se casan, es decir, si dejan de estar a disposición para todas las miradas masculinas y pasan a pertenecer a un solo macho. En la Fiesta Nacional de la Cebada Cervecera, en Puán, provincia de Buenos Aires, se exige además, para participar, una altura mínima de 1,65 metro. En el formulario de inscripción del 2017 para la Reina de la Fiesta provincial del Turismo, en Guatreché, La Pampa, las aspirantes tenían que poner el color de ojos.
En varias fiestas, además, se eligen “reinitas” como en la del Girasol, en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, que se celebra del 15 al 17 de febrero, y tiene concurso de Miss Girasolito. El 6 de enero las postulantes jóvenes, y las niñas, desfilaron en camioneta por las calles de la ciudad y se presentaron en un escenario montado en la avenida San Martín entre Almirante Brown y Pueyrredón. De a una saludaron al público y a las autoridades presentes, entre ellas, el intendente Walter S. Torchio (PJ) junto a su esposa Andrea Grobocopatel. (http://portaleltoro.com/xxvii-fiesta-nacional-del-girasol-se-presentaron-las-postulantes-a-reina-del-partido/).
En la Fiesta Nacional del Trigo, que se hace en Leones, Córdoba, hay también Miss Espiguita. Como novedad, varios concursos se aggiornaron a la luz de la Ley de Identidad de Género y permiten que participen chicas trans. “Aunque tristemente se ve como algo positivo incluso desde sectores feministas o LGBTI, para mí es otra forma de precarización de mujeres trans, reforzando estereotipos patriarcales sumamente opresivos, que incluye la violencia estética”, objetó Verónica Bajo, de Acciones Feministas. Este año, en Villa María, Córdoba, por primera vez hay una joven trans finalista para Soberana del Festival de Peñas, que se realizará del 8 al 12 de febrero.
–¿Por qué cree que están tan arraigados y hay tanta resistencia para eliminarlos? –le preguntó este diario.
–Cambiar este tipo de prácticas tiene un valor simbólico enorme: es decir basta, las mujeres no somos pedazos de carne para ser evaluados y elegidos. No queremos ese lugar, queremos ocupar los espacios por lo que hacemos, por lo que podemos hacer. Para quienes se oponen a sacarlos, es un recorte a su potestad sobre los cuerpos de las mujeres. Y si ahora consiguen esto, ¿qué van a pedir mañana?, se preguntan. Creo que la resistencia pasa por ahí, porque lo que se juega es una mirada del mundo, privilegios, potestad para cosificar y otorgar a las mujeres un lugar muy reducido dentro del espectro social, y no un evento en sí.
“Si bien hay algo que empezó a cambiar y en algunas ciudades se dieron de baja, la resistencia a dejar de cosificar a las mujeres y exponerlas al juicio de los otros es enorme”, advierte a Página/12, la artista visual Lala Pasquinelli, integrante de Mujeres que no fueron tapa, un espacio con presencia en redes sociales, desde donde se cuestionan los estereotipos de género que reproducen revistas y diarios.
El movimiento contra los concursos de belleza surgió antes del Ni Una Menos, pero se potenció desde 2015 con el reflorecimiento feminista en el país. “En el 2015, con el Ni Una Menos, vi claramente cómo estos concursos contribuían a formar estereotipos. La salud no es prioridad ni lo será. Los empresarios, los municipios, sólo quieren lucrar a costa de jovencitas y el mensaje que se da a las mujeres es nefasto: ‘La belleza se concursa, se compite, y otros te van a valorar, porque vos no tenés poder ni para valorar tu propia belleza’”, agrega Macías.
–¿Cómo mira ahora los concursos de este tipo? –le preguntó este diario.
–Cada mujer debe encontrar y amar su propia belleza con las caderas heredadas de la abuela o la nariz del padre que no le gusta con su belleza auténtica y entender que nadie tiene ni puede ponernos puntos por lo que muestra nuestro reflejo. No podemos darle ese poder al otro sobre nuestro cuerpo. Sin duda, los certámenes de belleza forman parte de ese iceberg que suele representar la violencia donde lo visible son los golpes, los femicidios, pero en la parte que no se ve es donde radica la raíz de todo, como los chistes machistas, como el rosa para nena y el celeste para nene. Y también estos certámenes –consideró Macías.
