Hoy es 9/11 ó 11/9? :NEGRO EL ONCE, cuento de Myriam Garbulsky


Romería del 11 de septiembre,Tomé,Chile

Negro el once



Nació un 29 de febrero. Le gustaba jugar a cumplir años un día antes o uno después. Los números lo atraían; logró en poco tiempo la comprensión de la suma y la resta, no tuvo dificultades con la multiplicación y la división.


En Avellaneda, donde vivía, era hincha fanático de Racing. El jugador número once era el que más le atraía; decidió adoptar ese número como su favorito.

Buen jugador de ajedrez en su adolescencia, con el correr de los años la emoción del azar lo arrastró a la ruleta. Solía frecuentar el casino de Mar del Plata y sus apuestas eran siempre “negro al once”.

En los hoteles buscaba alojarse en las habitaciones número once, allí sentía que su potencia sexual era mayor y así reforzó su idea.

Un verano jugó negro al once y sacó dos plenos seguidos. El dinero sirvió para instalar una parrilla que lógicamente se llamó Negro el Once. La parrilla prosperó confirmándose la cábala.

Decidió casarse un once de setiembre agregando a su manía la admiración por Sarmiento.

Como a ella le gustaba el vinagre y a él el limón, tuvieron algunas dificultades en la convivencia. Disfrutaban los placeres del amor con apasionamiento, a pesar de la luz prendida o apagada según el deseo de cada uno.

Héctor propuso festejar el primer aniversario de casados en Chile. Podrían ir a Viña del Mar.

-Hay mucha intranquilidad, no vayamos -le pidió Maruja

-No tendremos problemas: estamos protegidos por el once –río él.

En Santiago se hospedaron en un hotel céntrico y por supuesto eligieron la habitación once. Héctor estaba nervioso, no lograba despertar su deseo. No podía.

-No te preocupes, es la tensión del viaje; ya pasará, durmamos. –lo tranquilizó Maruja.

Martes once de setiembre de l973, los despertaron una sinfonía de truenos: estaban bombardeando la Casa de la Moneda, no podían salir del hotel. El presidente Allende se había suicidado, una junta militar lo sustituía. El toque de queda y los vuelos rasantes de los aviones estremecían.

-Te dije, no me hiciste caso!- exclamó ella, con disgusto.

El aeropuerto estaba cerrado. Una semana después pudieron volver a Buenos Aires.

La experiencia marcó un antes y un después .Las discusiones frecuentes, el no deseo y los reproches no se ocultó con la llegada de los hijos que asistían temerosos a las violentas peleas.

Después de once años de casados, en un clima que no podían soportar, se separaron con rencor.

El vivió deseando encontrarse con la seguridad de otros años y la protección que le brindaba el número mágico. No lo logró.

El martes once de setiembre del 2001 se levantó temprano en Nueva York, en la habitación número once. Iba a visitar las torres gemelas. Un ruido mucho más furioso que aquel de Chile lo paralizó, prendió el televisor y le pareció estar viendo una película.


Un alarido profundo brotó con dificultad en su garganta, oprimida por esa negra tenaza desde hacía tantos años, hasta que pudo gritar, mirando el humo y los escombros.

-¿Por qué me abandonaste? –sollozó.



Clelia Myriam Garbulsky, rosarina, ex-docente de la Universidad de Concepción, sobreviviente de los campos de Pinochet. Miembra de la Asociación Argentina de Psiquíatras. Participa en médicos escritores latinoamericanos y narrativa y poesía latinoamericana, y pertenece a la red internacional 'Mujeres y palabras en el mundo', ( 'Women and Words in the World' ), con sede en Londres.

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