Israel :Daniel Silberman, judío chileno que lucha por conocer el papel israelí en el régimen de Pinochet
Daniel Silberman es un hombre resiliente. Salió de Chile a los diez años rumbo al exilio con una madre desecha que se tuvo que reinventar tras pasar cuatro años buscando a su marido: David Silberman, ejecutivo de Codelco, que fue detenido en el Golpe de Estado de 1973 y que nunca apareció con vida.
Se fueron a Israel. Allí creció Daniel y conoció también la historia de un pueblo golpeado por el odio, que se reinventó de muchas formas, una de ellas y quizás la más cuestionada, a través de la venta de armas.
Todo parecía tranquilo hasta que, en 1998, Bill Clinton, el presidente de Estados Unidos en ese entones, ordenó la desclasificación de los archivos de la CIA y la dictadura chilena. En ellos, Silberman encontró una dolorosa verdad: La Dina, la misma que había asesinado a su padre en 1974, fue preparada por el Ejército de Israel, el mismo que le vendió las armas a la dictadura de Augusto Pinochet.
El país que lo acogió y lo vio crecer, se transformó entonces en el país que había preparado a los asesinos de su padre. Un conflicto personal terrible, que lo hizo comenzar una cruzada quijotesca.
Hoy Silberman, junto a la viuda e hija de Ernesto Traubman, otro judío-chileno asesinado en dictadura, llevan años luchando en tribunales en Tel Aviv para que Israel entregue información sobre los detenidos desaparecidos judío-chilenos y para que además se discuta una política de Estado que prohíba negociar armas con gobiernos que violan los derechos humanos.
Una cruzada que cada día tiene más adeptos. Han ganado algunas batallas judiciales pero, hasta hoy, siguen luchando por un derecho que, aunque la justicia reconoce, el Estado israelí no quiere hacer valer: el de saber la verdad.
Hoy Silberman reconoce que la desaparición de su papá fue una venganza personal de Pinochet: “En una de las reuniones antes del golpe en Codelco, llegó gente del Ejército y venía Pinochet, que en esa época aún no era comandante en jefe. La gente se molestó con eso de que los milicos fueran a una reunión de Codelco y, en una de esas, Pinochet se paró y opinó sobre algo de lo que no sabía nada y mi papá le paró el carro. “Usted no se meta señor, usted no sabe nada de estas cosas”, le dijo delate de todo el mundo. Dicen que fue grosero y tajante, y Pinochet se ofendió y prometió venganza”, recuerda.
El día del golpe, Silberman fue detenido y acusado de robo y de venta de información a la unión Soviética. A los pocos días se le juzgó, juicio gracias al cual pudo prolongar un poco más su vida, ya que fue trasladado desde Calama a Santiago solo dos días antes del paso de la Caravana de la Muerte. Estuvo un año preso en la Cárcel Pública, hasta que un día militares, con documentos de traslado falsos, se lo llevaron sin que apareciera nunca más. Años después se supo que eran agentes de la Dina.
Así comenzó una búsqueda incesante: “Nos engañaron mucho tiempo, nos llamaban nos decían que mi papá estaba en tal o cual lugar y mi mamá partía. Una vez recibió una llamada de un soldado diciéndole su esposo está en tal lugar y cuando llegó la metieron a una pieza y la golpearon fuerte”, recuerda.
- Pero ¿por qué se tomaban la molestia de mentirles?
- Muchas veces llamaban inventando historias de mi padre porque no querían que supiéramos la verdad y que mi mamá hiciera más y más entrevistas internacionales.
De hecho, en 1976 un oficial llamó a mi mamá y le dijo que iban a liberar a mi papá si ella firmaba un compromiso de nunca hablar en la prensa.
Mi mamá hizo mucha bulla en la prensa porque sabía que esa era la forma de mantenerlo vivo, ejerciendo presión internacional.