Reglamentos
Una de las pioneras en la lucha contra este tipo de concurso es Verónica Bajo, integrante de Acciones Feministas y de Mujeres en Bandada, organizaciones que vienen manifestándose desde 2013 contra la elección de reinas en distintas localidades del sur de la provincia de Buenos Aires, como Bahía Blanca y Monte Hermoso. “¿Cómo es posible que desde municipios se hagan campañas por noviazgos sin violencia, y luego se los invita a los jóvenes a ver un espectáculo cosificador de mujeres? Yo llamo a esto la ‘tinellización’ de Estado. ¿Hasta cuándo tendremos a funcionarios/as eligiendo traseros de jóvenes y niñas? ¿Hasta cuándo el Estado dejando en letra muerta la Ley 26.485 que ampara a las mujeres de la violencia simbólica?”, repite Bajo. En Monte Hermoso, finalmente, el municipio dio de baja el concurso de reina en la Fiesta de la Primavera.La escritora e investigadora del Conicet Laura Arnes aporta otro punto de vista: “La belleza sigue siendo una forma de validación de las mujeres y, sospecho, más en pueblos pequeños, conservadores. Y esa validación tiene que ver con un reconocimiento. ¿Cuáles son las posibilidades de reconocimiento para las mujeres en esos lugares? La belleza es una moneda de cambio, la posibilidad de trabajo. Me parecen terroríficos esos concursos. Pero la belleza es lo que te hace deseable en ciertos contextos todavía. Ser tapa de revista, estar en un programa como el de Tinelli, casarte con un futbolista millonario, conducir un programa en la tele… Es un sistema de la aparición de las mujeres en la escena pública”, analiza Arnes.
Los reglamentos de muchos de estos concursos siguen siendo discriminatorios y sexistas: en algunos casos, solo pueden participar jóvenes “solteras” y “sin hijos”. Y pierden el reinado si quedan embarazadas o se casan, es decir, si dejan de estar a disposición para todas las miradas masculinas y pasan a pertenecer a un solo macho. En la Fiesta Nacional de la Cebada Cervecera, en Puán, provincia de Buenos Aires, se exige además, para participar, una altura mínima de 1,65 metro. En el formulario de inscripción del 2017 para la Reina de la Fiesta provincial del Turismo, en Guatreché, La Pampa, las aspirantes tenían que poner el color de ojos.
En varias fiestas, además, se eligen “reinitas” como en la del Girasol, en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires, que se celebra del 15 al 17 de febrero, y tiene concurso de Miss Girasolito. El 6 de enero las postulantes jóvenes, y las niñas, desfilaron en camioneta por las calles de la ciudad y se presentaron en un escenario montado en la avenida San Martín entre Almirante Brown y Pueyrredón. De a una saludaron al público y a las autoridades presentes, entre ellas, el intendente Walter S. Torchio (PJ) junto a su esposa Andrea Grobocopatel. (http://portaleltoro.com/xxvii-fiesta-nacional-del-girasol-se-presentaron-las-postulantes-a-reina-del-partido/).
En la Fiesta Nacional del Trigo, que se hace en Leones, Córdoba, hay también Miss Espiguita. Como novedad, varios concursos se aggiornaron a la luz de la Ley de Identidad de Género y permiten que participen chicas trans. “Aunque tristemente se ve como algo positivo incluso desde sectores feministas o LGBTI, para mí es otra forma de precarización de mujeres trans, reforzando estereotipos patriarcales sumamente opresivos, que incluye la violencia estética”, objetó Verónica Bajo, de Acciones Feministas. Este año, en Villa María, Córdoba, por primera vez hay una joven trans finalista para Soberana del Festival de Peñas, que se realizará del 8 al 12 de febrero.
Mensajes
Para Lala Pasquinelli, este tipo de concurso son “una síntesis casi perfecta de lo que queremos cambiar en relación a la mirada sobre los cuerpos y su valoración”. En un espacio donde especialmente el foco está puesto en la apariencia, lo que se elige es el cuerpo que más se acerca al modelo de belleza hegemónica, los cuerpos se exhiben vestidos y semidesnudos, caminan para poder ser examinados y un “jurado” elige. “Es de una crueldad impresionante. Entonces, una vez por año, localmente se decide cuáles son los cuerpos que valen y cuáles no. Y también es una práctica que normaliza la opinión sobre los cuerpos, el juicio, el vos sí y vos no. Todo con lo que queremos terminar. Me remite mucho la imagen de estos concursos a un remate de hacienda, en una exposición en cualquiera de esas mismas ciudades”, apuntó la creadora de Mujeres que no fueron tapa.–¿Por qué cree que están tan arraigados y hay tanta resistencia para eliminarlos? –le preguntó este diario.
–Cambiar este tipo de prácticas tiene un valor simbólico enorme: es decir basta, las mujeres no somos pedazos de carne para ser evaluados y elegidos. No queremos ese lugar, queremos ocupar los espacios por lo que hacemos, por lo que podemos hacer. Para quienes se oponen a sacarlos, es un recorte a su potestad sobre los cuerpos de las mujeres. Y si ahora consiguen esto, ¿qué van a pedir mañana?, se preguntan. Creo que la resistencia pasa por ahí, porque lo que se juega es una mirada del mundo, privilegios, potestad para cosificar y otorgar a las mujeres un lugar muy reducido dentro del espectro social, y no un evento en sí.
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