Ella accedió a no hacer más declaraciones y le dijeron que esperara una nueva cita. Llegó la segunda cita y le dijeron que mi papá en un interrogatorio había perdido su mano izquierda por un accidente, sabíamos que era tortura. Y lo tuvieron que llevar al hospital militar y amputarle la mano para salvarlo y que así nunca quedaría libre.
- ¿Y qué les preocupaba, que se evidenciara que en Chile se torturaba?
- Claro. Le dijeron "señora usted no entiende. Con un brazo menos nunca la vamos a liberar, su esposo está muerto para usted". Y mi papá hasta hoy es un detenido desaparecido, no han encontrado nada de él.
Hubo un intento de hacerlo aparecer falsamente por parte de la dictadura. En la Operación Colombo apareció un cadáver en Argentina con los documentos de mi papá, no tenía cabeza ni dedos. Según ellos era mi papá que se había arrancado, cruzado la cordillera y había sido abatido en Argentina por milicias de izquierda.
La Mónica González que estaba investigando estos temas, viajó a Argentina y trajo fotos del supuesto cadáver de mi papá. Mi mamá al verlas supo que no era él. Efectivamente era tan alto como mi papá, pero era muy gordo y además tenía pelos en el pecho y mi papá no tenía pelos en el pecho. Era evidente por los rasgos personales que no era él.
- ¿En todos esos años, alguna vez su mamá dejó de buscarlo?
- Nunca. Nos fuimos a Israel en el 77. Mi mamá entendió que mi papá no estaba vivo y decidimos radicarnos allá porque al ser judíos, Israel tiene una ley de repatriación y nos acogimos a ella. Fue difícil llegar, mi mamá no hablaba hebreo, tenía que encontrar trabajo, traer comida a la casa.
- ¿Ustedes creyeron alguna de las versiones entregadas por la dictadura?
- Sí, creímos por años que a mi papá lo habían matado porque le amputaron la mano y no lo quisieron liberar, pero años después, en 1998, cuando Clinton liberó información clasificada de la CIA, ahí comenzó a saberse cosas de Chile y gracias a ello supimos que lo más probable es que mi papá murió saliendo de José Domingo Cañas o en 3 ó 4 Álamos, sólo dos semanas después de que lo sacaron de la cárcel.
- Con la desclasificación de archivos y Pinochet habiendo estado preso en Londres. ¿Cómo es el momento en que decide seguir adelante judicialmente en Israel?
- La parte activa de esta lucha llegó recién en 2015, cuando recibí una llamada de un abogado amigo que me comentó que Lili Traubman, hija de Ernesto Traubman, asesinado por la dictadura, como mi padre, quería pedirle al gobierno israelí que nos entreguen todos los documentos que intercambiaron con la Junta Militar en los 70, 80 y 90. Y me sumé a la querella.
- ¿Y cómo respondió el gobierno de Israel?
- Nos dijeron que no, que eran archivos clasificados y que debían seguir así por 70 años más. Seguimos adelante porque nuestra meta era conocer qué pasó con nuestros parientes, porque pensamos que debían estar porque había pedidas oficiales del gobierno de Israel que conocimos al llegar acá en los 70.
También queríamos saber de la venta de armas y la preparación de agentes de la Dina por parte del Ejército de Israel, para que el público israelí tomara conciencia de lo que sucedía y sigue sucediendo con otros países.
- ¿Y cómo fue la reacción social, la del israelí de la calle, frente a esta información y este juicio?
- No podían creer lo que sucedió con mi padre y el padre de Lili… Pero por otra parte también decían, si no vendemos armas nosotros, la venderán otros y eso trae mucha plata, y nosotros necesitamos plata. Dándole nada de valor al argumento moral y de derechos humanos.
Por eso comenzamos nuestra lucha exigiendo también promocionar una ley en la cual esté prohibido vender armas a dictaduras o territorios en conflicto civil que violan derechos humanos.
- Pero eso significa disminuir la mitad o quizás más de las armas que vende Israel en el mundo. Si vemos la lista de países a los que provee, gran parte de ellos tiene situaciones de violación de derechos humanos.
- Claro. Además que Israel no admite esas relaciones y uno las va conociendo por lo que ve en informes de derechos humanos internacionales. La política de venta de armas es secreto, no se habla, no se transparenta. Muchas veces en forma absurda hay revelaciones que conocemos por otros gobiernos. Por ejemplo, la página de Facebook del jefe del Ejército de Birmania cuenta orgulloso sobre la compra de armas de Israel.
- Bueno y a esa lista podemos sumar también a Yemen, Sudáfrica durante el apartheid, las dictaduras de Latinoamérica…
- Claro. Es que si tú tiras un alfiler en un globo terráqueo, donde caiga Israel ha vendido armas. Eso me causó un quiebre enorme. Saber que el país que nos acogió y que nos dio una nueva vida, es el mismo que trabajaba en conjunto con quienes asesinaron a mi padre. Y es que en el 48, cuando el Estado era nuevo, uno podía creer que no tuvieran códigos morales tan definidos, pero cuando un estado ya tiene 20 ó 30 años, debe hacerse esos cuestionamiento y poner límites.
- Y, ¿por qué cree que no lo hicieron?
- Creo que por dos cosas. Primero por el dinero y segundo porque Israel tiene una idea falsa que se puede comprar amigos diplomáticos gracias al poder que te da la venta de armas.
Muchas veces se firmaron ventas de armas a cambio de votar por Israel en la ONU y claro que les resulta, pero al final, lo que hay que entender acá es con quién queremos ser amigos: ¿con los peores del mundo o con las democracias? Estamos comprando amigos en los peores lugares. En Honduras, en Birmania, en Sudáfrica para el apartheid, en Ruanda.
- ¿Y qué hicieron cuando el gobierno se negó a entregarles información?
- Los demandamos. Ellos admitieron en la corte que existen documentos, más de 20 mil. Y llegaron a decir que no tienen el personal para revisar todos esos documentos y por eso no podían acoger esta solicitud.
Entonces nos dieron más herramientas con esta respuesta. Alegamos diciendo que no puede ser que un gobierno que tiene personal para vender armas no tenga personal para desclasificar documentos. Y además empezó un proceso en el cual muchos documentos fueron trasladados de un lado a otro. Llevaron documentos a archivos del Ejército porque ahí no funciona la ley de transparencia de documentos, entonces era una forma de protegerlos de ser conocidos.
- Los escondieron aún más…
- Claro. Y no te puedo decir con total certeza que no hayan destruido muchos de ellos.
- Imagino que todo esto fue generando en el pueblo de Israel reacciones encontradas ¿no?
- Claro, muchos defendían al Ejército y el Estado en su decisión, pero muchos también sintieron vergüenza. Masivamente no se discutió el tema, pero muchos se molestaros, se choquearon. Entonces tuve que explicar muchas veces que lo que hacía no era en contra de mi país.
- Era en contra de gobiernos que tomaron malas decisiones más que nada ¿no?
- Claro. En Israel hay una sensación de estar perseguidos todo el tiempo, que viene del holocausto. Entonces, Siempre creen que todo el mundo los quiere perjudicar y a la gente le cuesta entender que ayudamos en otro lugar donde se mata gente injustamente. Eso no puede ser.
- ¿Y qué dice el gobierno actual al respecto?
- Bueno, ellos dicen que no es como lo contamos. Dicen que, en Argentina, por ejemplo, vendieron armas a la dictadura para salvar judíos. Pero no es completamente cierto porque ellos eligieron a quien salvar. No los salvaron a todos. Además, la vida de un judío no puede valer la vida de 40 o quizás cuántos argentinos que se mataron con esas armas. No se puede salvar a ese precio.
- En el fondo Israel jugaba su juego, generar vínculos con clientes que necesitaban sus armas y que estaban dispuestos a todo para tenerlas.
- Es que, de hecho, Israel argumenta que se trata de actos diplomáticos, de hacer alianzas en el mundo y tener países a su favor.
- Una política de Estado nefasta.
- Obvio. Hay muchos países que están metidos en este juego, pero Israel es una de los jugadores más grandes en esta industria. También hay una agencia estatal que tiene que supervisar la industria, pero que en realidad aprueba cualquier negociación sin pensar en los derechos humanos.
- ¿Finalmente, ustedes le doblaron la mano al Estado y consiguen transparentar datos por vía judicial?
- Sí. Ellos decían que no tenían personal para ver los veinte mil documentos. Pero la corte nos consideró en derecho de recibir los documentos y que teníamos que arreglar un horario en el cual nos entregarían documentos de a poco para que nosotros podamos revisarlos. Iríamos por década, 70, 80 y finalmente 90. Debíamos recibir documentos desde el 1 de noviembre de 2016.
- ¿Y qué descubrieron?
- No llegó nadie en la fecha acordada y tuvimos que presionar y llamar para que cumplieran con lo comprometido, y al final el 16 de noviembre nos dieron 12 páginas en las cuales se hablaba sobre una delegación de médicos chilenos que querían visitar a Israel y la embajada mandaba un fax preguntando si se aprobaba la visita… Era como una cachetada. No podía ser que de los miles de documentos de la década eso fue lo que encontraron.
Finalmente ellos reconocieron que no pueden dar respuestas porque eso podría poner en riesgo las relaciones internacionales de Israel.
- ¿Cómo pudieron resolver este problema? o ¿qué rumbo decidieron tomar?
- A fines del 2019 la Corte Suprema nos dijo que podemos pedir documentos al Mossad [el servicio secreto israelí] pero que no podemos exigir que nos liberen información que ponga en riesgo relaciones internacionales. Entonces comenzamos una lucha personal distinta. Nos hemos reunido con personas de kibutz [granjas comunitarias] que están en territorio ocupado y que también están en contra de que Israel venda armas y con ellos hemos comenzado un proceso de concientización en la población.
-¿Cómo les ha ido?
- Hemos tenido ya dos intentos de cambiar la ley en el parlamento y vamos a colegios a dar charlas todo el tiempo, para que la gente entienda la trascendencia de nuestra decisión como país de vender armas a territorios en conflicto de derechos humanos.
- ¿Alguna vez el Estado intentó acallarlo?
- No. Pero siguen todos mis pasos y se molestan mucho cuando doy entrevistas. Una vez fueron a mi casa a buscar unos documentos, dijeron, y me dieron vuelta todo. Fue muy chocante porque fue como vivir la situación de Chile de nuevo. Llegaron dos policías sin ningún papel oficial. Los dejé entrar porque sabía que era lo mejor y fue complicado.
Pero fue mucho más motivante la sorpresa que recibimos del apoyo de judíos religiosos de derecha, que nos apoyaron y nos siguen apoyando. Ellos en base moral están en contra de la venta de armas. Ellos saben hacer ruido más que nosotros. Se reúnen con rabinos de todos lados y eso nos ha permitido subir el tema a la agenda nacional y en eso estamos. Generando un cambio profundo para que nadie viva lo que he vivido yo.
En general quiero enfatizar que mi lucha no es en contra de Israel, si no que a favor, quiero que mi país sea un país más justo, más moral. Es importante decirlo, pues muchos en la comunidad judía en Chile se enojan con nuestra lucha, al vivir como minoría en Chile ellos creen que es prohibido criticar en público al gobierno israelí, como que "la ropa sucia se lava en casa, no afuera", pero yo creo que si se debe hablar lo que necesita corrección, no es solo nuestro derecho, si no nuestro deber, el que ama a su patria hace todo lo posible por mejorarla.
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